Foto: Rodrigo Vázquez.
Daniel Montoya es un poeta, politólogo y periodista nacido en Bucaramanga, Colombia, en 1994. Acompaña a los estudiantes del Máster de Narrativa en Escuela de Escritores de Madrid en sus proyectos y coordina los contenidos de los cursos por videoconferenica en el mismo espacio. Ha escrito sobre el conflicto armado colombiano en diferentes medios. En 2019 publicó Mandarino (Amargord), su primer poemario, también ha compilado Sobre las macetas: antología de poetas nacidos después de los ochenta en Colombia (Amargord, 2019) y Emilia Ayarza (Magisterio, 2020). Colabora con la editorial de música Liburuak desde el 2021. Presentamos cuatro poemas de Mandarino y dos inéditos.
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instrucciones para recoger mandarinas
en la madrugada, cuando la luz del sol es tan débil que su forma redonda se dibuja entre el filo de la sierra, has de salir. llevarás dos bultos de fique colgando de las espaldas y un canasto de plástico negro que se tercia entre tu hombro y tus costillas. lleva el sombrero puesto por costumbre aunque sepas que la luz todavía no existe y que su forma, aunque distingue la apariencia de un naranjo, no deja de ser una promesa en el cielo. camina hasta El Recreo y saca de tu bolsillo la foto de tu nieto, que nacerá cinco cabañuelas más tarde. con una mano levántala para que mire de cerca la textura de las mandarinas. con la otra muéstrale tu palma arquearse bajo su peso, dejando que tus dedos la rodeen y que, por un momento, sienta él que el fruto y tú son uno. déjala girar lento, como impulsada por la tierra, explicas, hasta que ella caiga sola. y yo veré la mandarina suelta sobre tu mano y el limpio de la rama esperar otra cosecha.
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cabañuela I
de su padre
mi abuelo aprendió,
al comienzo de cada año,
a contar los días como ciclos
en docenas que varían.
aprendió de la seguridad que ofrece el cielo a
los colores que tendrá la tierra.
aprendió a tomar una pala en el momento
que indicaban las nubes de enero
para enterrar, en el tosco de su punta
la fuerza de su pie,
la semilla mandarina que
había de germinar.
aprendió a rezarle a la tierra
en el momento de sequía
para que, introducidos los
cachetes, estos se llenaran de agua.
aprendió a cerrar la ventana cuando
la brisa, que enero
un día adivinó, volara para re-
chinar los amarres de la leña
y de la caña.
aprendió a esperar paciente en el portal
a no marcharse de allí hasta ver
pasar todo lo que desde enero él previó.
de su padre mi abuelo aprendió
que las cabañuela duran dos semanas
y que suceden los doce
primeros días de enero.
que hay que tomar nota
para predecir la cosecha del año.
de su padre mi abuelo aprendió a
de ahí no moverse nunca.
a aferrarse al quicio y al taburete.
y si una tarde, la amenaza
de una muerte —ácida— atravesara la raíz
desupadremiabueloaprendió
que debió haber avisado que vendría
en las cabañuela, al comienzo del año
en los primeros doce días de enero
de lo contrario no sería acogida.
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me advierto a la luz de mi luz
y el agua arrastra un blanco
blanco el cielo, blanco el río, blancos ojos y
yo soy uno con mi reflejo
soy el espacio intruso
soy lo que mi cuerpo tapa
mi cuerpo es negro y su reflejo no lo arrastra la corriente
soy todo aquello que en los días sin luna se posa sobre el mandarino.
***
miras al suelo y
observas la cordillera entera
la miras como imaginas
se ve desde un lunar
y observas que tiene una comba
o tiene dos
que es ancha y que
la levantas entre tus manos
una línea de madera levantas entre tus manos
toda gruesa y toda áspera
la ubicas frente a tus ojos
como adivinando la forma que guarda
que supones que todavía guarda, pero que aún no tiene.
de tu bolsillo sacas el papel granito
que ayer usaste como pañuelo
para limpiar las que fueron, las que
son, heridas en tu pie
y comienzas a limar
la cordillera comienzas a limar
le vas raspando sus combas
como borrándole el plural
y lo áspero haces uniforme
su madera toda apunta al sur.
y una diminuta cabuya amarras en su margen
para que se vuelva en tu muñeca y no se pierda.
zurriaga, la llamas y
en ella te apoyas.
luego guardas tu pañuelo de granito
que contrario a como quedó tras limpiarte tu pie
ahora está arrugado
y en zurriaga te recuestas.
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Para Alejandra, Camilo, Carolina y Miguel.
Creamos juntas mientras el mundo nos guardaba.
este cuerpo humano y torcido que ves
inanimado por la fuerza de otro calor
guarda dentro de él un centro aflorado y leproso
brillante desde las heridas de su rededor.
este cuerpo responde aún al tamaño de tu espacio.
el deseo de nacer puede calmarse.
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Nervetí
I.
yo eso no lo entiendo no.
todos los frutales se han quemado todos todos menos los palos de mango.
de nervetí nadie sale ni entra no.
pero eso yo no lo entiendo.
el año tiene dos estaciones:
hay sol
poco hay sol.
a veces hay años en los que solo sol.
hace un mayo solo sol.
todos los frutales se han quemado todos todos menos los palos de mango.
aseguran que bajo nervetí hay agua sí
que hay agua subterránea dicen todos en nervetí
que ningún nerviterro ha podido cavar lo suficiente para encontrarla dicen.
todos los frutales se han quemado todos todos menos los palos de mango
porque hace un mayo solo sol.
en nervetí hace un mayo que no hay nubes no
hace un mayo solo sol
las raíces de los palos son muy profundas dicen.
tienen muchos años dicen mangos antes que nerviterros.
en este pueblo sin agua, ellos se hidratan.
en nervetí hace un mayo solo mangos solo solo mangos.
y dentro de ellos el agua.
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