Carmen Yáñez dice en el epílogo de este Oficio de soledades (BajAmar): “Durante la creación de este poemario he emprendido muchas cosas que antes nunca tuve la necesidad de aprender, una de ella es cómo convivir con el dolor y no acercarse al abismo que tentaba (…) Estos versos son mi pequeño homenaje íntimo a mi compañero de vida, Luis Sepúlveda, con quien tanto hice y amé”.
Zenda publica seis poemas seleccionados por la autora.
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Lo inefable
Se que la eternidad no existe,
ni existe el más allá de los abrazos, ni el cielo guarda
los amores perdidos.
Se que es un triste alivio escudriñar las estrellas en el firmamento.
El consuelo redime el dolor, lo hace pequeño a su manera,
para no hurgar en la herida del doliente.
La inmortalidad es un breve espacio del tiempo
mientras yo respire y mi corazón duela de amarte
y mis labios te invoquen.
***
Una hoja cae
Está nombrando al otoño.
Una pátina de oscuras
nubes entrando al paisaje.
Cielo atormentado.
Un poema cae
sobre el légamo,
se lastima,
ya no llora.
Un verso cazó el último sol
y lo incorporó a la tarde.
Otra hoja cae
está invocando
tu nombre.
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Poema de amor
A veces el silencio
es el cómplice del misterio
que encierra el mensaje.
Basta la mirada sobre los puntos suspensivos,
entonces la coma se retrae hasta el punto final.
Cada adjetivo debe posarse cuidadosamente
al lado del amor.
Así se construye la ternura.
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El duelo
A veces en los sueños,
levanto las murallas,
aparejo los cimientos.
Soy la constructora eterna de las ruinas.
A veces desafío a la muerte
con su misma guadaña y la derroto.
Soy la sanadora universal
de los cuerpos heridos
en el campo de batalla.
A veces sueño que sueño
reparando los días perdidos.
Soy la idealista ingenua
que ha perdido todas las guerras.
Soy la viuda de tu sombra y de tu negación.
La viuda de la noche desolada
donde aún hay huellas orgánicas
que constatan tu ser,
soy la viuda sin agua,
con las orillas tentadoras de sumarme
a tus misterios
en el desesperado crepúsculo donde quedó tu adiós.
Habítame y yo seré tu memoria.
Abrázame y yo seré tus brazos
para alcanzarme en esta soledad nocturna.
Visítame y yo seré tu corazón
para latir este amor tuyo.
Suéñame para soñar tu boca.
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Casa del río Piles 4
La casa está habitada, aunque parezca vacía.
La luz entra a raudales por las ventanas
e ilumina las baldosas claras.
El silencio merodea y asiste al recuerdo,
recobra el espejismo
de las vidas que fue…
La casa está llena de ti.
Y yo con estas manos despojadas
palpo las humedades del abandono.
Mas no,
aún no, esta derrota en ciernes.
Déjame robarme
esta última reconciliación
con la muerte y quedarme,
un poco más.
***
El oficio
No hay nada más solitario
que escribir un poema.
Aunque asistan allí los gritos exteriores.
No hay nada más solo
que escribir una imagen
aunque el ruido del mundo
se quiera entrometer.
No nada más que soledad
en este juego del lenguaje.
No hay nadie más solitario
y callado que un poeta
en el oficio de escribir el mundo,
otra vez, para imaginar su belleza.
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Autora: Carmen Yáñez. Título: Oficio de soledades. Editorial: BajAmar. Venta: Todos tus libros.
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Desconozco cuál es el procemiento de Zenda cuando publica poemas seleccionados de un libro, pero me sorprenden las faltas de ortografía. No sé si la publicación original las contiene o si es un error. Estoy perdida con la ortografía y otros asuntos lingüísticos. Hasta donde yo sé, “sé” del verbo “saber” lleva tilde, ¿o ya no? Empezar un poema con una falta ortográfica, que además se repite, está lejos de ser un acierto, ¿o no?