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6 poemas de Fragmento de vikingo, de Ágata Navalón

6 poemas de Fragmento de vikingo, de Ágata Navalón

Viviendo entre la llanura, el mar y una ciudad inmensa que traga luz blanca y fondea sobre poetas, surge este libro que nos habla de la vida, de la muerte, en suma, de nuestra identidad construida a partir de fragmentos.

La poesía es el registro que mejor explica esa experiencia consciente. Fragmentos de Vikingo es la biografía poética de quien varado en la planicie, expresa su alma errante y contradictoria. Poema tras poema se desgrana la inquietante percepción fragmentaria, desde el átomo al universo. La poesía de Ágata Navalón es también un recorrido constatable de hechos biográficos, en el que se intercalan videncias arcanas, pero comunes a todos nosotros.

Zenda comparte seis poemas de Fragmentos de Vikingo, publicado por la Editorial El Petit Editor.

***

I.

LUZ

Antes no había luz.

 

Vivían sin luz,

amaban sin luz,

reían sin luz.

 

Y llego la radiación electromagnética  brillante e  iluminadora de rostros,

nacida del hombre primero,

bautizada por la máquina después.

 

Lúmenes en candela,

luces para dormir bebés con sonidos digitales de una nana inventada,

que tejieron los viejos,

luz morada que te despertará de tus sueños.

No hay filtros,

luz absorbente de ojos,

degeneración macular que abre la grieta en esta alma,

inacción imposible porque la luz te vigila,

ojos secos de lágrimas artificiales

gotas con conservantes multidosis,

lubricantes de horizontes para ordenadores biológicos,

albúmina, sal, viscosantes y emulsivos no demulcentes, geles mucílagos.

 

Queda el regreso

el regreso al túnel de la oscuridad,

al solo escuchar el ruido de la calle

porque ya nadie lee libros en voz alta.

 

Luz viva,

locura en tu lucidez, soles de litio y cobalto,

reiterados mensajes en cada luminaria, afables disculpas y perdones,

luces, la muerte de saber que nos cegarán.

 

Malditos, escribimos, amamos y te seguimos, luz naciente de cristal líquido,

y la anciana deja la carta en el buzón equivocado,

nadie ya es estudioso de la ciencia de los correos primitivos.

 

Hemos perdido algo en medio de esta guerra, en la búsqueda de un sentido al origen.

 

Cocinaban sin luz.

Antes de todo esto.

Antes de la luz casi blanca parpadeante en el techo de tu dormitorio.

 

Se escapa

se te escapa,

hablaban a oscuras

también morían,

sabían de la muerte y de la oscuridad antes de que sucediera.

***

II.

VINLAND

Hemos estado allí ¿lo recuerdas?

 

No dejamos rastros ni rostros,

solo tierra y silencio con pupilas plantadas,

cuyas raíces ruidosas aplastábamos al caminar.

 

La bautizaste Vinland pero nunca se materializaba ese nombre.

 

¿Qué es esto? ¿Cómo se llama? Dilo,

nómbralo, nómbranos, nombra el nombre

-gritabas-,

mientras te soñabas dueño,

tú vikingo dueño de la tierra, dueño de mí, dueño

de la hoja seca y el fruto licuado:

zumo caliente podrido

que se imagina divino; líquido

mágico ladrón de esferas,

 

las nuestras.

 

Regresaré, regresaremos -me decías-.

y después, luego, más allá del entonces,

más lejos de tu grito y tu nombre y tu mirada férrea sobre mi y esa tierra,

han escavado, nos han buscado,

ellos, aquellos que no son nuestros hijos,

sombras de los  hijos muertos que me arrancaste,

tú y los otros.

 

Fue solo un colapso,

un asentamiento inconcluso,

un destello,

aquí,

han escrito ellos.

***

III.

LAVANDERÍA

Insolventes e intangibles para los imperios de las luces azules,

caminan empujando sus enseres los hijos de las calles.

 

No los mires, vikingo, esa es la norma.

 

Infranqueables se apoyan en los muros pintarrajeados,

en los que las mesnadas urbanas han perfilado un territorio.

 

Huele a hamburguesa de carne cultivada en los sótanos de los garajes alquilados.

 

El ascensor se ha vuelto a parar en el piso equivocado,

respira, vikingo, llegaremos a tiempo a izar las velas.

 

Los taburetes metálicos pintados de naranja son iluminados

por las bombillas recicladas de las casas abandonadas.

Son contaminantes, es el plomo.

Tú, no logras entenderlo.

 

La mujer de jersey lanudo y azulado de fibras tóxicas y orientales,

tocadas por manos pequeñas, devora carne.

No tiene esclavas.

No será enterrada con su barco.

No cultivará en el invierno.

No empuñará la espada.

No caerá su cuerpo sobre el enemigo casi rendido.

No lo arrastrará por la playa.

Ningún rizo le traerá una dicha,

ningún rizoma que enganche con su conocimiento sensible.

 

La trayectoria circular de las estrellas no sabe de todos estos movimientos terrestres.

 

Las miramos tras el cristal que complacientemente detergenado

nos esconde en este purgatorio,

lejos de la última batalla.

 

No ganamos,

estamos en tierra lavando escudos con líquido oxigenante.

***

IV

VALLE DE LÁGRIMAS

Un hombre salvaje y oscuro cruza un páramo absurdo habitado por coches sin dueños.

 

Algunos se agarran a sus cepos metálicos,

capturados, no organizan una vida ordenada.

El tiempo los destruye estáticamente.

 

La luz solar choca contra ellos, dispersándose,

descomponiendo colores sobre las chapas anaranjadas,

el óxido imita el color de la piel, del alma, del caminar del hombre que no nació en

este valle.

 

El hombre araña la idea de su cuerpo sobre el agua desaparecida

porque los poetas inútiles no explicaron los hundimientos.

 

El agua está bajo tierra, pero nadie la espera.

El hombre no mira. Cruza.

El sol, estrella vieja, lo es todo.

Luz fracturada en siete colores, invisibles para un invidente capaz de medir las longitudes  de onda,

el hombre tienta la perturbación invisible a sus ojos,

en este nuevo valle de lágrimas y  astronautas movidos por los hilos de las máquinas teledirigidas

Nosotros no vemos tampoco dónde habitan los dueños.

Sobrevuelan sus máquinas. El hombre solo las oye

en esta tierra ignota, desencadenante de los hechos narrados.

Los recitarás, tú, con espadas náufragas del oro derretido de las conquistas,

 

espadas ciegas como ese hombre.

 

No me crees, no me creéis, lo sé. Lo veo. Aún veo.

***

V

Identidad.

Me preguntáis por el supercúmulo filamentoso.

 

Queréis entender cuáles son las unidades de mi conciencia,

los procesos neurobiológicos que desencadenaron mi derrota frente a la planicie.

 

Soy testigo de vuestro reclamar de raíces

y  de las cicatrices permanentes en forma de ombligo.

 

Os niego ese razonar buscando la comprensión de la infinitud de mi camino.

No, no creo en la medición cuántica del brillo del universo estático,

olvidáis los huecos y grito cada día porque no tengo miedo,

soy, quizás, la última.

 

Sobreviviré hasta el final de vuestros días, cuando entonces habléis con Dios,

Y ÉL os dirá:

ella no era nada, no pesaba, era aire invisible

a ella le negué descendencia,

ella es la última, no es mía.

 

Entonces, os daréis cuenta de que todo fue un sueño,

de que la tierra no estaba bajo vuestros pies,

que los hijos tampoco fueron vuestros.

 

Opuestos al sol, bajo la falsa tiniebla, no visteis la luz que cae de las estrellas distantes.

Es el origen que habéis olvidado y al que yo pertenezco.

***

VI.

Mar negro.

Has destrozado cada fragmento de vida que has encontrado,

luchaste a tu modo, sin compasión ante la lluvia o la voz de los cuerpos,

escudriñando la sangre del otro, el olor de los líquidos producidos.

Este hedor te persigue regando la tierra con tu vida,

son los rastros, tu rastro.

Te están rodeando, estamos ante la despresurización por impacto,

el vacío.

Oteaste las costas y no tuviste buena fortuna,

elegiste la gloria en la tierra, pero la fiera te vigila,

no hay Dios que te guarde de ella

conjuraste al tiempo,

eso entendimos,

rezando a los destinos de los otros,

no había mapas, el espacio se nos reveló,

cayendo sin explicación ante la extinción absoluta de la historia que no escribimos.

Desfallecido miras la condensación del gas caliente sobre nosotros

y ante el alba y el estrago mi piel ha recordado el mar negro que nos vio nacer,

nuestro origen e imagen del fin, un trazo semicircular,

ejercicio de dominio de un mar abismal que acuna agujeros de gusanos por donde alejarse

-se atraviesan, es el viaje de túneles-.

Eso quieres todavía creer  y marcas con tu mirada unos puntos que te guíen.

-Tiene que haber algo,

un lugar placentero donde dormirse,

porque nada de lo demás importa-.

—————————————

Autor: Ágata Navalón. Título: Fragmentos de Vikingo. Editorial: El Petit Editor. Venta: Librería Soriano, Librería Noviembre, La Pizarra, La librería de Doña Leo y Todos tus libros.

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