Entre sus premios destacan el Ateneo de Madrid, el Ciudad de Sevilla y el Nacional de Ensayo. A continuación, puedes leer 5 poemas de Rafael Montesinos.
Elegía ante un retrato de mi infancia
¿Por qué tan serio, dime, con mi mano en tu frente,
marinero sin mares que surcar? Como ahora,
el corazón tenía un sueño adolescente
y un hombre -da lo mismo.-. naufragando a deshora.
Tus seis años sabían que Dios me había dado
una luz que no acaba y un mundo que no quiero.
Estabas ya vencido de amor y enamorado.
Morías por las mismas cosas que yo me muero.
Esa mirada triste -mi mirada- me enseña
que presentías todo lo que vino después.
Tú te quedaste en esa cartulina pequeña,
yo me fui por el mundo. Lo demás, ya lo ves.
Letrilla
Miénteme tu amor, ahora
que creo en ti. Sobre el lecho,
entre mis brazos estrecho
tu sangre trasnochadora.
¡Pronto, que llega la aurora!
Miénteme, amor, miénteme,
que ya me arrepentiré.
Ay, qué pena me da verte
intentándome asustar
con otro fuego. Pecar
es dejarte y no tenerte.
Mira, niña, que a la Muerte
le he hablado siempre de usté…
Y no me arrepentiré.
Vayan mis labios derechos,
ahora que nadie nos mira,
hacia la dulce mentira
levantada de tus pechos.
Queden mis labios deshechos,
ahora que nadie nos ve,
y ya me arrepentiré.
Quién
¿Quién me dio este país y este momento
transitorio de un siglo a la deriva?
¿Quién me puso en la frente pensativa
esta alegría y este sufrimiento?
¿Quién dejó entre mis labios este acento
de dolor? ¿Quién me tiene en alma viva?
¿Quién decretó a la dicha fugitiva?
¿Quién al dolor -¿por qué?- lo hizo tan lento?
El alma hacia los cielos se dirige,
velocísimamente enamorada,
descarnada del cuerpo que la rige.
Pero el amor, de pronto, da la vuelta,
y el alma da en el pecho alicortada.
yo no sé quién me tiene y quién me suelta.
Sálvame
A eso puedo decir -respondió Don Quijote-
que Dulcinea es hija de sus obras.
(II parte, cap. XXXI)
Pobladora de todos mis sentidos,
tan castamente tú la pobladora,
sálvame, amor, ahora y en la hora
de la muerte, la tierra y los olvidos.
Ay, niña, sálvame a ratos perdidos
la eternidad que al alma, triste, llora
ya por perdida, oh mi eternizadora,
mi arcángel de los gestos doloridos.
Álcese ya mi voz en tu alabanza,
corazón que en un sólo nombre fija
mi corazón de yentes y vinientes,
oriunda de mi única esperanza,
hija de Dios y de tus obras hija,
que me salvas con besos diferentes.
Fábula del limonero
Debajo del limonero,
la niña a mí me decía:
-Te quiero.
Y yo me puse a pensar
que era mejor la corteza.
Tiré las migas de pan.
Debajo del limonero
la niña me dio su beso
primero.
Y juntos vimos caer
los limones por el suelo,
cerca del amanecer.
Debajo del limonero,
la niña me dijo un día:
-Me muero.
Y ya no sé adónde ir ,
que el limonar me recuerda
la gracia de su perfil.
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