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7 grandes poetas cubanos

Este viernes, dentro de la sección No son todos los que están, presentamos la lista de siete grandes poetas de Cuba cuya obra bien podría ser considerada como clásica o influyente en las generaciones actuales de poetas de su país. Pasen y lean. Estos son los que están esta semana, y los que no, ya llegarán.

 ******

GASTÓN BAQUERO 

Gastón Baquero fue un poeta nacido en Banes, Cuba, en 1914. Conocido por su exquisita sensibilidad y oído musical afinado que vuelca en sus poemas de gran originalidad. Consciente de su origen humilde y de su mestizaje que le condenan, desde sus mismos inicios decide apartarse de toda pertenencia. Por estas mismas razones, es decir, para poder ocupar un puesto en la sociedad que segrega, decide hacerse con la militancia católica como modo de falsa integración, pero siempre receloso. Ensayista prolífico, mantiene esa misma actitud de juego con todo el que se le aproxima hasta el final de su vida. Exiliado en España tras la Revolución cubana, murió en Madrid en 1997. 

Testamento del pez

Yo te amo, ciudad,
aunque sólo escucho de ti el lejano rumor,
aunque soy en tu olvido una isla invisible,
porque resuenas y tiemblas y me olvidas,
yo te amo, ciudad.

Yo te amo, ciudad,
cuando la lluvia nace súbita en tu cabeza
amenazando disolverte el rostro numeroso,
cuando hasta el silente cristal en que resido
las estrellas arrojan su esperanza,
cuando sé que padeces,
cuando tu risa espectral se deshace en mis oídos,
cuando mi piel te arde en la memoria,
cuando recuerdas, niegas, resucitas, pereces,
yo te amo, ciudad.

Yo te amo, ciudad,
cuando desciendes lívida y extática
en el sepulcro breve de la noche,
cuando alzas los párpados fugaces
ante el fervor castísimo,
cuando dejas que el sol se precipite
como un río de abejas silenciosas,
como un rostro inocente de manzana,
como un niño que dice acepto y pone su mejilla.

Yo te amo, ciudad,
porque te veo lejos de la muerte,
porque la muerte pasa y tú la miras
con tus ojos de pez, con tu radiante
rostro de un pez que se presiente libre;
porque la muerte llega y tú la sientes
cómo mueve sus manos invisibles,
cómo arrebata y pide, cómo muerde
y tú la miras, la oyes sin moverte, la desdeñas,
vistes la muerte de ropajes pétreos,
la vistes de ciudad, la desfiguras
dándole el rostro múltiple que tienes,
vistiéndola de iglesia, de plaza o cementerio,
haciéndola quedarse inmóvil bajo el río,
haciéndola sentirse un puente milenario,
volviéndola de piedra, volviéndola de noche
volviéndola ciudad enamorada, y la desdeñas,
la vences, la reclinas,
como si fuese un perro disecado,
o el bastón de un difunto,
o las palabras muertas de un difunto.

Yo te amo, ciudad
porque la muerte nunca te abandona,
porque te sigue el perro de la muerte
y te dejas lamer desde los pies al rostro,
porque la muerte es quien te hace el sueño,
te inventa lo nocturno en sus entrañas,
hace callar los ruidos fingiendo que dormitas,
y tú la ves crecer en tus entrañas,
pasearse en tus jardines con sus ojos color de amapola,
con su boca amorosa, su luz de estrella en los labios,
la escuchas cómo roe y cómo lame,
cómo de pronto te arrebata un hijo,
te arrebata una flor, te destruye un jardín,
y te golpea los ojos y la miras
sacando tu sonrisa indiferente,
dejándola que sueñe con su imperio,
soñándose tu nombre y tu destino.
Pero eres tú, ciudad, color del mundo,
tú eres quien haces que la muerte exista;
la muerte está en tus manos prisionera,
es tus casas de piedra, es tus calles, tu cielo.

Yo soy un pez, un eco de la muerte,
en mi cuerpo la muerte se aproxima
hacia los seres tiernos resonando,
y ahora la siento en mí incorporada,
ante tus ojos, ante tu olvido, ciudad, estoy muriendo,
me estoy volviendo un pez de forma indestructible,
me estoy quedando a solas con mi alma,
siento cómo la muerte me mira fijamente,
cómo ha iniciado un viaje extraño por mi alma,
cómo habita mi estancia más callada,
mientras descansas, ciudad, mientras olvidas.

Yo no quiero morir, ciudad, yo soy tu sombra,
yo soy quien vela el trazo de tu sueño,
quien conduce la luz hasta tus puertas,
quien vela tu dormir, quien te despierta;
yo soy un pez, he sido niño y nube,
por tus calles, ciudad, yo fui geranio,
bajo algún cielo fui la dulce lluvia,

luego la nieve pura, limpia lana, sonrisa de mujer,
sombrero, fruta, estrépito, silencio,
la aurora, lo nocturno, lo imposible,
el fruto que madura, el brillo de una espada,
yo soy un pez, ángel he sido,
cielo, paraíso, escala, estruendo,
el salterio, la flauta, la guitarra,
la carne, el esqueleto, la esperanza,
el tambor y la tumba.
Yo te amo, ciudad,
cuando persistes,
cuando la muerte tiene que sentarse
como un gigante ebrio a contemplarte,
porque alzas sin paz en cada instante
todo lo que destruye con sus ojos,
porque si un niño muere lo eternizas,
si un ruiseñor perece tú resuenas,
y siempre estás, ciudad, ensimismada,
creándote la eterna semejanza,
desdeñando la muerte,
cortándole el aliento con tu risa,
poniéndola de espalda contra un muro,
inventándote el mar, los cielos, los sonidos,
oponiendo a la muerte tu estructura
de impalpable tejido y de esperanza.

Quisiera ser mañana entre tus calles
una sombra cualquiera, un objeto, una estrella,
navegarte la dura superficie dejando el mar,
dejarlo con su espejo de formas moribundas,
donde nada recuerda tu existencia,
y perderme hacia ti, ciudad amada,
quedándome en tus manos recogido,
eterno pez, ojos eternos,
sintiéndote pasar por mi mirada
y perderme algún día dándome en nube y llanto,
contemplando, ciudad, desde tu cielo único y humilde
tu sombra gigantesca laborando,
en sueño y en vigilia,
en otoño, en invierno,
en medio de la verde primavera,
en la extensión radiante del verano,
en la patria sonora de los frutos,
en las luces del sol, en las sombras viajeras por los muros,
laborando febril contra la muerte,
venciéndola, ciudad, renaciendo, ciudad, en cada instante,
en tus peces de oro, tus hijos, tus estrellas. 

***

ELISEO DIEGO 

Eliseo Diego fue un poeta, narrador y traductor nacido en La Habana, Cuba, en 1920. Colaborador de la revista Orígenes y destacado miembro del grupo literario formado en torno a dicha publicación, su poesía, de corte popular, evolucionó hacia temas de gran concentración lírica, como la muerte, la angustia o el amor. Entre sus poemarios figuran En la calzada de Jesús del Monte (1949), El oscuro esplendor (1966) e Inventario de asombros (1982). Cultivó también el cuento y el ensayo. Estudioso de las literaturas inglesa y norteamericana, impartió clases sobre este tema en universidades e instituciones culturales cubanas. En 1986 recibió el Premio Nacional de Literatura por el conjunto de su obra, y en 1993 fue galardonado con el prestigioso Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, otorgado por diferentes instituciones económicas y culturales mexicanas. Anteriormente lo habían recibido: Nicanor Parra (Chile) y Juan José Arreola (México). Murió en la ciudad de México en 1994.

Comienza un lunes

La eternidad por fin comienza un lunes
y el día siguiente apenas tiene nombre
y el otro es el oscuro, al abolido.

Y en él se apagan todos los murmullos
y aquel rostro qua amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie viene.

La eternidad ignora las costumbres,
le da lo mismo rojo que azul tierno,
se inclina al gris, al humo, a la ceniza.

Nombre y fecha tú grabas en un mármol,
los roza displicente con el hombro,
ni un montoncillo de amargura deja.

Y sin embargo, ves, me aferro al lunes
y al día siguiente doy el nombre tuyo
y con la punta del cigarro escribo
en plena oscuridad: aquí he vivido.

***

NICOLÁS GUILLÉN 

Nicolás Guillén fue fue un poeta, periodista y activista político nacido en Camagüey, Cuba, en 1902. Como afrodescendiente, Guillén enmarcó su obra dentro del negrismo y los procesos de mestizaje y transculturación, mismos que denominó como el «color cubano». Su extensa obra comienza muy temprano, con artículos periodísticos en su ciudad natal y poemas que no aparecieron en su momento. Entre sus poemarios destacan Motivos de son (1930), Sóngoro Cosongo (1931), West Indies, Ltd. (1934), España. Poema en cuatro angustias y una esperanza (1937), Cantos para soldados y sones para turistas (1937), El son entero (1947), La paloma de vuelo popular (1958), Tengo (1964), Poemas de amor (1964), El gran zoo (1967), La rueda dentada (1972) y El diario que a diario (1972). Su obra prosística ha sido recogida en Prosa de prisa, cuatro volúmenes organizados por Ángel Augier, el último de los cuales apareció en 2006. Su participación política desde las filas del Partido Socialista Popular le valió el exilio durante la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958). Fue fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (1961) de la que sería presidente hasta su muerte, ocurrida en 1989. Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas y es estudiada en Universidades de diversos países de los cinco continentes. Por su obra ligada a las tradiciones afrocubanas, es considerado el máximo representante de la llamada «poesía negra» centroamericana y una de las principales figuras de la cultura de la isla. 

La muralla

Para hacer esta muralla,
tráiganme todas las manos:
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.

Ay,
una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte.

—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—Una rosa y un clavel…
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—El sable del coronel…
—¡Cierra la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—La paloma y el laurel…
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—El alacrán y el ciempiés…
—¡Cierra la muralla!

Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la hierbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor,
abre la muralla…

Alcemos una muralla
juntando todas las manos:
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte… 

*** 

JOSÉ LEZAMA LIMA 

José María Andrés Fernando Lezama Lima, fue un poeta, novelista, cuentista y ensayista nacido en La Habana, Cuba, en 1910. Considerado uno de los mayores autores de la isla, pero también de la literatura hispanoamericana. Es especialmente recordado por su novela Paradiso, considerada como una de las más importantes en la lengua castellana en el siglo XX. Su obra se caracteriza por un profundo lirismo así como por su magistral utilización de la metáfora y la alegoría, idea que sostuvo y desarrollo a lo largo de diferentes ensayos sobre su poesía, como, Analecta del reloj (1953), Tratados en La Habana (1958) o Las eras imaginarias (1971). También destacan libros como Muerte de Narciso (1937), Enemigo rumor (1941), La fijeza (1949) o Dador (1960). Murió en La Habana en 1976.

La madre

Vi de nuevo el rostro de mi madre.
Era una noche que parecía haber escindido
la noche del sueño.
La noche avanzaba o se detenía,
cuchilla que cercena o soplo huracanado,
pero el sueño no caminaba hacia su noche.
Sentía que todo pesaba hacia arriba,
allí hablabas, susurrabas casi,
para los oídos de un cangrejito,
ya sé, lo sé porque vi su sonrisa
que quería llegar
regalándome ese animalito,
para verlo caminar con gracia
o profundizarlo en una harina caliente.
La mazorca madura como un diente de niño,
en una gaveta con hormigas plateadas.
El símil de la gaveta como una culebra,
la del tamaño de un brazo, la que viruta
la lengua en su extensión doblada, la de los relojes
viejos, la temible
y risible gaveta parlante.
Recorría los filos de la puerta,
para empezar a sentir, tapándome los ojos,
aunque lentamente me inmovilizaba,
que la parte restante pesaba más,
con la ligereza del peso de la lluvia
o las persianas del arpa.
En el patio asistían
la luna completa y los otros meteoros convidados.
Propicio era y mágico el itinerario de su costumbre.
Miraba la puerta,
pero el reto del cuerpo permanecía en lo restado,
como alguien que comienza a hablar,
que vuelve a reírse,
pero como se pasea entre la puerta
y lo otro restante,
parece que se ha ido, pero entonces vuelve.
Lo restante es Dios tal vez,
menos yo tal vez,
tal vez el raspado solar
y en él a horcajadas el yo tal vez.
A mi lado el otro cuerpo,
al respirar, mantenía la visión
pegada a la roca de la vaciedad esférica.
Se fue reduciendo
a un metal volante con los bordes
asaltados por la brevedad de las llamas,
a la evaporación de una pequeña
taza de café matinal,
a un cabello.

*** 

DULCE MARÍA LOYNAZ

Dulce María Loynaz Muñoz fue una escritora cubana nacida en La Habana, Cuba, en 1902. Es considerada una de las principales figuras de la literatura cubana. Obtuvo el Premio Miguel de Cervantes en 1992. Publicó sus primeros poemas en La Nación, en 1920, año en que también visitó los Estados Unidos. A partir de esa fecha realizó numerosos viajes por Norteamérica y casi toda Europa, incluyendo visitas a Turquía, Siria, Libia, Palestina y Egipto. Visitó México en 1937, varios países de Sudamérica entre 1946 y 1947 y las islas Canarias en 1947 y 1951, donde fue declarada hija adoptiva. En la década de los 30 su casa de La Habana comienza a convertirse en centro de la vida cultural de la ciudad, acogiendo en las llamadas “juevinas” a diversos intelectuales y artistas, como Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Gabriela Mistral o Alejo Carpentier. Comienza su novela Jardín – cuya redacción le lleva siete años – en 1928, y al año siguiente escribe Carta de amor al Rey Tut-Ank-Amen, entre sus obras destacan libros como Juegos de agua (1947), Poemas sin nombre (1953), Últimos días de una casa y Un verano en Tenerife (ambas en 1958) o Fe de vida (1994). Murió en La Habana en 1997.

Deseo

Que la vida no vaya más allá de tus brazos.
Que yo pueda caber con mi verso en tus brazos,
que tus brazos me ciñan entera y temblorosa
sin que afuera se queden ni mi sol ni mi sombra…

Que me sean tus brazos horizonte y camino,
camino breve y único horizonte de carne:
que la vida no vaya más allá… ¡Que la muerte
se parezca a esta muerte caliente de tus brazos!…

*

Precio

Toda la vida estaba
en tus pálidos labios…
Toda la noche estaba
en mi trémulo vaso…

Y yo cerca de ti,
con el vino en la mano,
ni bebí ni bese…

Eso pude: Eso valgo

***

JOSÉ MARTÍ

José Julián Martí Pérez fue un político, diplomático, poeta, ensayista, periodista y filósofo nacido en La Habana, Cuba en 1853. Fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra de Independencia de Cuba, durante la que murió en combate. Se le ha considerado el iniciador del modernismo literario en Hispanoamérica. Como poeta se le conoce por Versos libres (1878-1882, publicados póstumamente); Ismaelillo (1882), obra que puede considerarse un adelanto de los presupuestos modernistas por el dominio de la forma sobre el contenido; y Versos sencillos (1891), un poemario decididamente modernista en el que predominan los apuntes autobiográficos y el carácter popular. Junto a Simón Bolívar y José de San Martín, José Martí es considerado uno de los principales protagonistas del proceso de emancipación de Hispanoamérica. El 19 de mayo de 1895 una columna española se desplegó en la zona de Dos Ríos y Martí, al llegar al lugar de la acción, fue alcanzado por tres disparos que le provocaron heridas mortales. Tras varios entierros, fue finalmente sepultado el día 27, en el nicho número 134 de la galería sur del cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba. «Guantanamera» es una conocida canción popular cubana. La letra más conocida, adaptada por Julián Orbón,​ está basada en las primeras estrofas de los Versos sencillos, de José Martí.​​ La composición musical se atribuye oficialmente a José Fernández Díaz, más conocido como Joseíto Fernández . 

Yo soy un hombre sincero 

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.

Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez -en la reja,
A la entrada de la viña,-
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: -cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcaide llorando.

Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, -es
Que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.

Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.

Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto.
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

***

VIRGILIO PIÑERA

 

Virgilio Piñera fue un poeta, narrador y dramaturgo nacido en Cárdenas, Cuba, en 1922. Es considerado como uno de los escritores fundamentales y más originales de la isla. Vivió una larga temporada en Buenos Aires, Argentina entre 1946 y 1958. Se relacionó con el grupo de escritores argentinos liderados por Macedonio Fernández, que incluía a Jorge Luis Borges. Regresó a La Habana en vísperas del triunfo de la revolución de Fidel Castro y el Che Guevara. Su obra comparte la característica de jugar con lo absurdo, ya sea a nivel teatral, poético o narrativo. Entre sus obras de teatro destacan Electra Garrigó (1948), Falsa alarma (1949), Jesús (1950), Dos viejos pánicos, (Premio Casa de las Américas, La Habana, 1968) o Una caja de zapatos vacía (Universal, Miami, 1986). Entre sus libros de poesía más importantes se encuentran Las furias (1941) o La isla en peso (1943). Su poesía se caracteriza por la exploración del inconsciente y sus posibilidades formales. Entre sus libros de relatos sobresalen Cuentos fríos (1956), Un fogonazo (1967) y Muecas para escribientes (1968). En la novela cabe apuntar La carne de René (1952), Pequeñas maniobras (1963), Presiones y diamantes (1967) y El que vino a salvarme (1970). Murió en La Habana en 1979. 

La isla en peso (fragmentos)

La maldita circunstancia del agua por todas partes
me obliga a sentarme en la mesa del café.
Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer
hubiera podido dormir a pierna suelta.
Mientras los muchachos se despojaban de sus ropas para nadar
doce personas morían en un cuarto por compresión.
Cuando a la madrugada la pordiosera resbala en el agua
en el preciso momento en que se lava uno de sus pezones,
me acostumbro al hedor del puerto,
me acostumbro a la misma mujer que invariablemente masturba,
noche a noche, al soldado de guardia en medio del sueño de los peces.
Una taza de café no puede alejar mi idea fija,
en otro tiempo yo vivía adánicamente.
¿Qué trajo la metamorfosis?

[…]

Hay que saltar del lecho y buscar la vena mayor del mar para desangrarlo.
Me he puesto a pescar esponjas frenéticamente,
esos seres milagrosos que pueden desalojar hasta la última gota de agua
y vivir secamente.

[…]

Llegué cuando daban un vaso de aguardiente a la virgen bárbara,
cuando regaban ron por el suelo y los pies parecían lanzas,
justamente cuando un cuerpo en el lecho podría parecer impúdico,
justamente en el momento en que nadie cree en Dios.
Los primeros acordes y la antigüedad de este mundo:
hieráticamente una negra y una blanca y el líquido al saltar.

[…]

Los cuerpos en la misteriosa llovizna tropical,
en la llovizna diurna, en la llovizna nocturna, siempre en la llovizna,
los cuerpos abriendo sus millones de ojos,
los cuerpos, dominados por la luz, se repliegan
ante el asesinato de la piel,
los cuerpos, devorando oleadas de luz, revientan como girasoles de fuego
encima de las aguas estáticas,
los cuerpos, en las aguas, como carbones apagados derivan hacia el mar.

[…]

Bajo la lluvia, bajo el olor, bajo todo lo que es una realidad,
un pueblo se hace y se deshace dejando los testimonios:
un velorio, un guateque, una mano, un crimen,
revueltos, confundidos, fundidos en la resaca perpetua,
haciendo leves saludos, enseñando los dientes, golpeando sus riñones,
un pueblo desciende resuelto en enormes postas de abono,
sintiendo cómo el agua lo rodea por todas partes,
más abajo, más abajo, y el mar picando en sus espaldas;
un pueblo permanece junto a su bestia en la hora de partir,
aullando en el mar, devorando frutas, sacrificando animales,
siempre más abajo, hasta saber el peso de su isla;
el peso de una isla en el amor de un pueblo.

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Lucas
2 meses hace

S Muy bueno el primero exiliado otros pro revolución no creo que apoyen dictaduras viva la libertad y el muro bo parece pro libertad

Rolando Carmenates
Rolando Carmenates
2 meses hace
Responder a  Lucas

No incluir a Heberto Padilla en esa lista de poetas cubanos imprescindibles, constituye, por lo menos, un olvido inexcusable.
El ambiente de represion y censura del régimen dictatorial de los hermanos Castro y sus metástasis posteriores, que no ha cesado ni uno solo de los dias de los ultimos 65 años mas que justifica su inclusión aun y cuando su poesía no poseyera el elevadisimo poder tropologico y lexico/ semantico que la caracteriza. Padilla no solo es un poeta censurado, perseguido y castigado por su forma de pensar sino por haberse atrevido a expresarlo con tanta calidad literaria que hubiera sido casi imposible negarle el premio que sin duda merecía. Padilla debe ser restaurado como punto referencial para la novisima poesía cubana que solo le pasa por al lado con un guiño cómplice en lugar de abrazarlo y sostenerlo como ejemplo de honestidad literaria.

Aguijón
Aguijón
2 meses hace

Nicolás Guillen, José Martí… no hace falta estar de acuerdo con lo que piense su autor si la obra te gusta… aunque en ambos casos la música ha ayudado a conseguirlo no hay duda que las composiciones tienen dentro esa «musicalidad» y los autores del arreglo musical una gran calidad.