Fue una de las figuras más importantes de la literatura alemana contemporánea gracias a novelas como El tambor de hojalata. A continuación os ofrecemos 5 poemas de Günter Grass.
Amor
Es esto:
Transacciones sin efectivo.
La manta siempre un poco corta.
El contacto flojo.
Buscar más allá del horizonte.
Rozar con cuatro zapatos las hojas muertas
y frotar mentalmente pies desnudos.
Arrendar y tomar en arriendo corazones;
o en la habitación con ducha y espejo,
en un coche alquilado, con el capó hacia la luna,
dondequiera que la inocencia se baja
y quema su programa,
suena la palabra en falsete,
cada vez diferente y nueva.
Hoy, ante la taquilla aún cerrada,
susurran, de la mano,
el avergonzado viejo y la vieja delicada.
La película prometía amor.
Danza de los velos
Y cae otro
pues tu vestuario, inagotable:
el cajón de los saldos, en liquidación.
Y menos enredada en cada uno,
hay una historia:
continuará.
Y, velada siempre de nuevo,
entregas sorpresas,
a veces trágicas, a veces cómicas.
Y cada tela revela, transparente,
la que sigue, que a su vez
es transparente.
Y en torno a ti, sólo en torno a ti,
gira, gira
a cámara lenta todo.
Y queda intacto
lo que tu codicia —rica en lágrimas—
ha ahorrado.
Y así, una y otra vez,
la belleza tapada sigue siendo
especulación.
Y como cinco mil años y más,
bajo velos, están almacenados,
no cesa nunca, tu danza.
Y yo —acostumbrado al striptease—
te voy mirando, impaciente,
y un poco enervado.
Fuertes golpes
Primero tintinearon los vasos,
luego nosotros, a dos voces,
pero nada se hizo añicos.
Sobre pies de barro
Luego, casi lista
y habiendo conseguido una figura esbelta,
en mitad de la danza, se desplomó
una pareja,
cayó hecha añicos.
Bellamente, en el suelo, los miembros,
en desorden.
Grietas, a lo largo de la espalda,
y roturas limpias
liberaban espacios huecos.
Ellos seguían danzando,
lisiados, aplastados
los pies de barro,
ella desatinada, él todavía
con mirada firme.
De nuevo quiero dejar
que los dos surjan,
más altos, habiendo conseguido mayor esbeltez aún,
con el paso de danza afianzado,
inmunes a toda caída.
Sin embargo, lo sé: posiblemente
siguen hechos añicos.
Un milagro
Hace un momento todavía flojo y gastado,
después de tantos años de uso,
él está de pie
-¡qué milagro!,
está de pie-,
quiere ser objeto de tu asombro, del mío y del tuyo,
difamado y al mismo tiempo útil.
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