Foto: Andrea Martínez.
Maricela Guerrero es una poeta nacida en Ciudad de México en 1977. Estudió Letras Hispánicas en la UNAM y Maestra en Letras Latinoamericanas por la misma institución. Cursó talleres de guión, escritura cinematográfica y escritura creativa con Elsie Méndez en 2013, con Patricio Sáinz en 2015 y con Doris Dörrie en 2017. Su trabajo aparece en revistas como Letras Libres, Luvina, Revista El Humo, Revista armas y letras, Park, Blau Magazine, Kritiker, Poet y Tierra Adentro, entre otras. Ha participado en encuentros, talleres, conferencias y presentaciones nacionales e internacionales y en la exposición colectiva “Todos los originales serán destruidos”. Editora invitada de La casita de mis sueños. Recibió el reconocimiento Poética 3 otorgado por Universitatät zu Köln e International Colleges Morphomata en enero 2017 durante el Festival for World Literature. Ha publicado libros como Desde las ramas una guacamaya (Bonobos/CONACULTA, 2006), Se llaman nebulosas (FETA, 2010), Kilimanjaro (Mano Santa, 2011), Peceras (Filo de caballos, 2013), A río revuelto (Aguaviva, Buenos Aires, 2022; UANL, Monterrey, 2022) o Distancias. de los caprichos de tu corazón (UNAM, Ciudad de México, 2022). Su trabajo ha sido incluido en Efectos secundarios (Madrid: Anaya, 2004), Divino tesoro (México: Casa Vecina, 2008) y Cuatro poetas recientes de México (Buenos Aires: Black & Vermelho, 2011). En 2008 y 2010 obtuvo la beca para Jóvenes Creadores del FONCA. El sueño de toda célula será publicado en nuestro país por la editorial Kriller71 en 2024.
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De la voz
La recolección decía con una voz que subía y bajaba del grave al grave al agudo agudísimo: agudeza de botánica de bióloga, oropéndola de la recolección decíamos: anotar el nombre común y la forma de las hojas recordar: yo recuerdo un patio con árboles centrales yo recuerdo un aire fresco: yo recuerdo, decía cuando esto eran milpas cuando se transitaba en trajineras: las hojas, recuerden no había sustracciones; y recuerdo idílicamente, aunque puede que me falle la memoria: Carmen Miranda; recordar las líneas de las hojas sus formas sus bordes recuperar semillas de ser posible y anotarlo todo y los nutrientes; y su voz variaba con aleatoriedad con elegancia de ave musitando cantos para que aprendiéramos algo: lo que fuera Olmedo, la maestra Olmedo con copete con zapatilla baja con sus uñas redondas y pintadas a la moda con peinado de salón subía y bajaba del 23 de diciembre de 1930 a los últimos días de los ochentas zarandear O que e qué a baiana tem? para pensar en la recuperación de flores en las semillas de Vailov: yo recuerdo que sueño que alguna vez nos contó esa historia del hambre también debió haber dicho algo de las sustracciones, aunque no recuerdo el hambre porque para entonces la etapa del miedo parecía cosa pasada, pero una nunca sabe sólo se recuerda lo que los libros de biología enumeran las leyes de la herencia de Mendel y que entre microscopios, cajitas de Petri, la voz de Olmedo subía y bajaba para decirnos: yo recuerdo; y era cálida y verde y tenía alegre el corazón y una voz que iba y venía para explicarnos del origen y la continuidad de la vida. Y un día nos dijo el sueño de toda célula es devenir células, y millones de ellas participan de esta: nuestra respiración.
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Datos
La lengua del imperio de nuestros días está cifrada en estadísticas, en ríos de datos fluyendo por redes de energía y siliconas, sales: que acumulan reglas y multas y cárcel a los que van en contra del imperio y a nuestra forma establecemos formas de resistirnos a esa lengua: a veces nos sale a veces no.
El imperio habla en monedas y talentos que absorben y cercan ríos que destrozan territorios y extraen minerales y ríos y personas: que disuelven, trozan y acumulan. Intervienen procesos metabólicos: sustraen.
Acumular es una lengua imperiosa.
Competir es una tarea imperial.
Imponer es la masmédula de esto que hasta ahora vislumbro como lengua imperial inserta y dolorosa: aguda, punzante: imponer es una forma de dolor que se introyecta y envenena.
Hace pensar en sustracciones.
Hay algo que requerimos conocer. Hay algo que es preciso comprender y amar. Hay algo ajeno que debe ser soltado.
Soltemos lobos.
Soltemos la idea de que estamos solos.
Esta noche a dieciséis kilómetros de distancia en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía las células de la maestra Olmedo se debaten entre el sueño de devenir células o dormir profundamente; no podemos acompañarlas.
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Lenguaje
No hay hora ni lugar ni espacio en que no anduviera buscando un lenguaje hecho de manos y viento y nutrientes; en que no estuviera investigando una forma redonda y conveniente de nutrirlos
de acompañarlos
de estar:
crecer en compañía
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Canis lupus signatus
A 8 mil setecientos kilómetros o 4 mil setecientas millas náuticas se encuentra un bosque ardiendo desde hace días.
Un avión que iba a sofocar el incendio se estrelló y se hizo uno con las llamas, eso dijeron las noticias.
Ahí vivían familias de lobos, el Canis lupus signatus, en el reportaje está la foto de una madre lobo con sus cachorros trepándose en la espalda para llevarlos bosque arriba y regurgitar la carne que acaba de ir a cazar. En la siguiente fotografía los cachorros tragan la masa sanguinolenta y suave que su madre les ha entregado.
De qué manera harán falta esos cachorros y su madre en el mundo.
De qué curiosa forma la introducción del fuego y los bomberos y los aviones sofocaincendios hubieran podido cambiar el rumbo de las familias de lobos de otras partes del universo.
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De cómo las galas de ciencias, arte, poesía y Humboldt suspenden algunas trabas de la felicidad social
Todas las noches se reúnen en grandes salas, muy bien iluminadas con lámparas de Argand, centenares de jóvenes, de los cuales unos dibujan al yeso o al natural, mientras otros copian diseños de muebles, candelabros u otros adornos de bronce […] Se hallan confundidas las clases, los colores y las razas: allí se ve al indio o al mestizo al lado del blanco, el hijo del pobre artesano entrando en concurrencia con los principales señores del país. Consuela, ciertamente, el observar que bajo todas las zonas del cultivo de las ciencias y las artes se establece una cierta igualdad entre los hombres, y les hace olvidar, a lo menos por algún tiempo, esas miserables pasiones que tantas trabas ponen a la felicidad social.
Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, Capítulo VII
Para Javier Bello
Irse de espaldas y mirar a la bóveda infinita qué cosmos qué noche qué nada: la Ciudad de México era un trozo de vegetal perdido al fondo de un tazón de químicos y excesos: sopa de lluvia ácida que no se detiene nunca: un trozo de algo macerándose en su propio mugrero; entonces recitales en medio del apocalipsis ambiental, así reunidos en un templo alrededor de galas de poesía y efluvios: discusiones sobre la noche latinoamericana, que cuando no se sumerge en sus propias aguas sucias, se sumerge bajo las ráfagas y las tanquetas, los milicos y los estados de excepción: entonces Humboldt generoso abriendo las vitrinas con semillas, los manuscritos, las clasificaciones, estadísticas, tablas, numeralias: remedios y trapitos a las desigualdades, comprensión aguda de la injusticia y pasmo ante las caudas de miserias repartidas en proporciones desmesuradas castas: quién diría entonces que aquel mezcal de agave salvaje reservado tantas noches, más de 79 303 por aproximación y cálculo estimado, desde que el geógrafo desembarcó en americanas tierras, nos esperaba de su mano; y entonces qué: semillas, almanaques, estadísticas, seguimos mirando boca arriba y no amanece, cornucopia de abundancia y referencias al Bío Bío, cordilleras y agave destilado en grados altísimos de alcohol; siete mil kilómetros por tierra por carreteras de Ciudad de México a Santiago por cósmicas noticias de aves de plumajes licenciosos y festivos, que desparecen bajo la forma de un modelo económico, listas de personas que se esfuman esta noche y otra: derroches de la industria del agave, de la industria textil, agricultura e industrias extractivas: sueños y esta lluvia sucia, que parece no menguar de Groenlandia a Patagonia, y algunas desmesuras bajo las lámparas de Argand tan en desuso; y quién diría, Humboldt, que el aquel mezcal reservado y versos y noches: personas de arriba y abajo de una pirámide social multicolor y clases en esta ocasión nos reconforta nos trae el alma al cuerpo para seguir así bajo las luces de un quinque cósmico y preciso para reunir nuestras suposiciones y acomodarlas alrededor de piezas, almanaques, croquis, gavetas y un regocijo inusitado; porque entonces iluminación, noche que brilla de algo como alegre en que parece tan posible, que aún en estas condiciones de erosión: estas reuniones sean propicias a una especie de felicidad social, donde ligeramente se disuelven inequidades y que esperemos que no mengüen, así mientras amanece, miramos boca arriba y al cobijo de palabras y amistad, nos guarecimos.
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piedras
El padre de mi padre es el punto alejado en el mapa hacia el
que quisiéramos conducir para saber algo.
Algo queremos saber, pero todavía no sabemos qué.
Sabemos que hay una distancia que se nos escapa en palabras
pesadas como piedras: prieto, negra, choco, rene, more,
palabras piedras: saltapatrás, cambuja, prieta:
marcas que definen las distancias entre entrar a un sitio,
posar para una foto,
hacer un viaje,
acomodar las piedras,
conducir un auto propio,
trazar otras rutas en los mapas:
acumular resentimientos, olvidos,
desventuras: piedras sobre piedras.
Una vez nos quebraron los cristales de las ventanas.
piedras
Una vez nos dijeron que no podíamos entrar a ese
restaurante.
piedras
Una vez éramos los únicos que no servíamos en un coctel
de la embajada y las personas que servían nos miraban
extrañadas.
piedras
Una vez no compramos el suéter de lana en una
boutique porque el vendedor no dejaba de perseguirnos
inquisitoriamente.
piedras
Una vez que fueron muchas se nos llenó el buche de piedritas
y con ellas levantamos una casa.
Y esa casa se convirtió en un punto de arranque desde donde
recorrer y desbaratar una serie de distancias.
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