Patricia González López es una poeta nacida en Buenos Aires, Argentina, en 1986. Es autora de Maldad, cantidad necesaria (2013, Milena Caserola & Llanto de mudo); Doliente (2016, Cospel ediciones) y Otro caso de inseguridad (2018, Santos Locos). Tiene la columna «Cultura Productiva» en País Productivo, FM la Patriada. Antologó el libro Esto pasa: Poesía en Buenos Aires, en 2015.
Aparece en Lámparas, antología de poesía latinoamericana editada en Puerto Rico por Editorial Pulpo, 2018. Ha participado en el Festival Internacional de poesía José María Heredia de Toluca, en el Seminario Internacional de poesía en Pachuca, México (2017); en la Feria Internacional del libro de La Habana (2018), II Encuentro internacional de promotores de la poesía (La Habana, 2018), en la Feria del libro de Comodoro Rivadavia (2018), en la Feria de Editores 2018, en Feria del libro de Villa Mercedes, San Luis (2018) y en la Feria del Libro de Montevideo (2018) entre otros.
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Toda mujer que no sea yo
es una amenaza,
me incluyo.
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Salgo a refrescarme cuando
estoy a punto de crear algún tipo
de muerte doméstica.
Cuando supero la pereza y por fin
decido querer morirme
de a montones me abrazan
huelen mi pelo y sonrío
dicen mi nombre
destacan mi perfume
y asocian mi sonrisa
con la palabra siempre.
Por no traicionar su idea
paso el plan para después
la muerte aún no está madura
la muerte vive con su madre.
***
Entre morir o viajar
elegí la opción
más cara.
Vi a Venus radiante
desde una ruta de San Pablo
y volví a sentir los músculos
de la sonrisa
escuché una voz que decía
mi nombre y que
me dejaba dormir
que parecía cansada
una voz que
me invitaba a una fiesta donde
comprobé que aún
conversaba con el ritmo
una voz que me invitaba a pasear
y me preparaba un sandwich
una voz que se dio cuenta
que no estaba comiendo
repetía mi nombre y me daba café
una voz que me enseñaba otro idioma
una voz que me felicitaba
por saber
una mano que me llevaba a pasear
y me señalaba
frutas que no conocía
—te ponés contenta tan sólo viendo las frutas
sentí jugos nuevos en la lengua
y mi sabor más crecido
escuché mi nombre muchas veces junto a
palabras sanas
después de mucho tiempo
tuve una mano con libros que me abrían los ojos
y cambiaron el humor de mis lágrimas
—Todavía seguís siendo esa chica
que se emociona al leer un poema
tuve una mano que revolvió mi pelo
esta vez con una caricia
encontré un vuelo a mi ánimo
que pagué en cómodas cuotas.
***
Menos mal
que no escribí
con tanta firmeza
que quería morirme
menos mal
que me bañé casi todos los días
menos mal
que comí de vez en cuando
menos mal que pedí ayuda
aunque nadie podía.
***
Estoy entera
eso es un exceso
en este mundo
que se cae a pedazos.
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