Fotografía de Yolanda Castaño.
Yolanda Pantin es una poeta nacida en Caracas, Venezuela, en 1954. Estudió Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. Es además ensayista, editora y autora de libros para niños. Ha publicado los poemarios Casa o Lobo (1981), Correo del Corazón (1985), La Canción Fría (1989), Poemas del Escritor (1989), El Cielo de París (1989), Los Bajos Sentimientos (1993), La Quietud (1998), El Hueso Pélvico (2002), Poemas Huérfanos (2002), La Épica del Padre (2002), País (2007), 21 caballos (2011), Bellas Ficciones (2016) y Lo que hace el tiempo (2017). En 2014, la editorial Pre-textos publicó País, poesía reunida 1981-2011. En 1989 recibió en Caracas el Premio Fundarte de Poesía. Fue becaria de la Fundación Rockefeller en Bellagio Study Center. En 2004 recibió la Beca Guggenheim. Por el conjunto de su trabajo recibió en 2015, en Aguascalientes, México, el premio Poetas del Mundo Latino “Víctor Sandoval”; y en 2017, en Madrid, obtuvo el XVII Premio Casa de América de Poesía Americana.
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OPACIDAD
Aunque parezcan de vidrio
nuestros poemas no son diáfanos.
Tendríamos que nacer de nuevo
sin quebrarlos.
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BREBAJE
Lleva memoria y clavitos
en partes iguales, se bebe
al amanecer.
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ESCRIBIR
No hay ninguna
pretensión
en este intento,
si antes era así,
ahora
viene y queda
el gesto
igual a
cuando niña
dibujaba
por placer
y no dormía
hasta pintar
lo que pensaba
y era un mundo
que se hizo
con los años
garabato,
torcedura.
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APENAS
Como la matica
que está detrás
de mi cabeza
nos sostiene
un alambre dulce
muy fino.
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SÓLO VEÍA UNA CARRETERA POLVORIENTA
como el calor me sofocaba dije basta
y me senté de cara a la ventana
para refrescar mi cabeza que tiritaba
al igual que una onza de gelatina
Con el hilo del sudor
hice un collar
para apretarme el cuello
además
las noches eran tristes
y rojas
tanto
que me dediqué a soñar con lo ojos abiertos
Sólo veía una carretera polvorienta
Eran noches nostálgicas
Te dije ahógame
y como no había cuerda
y el hilo en el cuello era invisible
juraste amor eterno
me hiciste una escena de celos
Luego lloramos en voz baja
para no despertar a los niños
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