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5 poemas de Toda esta poesía (II), de Roger Wolfe

5 poemas de Toda esta poesía (II), de Roger Wolfe

Hubo un tiempo en que Roger Wolfe era el gran francotirador de la literatura española. Sus versos parecían balas disparadas contra aquellos que ya solo veían el arte como una forma de hacer dinero, contra aquellos que lo habían corrompido todo, contra los representantes del reverso tenebroso de la cultura.

En Zenda reproducimos cinco poemas de Toda esta poesía: Obra poética. Tomo II: 1994-1998 (Rencimiento), de Roger Wolfe.

***

NADA DE ESTO TE VIENE EN EL MANUAL

La ducha no funciona.
La sartén convierte en picadillo
lo que se supone que tenía que ser
nuestra comida. Abro el grifo
del fregadero
y me quedo con él en la mano.
El perro está cojo. La mujer
con la que vivo ha terminado
de ponerse mala de los nervios.
El teléfono no deja de sonar.
(He puesto un contestador
y no he conseguido remediar la situación.
Al revés. El que no sigue llamando
se me presenta directamente en casa
sin previo aviso.)
Hace ocho meses que envié
un manuscrito de hace dos años
a un editor. Me dijo
que me enviaría el contrato
y un anticipo. Y todavía
estoy esperando. Tengo
trescientos folios encima de la mesa
que tendría que haber tenido listos
para hace dos meses por lo menos.
Lo que queda
de la cuenta bancaria
está en rojo.
Duermo cuatro horas, si las duermo,
y aun así no parece haber manera
de ponerse al día.
(Y acordarme de Balzac
no me sirve de gran cosa.)
Me duelen los riñones,
la espalda, los ojos, y me duele
hasta la polla, y eso
que tengo suerte últimamente
si la consigo usar para mear.
(Fui al médico y me preguntó
que cómo me ganaba la vida.
Garabateando, le dije.
Quince horas diarias de promedio
delante del ordenador.
Se encogió de hombros y me dijo
que lo más probable
era que acabara ciego
poco antes de llegar
a los cuarenta.
Luego añadió
que en cuanto a lo otro
no le extrañaría nada
que lo del análisis se tratara
de un quiste hidatídico.
Pero que podría
ser peor.)
Y finalmente llego a casa
y el portero
me comunica
que los del Ayuntamiento están a punto
de declarar en ruina el edificio.
Y luego suena el teléfono
una vez más
y un bromista me pregunta
que si estoy escribiendo algo últimamente.
Por supuesto, le digo.
Incluso estoy probando una nueva técnica.
¿Una nueva técnica?
Sí, ¿no la conoces?
Se trata de meterte
un bolígrafo en el culo
y luego hacerte una paja
sentado encima de un papel.
No es realmente
nada nuevo.
Pero optimiza el tiempo que da gusto,
y es catártico, además.
Y aunque no parece demasiado
convencido
hay una cosa
que sí puedo garantizar:
con esa clase de respuestas
te los acabas de quitar de encima
de una vez por todas.
Juro que no vuelven a llamar.
En cuanto a las promesas de inmortalidad
garantizada
que te ofrecen sacándote en sus papeles,
hace tiempo que dejé de preocuparme.
A juzgar por las magnas biografías
de los grandes personajes de la historia
es más que evidente
que con mis ridículos avatares cotidianos
no doy la talla ni de coña.

***

EL PESO DEL MUNDO

No puedo leer un solo libro.
Una sola página.
Un solo párrafo.
Ni una línea.
No puedo escribir,
ni coger el teléfono,
ni encender un cigarrillo,
ni extender las piernas,
ni levantarme
siquiera
de esta silla.
Si me buscara
el pulso
estoy seguro
de que no me lo encontraría.
Realmente no sé
lo que me pasa.
No es asco.
No es hastío.
No es abulia.
No es cansancio.
No es indiferencia.
Son todas esas cosas
y no es ninguna.
Es como si el mundo
se me hubiera
parado
encima.

***

LA ÚLTIMA NOCHE DE LA TIERRA

El mirlo de todos los años ha vuelto a visitar mi casa
y todavía sigo aquí.
Su música no cambia y eso ya lo he escrito.
Pero mi trabajo es constatar lo obvio
y eso es lo que el mirlo me viene a recordar.
El tiempo pasa, la gente se hace vieja, se muere,
por su propia mano o con ayuda.
Las palabras van bajando por el desagüe
de lo que alguien ha llamado la intrahistoria.
Todo fluye y se pierde, los ríos en el mar,
el mar en la inmensidad inabarcable del cosmos,
el cosmos en la nada de la que no debió salir.
Mientras tanto tecleamos.
Un sordo tamborileo contra siglos de muerte programada
y un futuro de certera incertidumbre.
Un batallón de patéticos amanuenses del olvido
exigiendo dos camisas para el camino hacia el patíbulo.
Pero no es el frío el problema, sino el miedo.
Y es el mirlo, en su ignorancia, el que sabe la verdad.
Cumple sin la más mínima estridencia
el ritual que le ha impuesto la biología.
Luego morirá. Sin epitafios, como este,
que se deshagan con una mueca indiferente
entre las llamas de la última noche de la Tierra,
cuando nadie entienda ya ningún significado,
si es que algo tuvo sentido alguna vez.

***

LA POESÍA

La poesía de una madre que grita en un balcón
llamando a sus hijos a la cena.
La poesía de una radio que suena al otro lado
de una ventana apenas entreabierta.
La poesía de un mendigo inclinado ante una gorra
en las baldosas, en espera de limosna.
La poesía de un charco agostado entre las piedras.
La poesía de una mujer que se levanta de la cama
buscando a tientas el sujetador en la penumbra.
La poesía de un perro que se estira
bostezando en una alfombra.
La poesía de un televisor con el volumen silenciado
mientras suena música y los cuerpos se enajenan.
La poesía de una calle a media tarde
en cuyo extremo hay un boquete de luz que se proyecta
sobre el mar, atravesado por los tumbos de un borracho.
La poesía de una voz en el teléfono.
La poesía de un autobús que remonta la avenida
lleno de gente ensimismada.
La poesía de un viejo vagabundo desdentado
apurando un cartón de vino en la escalinata de una iglesia.
La poesía de una mancha de aceite en una acera.
La poesía de un hombre gordo que se agacha
con un cigarrillo entre los labios
para atarse los zapatos al fondo de la barra.
La poesía de una anciana que se arregla el maquillaje
en un espejo.
La poesía de unas manos que casi no son mías
tanteando (¿tonteando?) en el teclado…

Toda esta poesía que nunca cabe en un poema.

***

LA CITA

Lo único seguro
de esta vida
—y su único problema
verdadero—
es, como ya sabemos
o deberíamos saber,
el asunto de la muerte.

(Camus decía
que el suicidio;
una variante
existencialista.)

Es como un susto que sabemos
que nos van a dar,
pero no sabemos cuándo,
ni dónde,
ni cómo,
ni con qué.

O —por usar un ejemplo
más concreto
y quizá menos cruel—
es como tener cita
en la consulta del dentista
y estar sentado
en la sala de espera
leyendo unas revistas.

Y esa espera,
esas revistas,
son la vida.

La única solución,
entonces,
es hacernos a la idea
de que quizá vayamos
a pasarlo mal,
pero que luego
el dolor se habrá acabado;
posiblemente
para siempre.

¡Ah! Y no olvidarnos
de dejar ordenadas
las revistas
para el próximo
que venga.

—————————————

Autor: Roger Wolfe. Título: Toda esta poesía: Obra poética completa. Tomo II: 1994-1998. Editorial: Renacimiento. Venta: Todos tus libros.

BIO

Roger Wolfe (Westerham, Kent, Inglaterra, 1962) es poeta y escritor, aunque él prefiera la vieja palabra «artista», en el viejo sentido entendida. Se gana el sustento —todavía hoy— como intérprete y traductor. Al margen de sus millones de palabras de traducciones alimenticias, Wolfe ha desarrollado también amplias y fecundas labores como traductor literario (de poesía, ensayo y narrativa), y rara es la semana en que —por pura vocación y amor al arte— no pergeña algún nuevo trasvase del inglés al español, que normalmente sube a su blog, La Bitácora del Hombre Solitario, en marcha en internet desde el año 2015 (este blog, por sus características y su alcance, bien podría ser considerado el gran «libro vivo y en curso» del escritor). En lo que se refiere a su obra propia, escrita casi toda ella en la lengua de Cervantes (hemos olvidado mencionar, más arriba, que Roger Wolfe se crio en Alicante, y que ha pasado la mayor parte de su vida en España), el autor ha publicado unos veinticinco libros desde los inicios de su carrera, que abarcan la poesía, el ensayo, el relato y la novela. Se ha dedicado también a la música, y colaborado en dicho campo con artistas como Diego Vasallo, Suso Saiz, Rafael Berrio y Miguel Marcos Fernández. En este apartado musical, cabe destacar el disco que con Diego Vasallo y Suso Saiz dio a la luz en 2006, con el título de La máquina del mundo. Wolfe ha rodado larga y anchamente por la Piel de Toro, residiendo en diferentes etapas de su vida en la ya mencionada Alicante, en Asturias y en Madrid, lugar este último en el que tiene su hogar desde 1999.

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