Álvaro Tato es un poeta, actor y dramaturgo nacido en Madrid en 1978. Forma parte de las compañías Ron Lalá y Ay Teatro. Es autor de versiones para la Compañía Nacional de Teatro Clásico y obras originales y adaptadas para diversas producciones de artes escénicas que han obtenido numerosos premios y se han representado en una veintena de países. Ha publicado varias obras teatrales, entre ellas Malvivir (2022), Villa y Marte (2022), Andanzas y entremeses de Juan Rana (2020), Todas hieren y una mata (2019; Premio Mejor Autor Teatro de Rojas), Siete otras vidas (2018), Crimen y telón (2018), Cervantina (2016; Premio Max Mejor Espectáculo Musical) y Siglo de Oro, siglo de ahora (2012; Premio Max Mejor Producción/Compañía). Es autor de los libros de poesía como Año luz (2021), Vuelavoz (2017), Zarazas. Coplas flamencas reunidas (2015), Gira (Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández 2011) o Cara máscara (Premio Hiperión de Poesía 2007). www.alvarotato.es
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SILVIDA
Cuando soñamos,
cuando morimos
somos lo mismo.
Sílbamelo al oído si me olvido.
Nietos y abuelos,
padres e hijos
vagan unidos.
Sílbamelo al oído si me olvido.
Reloj de viejo,
tambor de niño,
el mismo ritmo.
Sílbamelo al oído si me olvido.
Quien tiene alas
mira el abismo
y ve un camino.
Sílbamelo al oído si me olvido.
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QUE LA MUERTE SE MUERA
Las vidas que no vivimos
bailan en torno a la hoguera.
La noche se vuelve día,
la muerte se queda fuera,
la nada llena de olvido
se hiela en la noche negra;
frente a la lumbre encendida
nuestras máscaras nos sueñan.
Que la nada nunca llegue,
que la vida siempre vuelva,
que la sombra nos dé nombre
y que la muerte se muera.
En el círculo de fuego
la tribu sueña despierta;
bajo el suelo las raíces,
sobre el cielo las estrellas.
Y el tiempo gira que gira
y el mundo rueda que rueda
y la tribu se imagina
que baila una danza eterna.
Que se fundan nuestros cantos
tejiendo risas y penas,
que la sombra nos dé nombre
y que la muerte se muera.
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SEGUIDILLAS DE LA ERA
Por el árbol del día
crece la hiedra
de la noche abrazada
a su corteza.
Rueda que rueda
el mundo como espiga
sobre la era.
La rueca de la noche
teje el rocío
y a cada gota el día
le prende un hilo.
El mundo rueda
como pareja en baile
sobre la era.
Por la orilla del día
va la marea
de la noche mecida
en sus riberas.
El mundo rueda
como grano en el viento
sobre la era.
En su enagua la noche
guarda una estrella;
le alza la falda el día
para cogerla.
El mundo rueda
como cuerpos de amantes
sobre la era.
A la sombra del día
la noche canta:
amor mío, te espero
de madrugada.
El mundo rueda
como risa en el aire
sobre la era.
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ROMANCE DEL MINOTAURO
En el mar hay una isla,
en la isla un laberinto
donde vive el toro negro
de nuestros sueños perdidos,
nuestras culpas enterradas,
nuestros miedos escondidos,
nuestros deseos que arden
como incendios sumergidos,
las palabras que dejamos
clavadas como cuchillos
entre la lengua y el aire
de lo que no nos dijimos.
En el mar hay una isla,
en la isla un laberinto
donde vive el toro negro
de la rabia y el delirio,
las madrugadas en vela,
las largas noches de olvido,
las huellas de nuestros pasos
por los cruces de caminos,
los años que se volaron
como velas por el filo
del horizonte del mar
donde el sol muere hace siglos,
los amigos que se fueron,
los amores que se han ido,
las promesas incumplidas
que brillan como colmillos
de los monstruos que inventamos
para asustar a los niños.
En el mar hay una isla,
en la isla un laberinto,
espejo de nuestras almas,
mapa de nosotros mismos.
¿Quién encuentra la salida?
¿Quién puede seguir el hilo?
¿Quién ha de cortar su sombra
para tejer su destino?
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ANOCHES
Dos perros medio a muerte medio en juego
que escarban en la tierra de la piel,
dos lenguas de la torre de Babel
que hallan su nombre y que lo olvidan luego,
dos olas rotas en su rumbo ciego,
dos hondos pozos donde hierve miel,
dos zarpazos de tinta en el papel,
dos inmortales pájaros de fuego,
dos volcanes, dos náufragos, dos rosas…
pero justo después de haberlo hecho,
cuando la realidad vuelve a las cosas,
el tiempo al mundo y el aliento al pecho,
tan solo dos personas sudorosas
de la mano y en paz mirando al techo.
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VERA
Cantueso, jara, retama.
Tarde sin prisa ni peso.
Brisa de caricia y beso.
Mi corazón vuelto llama.
Jara, retama, cantueso.
Viento en flor y vida en rama.
Un río en que se derrama
mi corazón. Solo eso.
Retama, cantueso, jara.
Paseo por la ribera
contigo. Sol en la cara
y nada más. Quién volviera,
corazón. Quién regresara
a la anterior primavera.
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