“Soy el secundario cómico”, gritó el pequeño Danny de El ultimo gran héroe antes de precipitarse con su bicicleta al vacío. El niño se dio cuenta demasiado tarde de que su posición de amigo del protagonista Schwarzenegger, de Sancho Panza a lomos de su borrico, de segundo nombre en los títulos de crédito, no le garantizaba precisamente sobrevivir en un duelo con los malos de la función.
Decir que estas líneas nacen únicamente para reivindicar la figura de Saul Goodman, o perdón, Jimmy McGill, es casi innecesario. Porque es eso exactamente lo que pasa. Interpretado por el ya imprescindible Bob Odenkirk, superando ahora mismo un inesperado accidente coronario que nos hizo temer por su vida, el cómico ha llevado la figura del “secundario cómico” de Breaking Bad a cotas inesperadas de profundidad y complejidad. Better Call Saul afronta dentro de poco su última temporada, el desenlace de las aventuras de Jimmy, narrando a la vez su conversión definitiva en Saul y, en un flashforward que se promete legendario, el destino final del personaje tras su huida al final de Breaking Bad. Ojo a la serie de Vince Gilligan y Peter Gould, que recuperó también otro secundario memorable como Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks).
Actor Secundario Bob lleva la penitencia en el nombre. Interpretado en la versión original por Kelsey Grammer, alias Frasier, el antaño figurante de Krusty el Payaso, “cazado” en plena faena por Bart Simpson, se reveló a sí mismo como un genio del mal republicano obsesionado con acabar con su némesis menor de edad. Lo que comenzó como una parodia del Max Cady de El Cabo del Miedo acabó generando una mitología propia a golpe de rastrillazo en la cara que continuó a ritmo de un capítulo especial por temporada… durante décadas enteras.
¿Cómo iba a ser Alf el secundario de Alf? Pues eso es lo que pensaba Willy Tanner, o el fallecido actor Max Wright, enfadado porque un peluche peludo robase líneas de guión y atención mediática al cabeza de familia. En plena resaca de E.T. y todo el cine de criaturas nacido a rebufo de la cinta de Spielberg, la chavalería y el público de mediados de los ochenta solo tenía ojos para el melmaquiano, con Wright relegado a mero receptor de las travesuras del extraterrestre y, por tanto, verdadero secundario del invento. El actor, por cierto, en sus últimos años vio su reputación aplastada no por Alf sino por el National Enquirer, que publicó una sórdida fake news con un vídeo sexual que provocó una triste leyenda urbana sobre lo que hacía ahora “el padre de Alf”.
Los años pasan, pero The Wire sigue ocupando cómodamente, intocable toda ella, ese esquivo y mutante trono de “mejor serie de la historia”. La serie de David Simon dejó varios personajes corales para el recuerdo, desde el malencarado estibador Frank Sobotka hasta el carismático Stringer Bell, pero quizá fue el de Omar Little, interpretado por el recientemente fallecido Michael K. Williams, el que más impacto generó pese a sus relativamente escasos minutos en pantalla. Omar era la personificación viva de la calle, el mismo juego en persona, alguien a quien definitivamente no querrías encontrarte en un callejón de Baltimore. Pero, armado con su característica escopeta recortada y gracias a la tortuosa interpretación de Williams, también encarnó a una suerte de degradado Robin Hood capaz de atesorar una moralidad que lo situaba en una categoría distinta a sus rivales, ya fuera a este lado de la ley o su contrario.
Cantar las bondades de esa maravillosa locura que fue Gotham ya sería suficiente para que muchos retiraran el carnet oficial de comentarista de series. Pero esta iteración de la gran propiedad de DC Comics, que situó a un personaje secundario como el comisario Jim Gordon, el aliado institucional de Batman, en el centro de la trama (interpretado aquí con mucho oficio por Ben McKenzie) junto a un grupo de chiflados villanos ofreció paladas enteras de diversión y encanto. Gotham fue un buen y atemporal revoltijo entre el sentido pop de la serie de Batman de los 60, los cromos góticos de Tim Burton en su acontecimiento del 89 y el sentido épico de las películas de Christopher Nolan, una mezcla de procedimental policial casi paródico y cómic pulp sin pretensiones. Y eso lo aplaudimos.
Artículo muy interesante.
Todos los mencionados se convirtieron en pieza fundamental de las series.