Rolando Kattan (Tegucigalpa, Honduras, 1979) es poeta, bibliófilo, editor y gestor cultural. Es miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua y miembro de número de la Academia Hondureña de la Lengua. Entre sus títulos destacan Animal no identificado (2013), El árbol de la piña (2016), Acto textual (2016), Luciérnaga de otoño (2018) y Un país en la fronda (2018). Ha sido traducido a una decena de idiomas.
«Rolando Kattan es el viajero que, en realidad, es poeta siempre y en todo lugar, un poeta cuya palabra puede ser apasionada y, a veces, cruel, de tan dura, como en estos versos que hablan de la ciudad y sus viejos restos de raíles o rieles: “Es mentira que todo nos transporte a la muerte. / Como muda la ciudad su suelo de tranvías, / emergen los revenos de esos fierros viejos”. De forma silenciosa y modesta, pero imparable, la poesía no lo ha abandonado nunca y el XX Premio Casa de América de Poesía Americana hoy reconoce la fuerza de sus versos». Joan Margarit)
ESTIAJES
El recuerdo no era un río.
Un trago tal vez campea
embustero por su cauce.
Un poema, con harapos
del caudal. Un beso, como
la muda de una serpiente,
desciende de la montaña.
No reconozco las piedras
en donde reñí a la vida.
Hay pedazos, no paisajes.
El recuerdo no era un río,
el ojo sí fue una grieta
todo se drenó en el llanto.
EFECTO CORIOLIS
A Xavier Oquendo
En los límites de Quito
se arremolinan tres pétalos en un embudo.
El sur hechiza la marcha del tiempo
y el patio de la infancia acaricia mi carne.
Vertida sobre el ecuador
parece el suero al pie de la cama de un enfermo;
no hay remolino y sedienta la engulle la tierra.
Un metro al norte
y el remolino adelanta los relojes,
me hipnotizan sus círculos concéntricos,
caracolillos de agua que alcanzarán mi tumba.
Después se arremolinan tres mundos en el tiempo
y a nosotros nos sucede lo del agua.
LOS POETAS POLACOS
De alguna forma la intimidad del agua disolvió la actitud en fuga del camino. Los senderos se multiplican como un vaso de agua estrellado contra la noche. Los poetas polacos se acomodan y brillan contiguos a La Cruz del Sur. Cracovia tiene ahora una avenida asegurada a mi pecho. Todos los barcos de Danzig navegan hasta mi muelle. La inercia es una abeja que dejó de zumbar en el horizonte. Cada llave abierta me repite un verso de Różewicz: La más tangible descripción del pan es una descripción del hambre. El error fue no girar el mapa. Darle al norte un sueño con nombre propio. Herbert descubrió el engaño, vivimos dentro de un armario y las polillas son, en verdad, los cometas que nos sobrevuelan. Ahora un cisne negro ocupa el lugar del cancerbero y aconseja: nunca un disparo atravesó un poema de Szymborska. La poesía es más de fiar que un chaleco antibalas. También lo es más
que cualquier sendero. Por ella se hace posible volver a casa. A salvo. Todos los caminos ahora son de regreso.
LOS CISNES NEGROS
En la isla de Pascua hay un recorrido de moáis sobre la
ladera de la cantera volcánica.
Estas piedras gigantes dispuestas en mi andar imitan
pasos rítmicos de un endecasílabo:
No construyas castillos en el aire.
Son vocablos que se juntan, uno detrás de otro, como
palabras que al azar fijan un soneto.
No construyas castillos en el aire.
Su rostro parco y antiguo, apenas familiar, reforzaba la
voz del volcán que repetía:
No construyas castillos en el aire.
Piedras bajo el paso de mi zapato:
los cisnes negros viven en Australia.
LAS LEYES DE MENDEL
No gozaré, según las leyes de Mendel,
de esa salud espigada que alcanzan
con la vejez los músicos austríacos.
La enfermedad es un vestigio del amor.
Un movimiento lento
en la remota sinfonía de mi origen.
El gran viaje, como precisaba mi madre.
Un naufragio es seguro —me decía—
carga contigo siempre el horizonte.
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Autor: Rolando Kattan. Título: Los cisnes negros. Editorial: Visor.
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