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7 grandes poetas ecuatorianos

Este viernes, dentro de la nueva sección No son todos los que están, presentamos la lista de siete grandes poetas ecuatorianos cuya obra bien podría ser considerada como clásica o influyente en las generaciones actuales de poetas de su país. Pasen y lean. Estos son los que están esta semana, y los que no, ya llegarán.

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JORGENRIQUE ADOUM 

Jorgenrique Adoum fue un poeta, ensayista, dramaturgo, narrador y diplomático nacido en Ambato, Ecuador, en 1926. Fue, durante cerca de dos años, secretario privado de Pablo Neruda. Viajó a Egipto, India, Japón e Israel y tras el golpe militar en Ecuador se instaló en París, donde fue lector de literatura en español, portugués y catalán para ediciones Gallimard, periodista de la Radio y Televisión de Francia y traductor de la ONU y la OIT en Ginebra. Regresó a su país en 1987 y dos años después se le concedió el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo. Algunos de sus libros de poesía más destacados son Ecuador amargo (1949), Los cuadernos de la tierra (Premio Nacional de Poesía de Ecuador, 1952), El dorado y las ocupaciones nocturnas (IV volumen de Los cuadernos de la tierra, 1961) o Informe personal sobre la situación (1973). También es autor de la novela Entre Marx y una mujer desnuda (Premio Xavier Villaurrutia, 1976). En 2005 fue postulado al Premio Cervantes. 

En el principio era el verbo 

te numero, te teléfono aburrido
te direcciono (callo, caso y escalero)
te habitacionada ya te lámparo te suelo
te vaso te enfósforo te libro
te disco te destoco te desvisto desoído
te camo te almohado enciendo descobijo
te pelo te cadero me cinturas
nos trasvasamos labio a labio
me embotello en tu adentro
nos rehacemos te desformo me conformo
multiplicada tú yo mildividido

*****

RUBÉN ASTUDILLO Y ASTUDILLO

Rubén Astudillo y Astudillo fue un poeta, periodista y diplomático nacido en El Valle, Azuay,  en 1938. Considerado por algunos un autor de culto, inició su carrera literaria con la fundación del grupo literario Amanecer y la publicación de la revista del mismo nombre, en Cuenca. Algunos de sus libros más destacados son Del crepúsculo (1957), Trébol sonámbulo (1958), Desterrados (1960), Las elegías de la carne (1968), La larga noche de los lobos (1973), Del aire, el fuego y los recuerdos (1976), Celebración de los instantes (China, 1987; Venezuela, 1989 ), El crepúsculo de los lobos (1993),  Resplandor plural (1993) o su libro póstumo Regreso al sol negro (2005). Murió en El Valle, Azuay, en 2003.

Oración para ser dicha aullando o tercer intento de salvación.

Arrastrados por el miedo le crearon los

unos; por la pasión los

otros; alguien tal vez por cobardía; por la

soledad, muchos.

 

pero si yo pudiera; si este poder

nos dieran, lo haríamos tan solo por la

pena.

 

cuánto debes sufrir en tu abandono,

pordiosero, limosnero

de nombres y de preces.

cuánto deben dolerte los

mundos que no hiciste; los trapos de color

en donde

te han podrido; y, el aire consagrado

en donde tanta peste te

sobreapesta el

agua.

 

no te odiara ni amara si existieras, (me han

dado la evidencia de que tu nunca fuiste,

-entre paréntesis-)

pero si es que existieras en verdad, te invitara

a que caigas y

nos llegues; te diera mi camisa y mis

zapatos; mi chompa; mi blue jean; y mis

pañuelos; mi modo de beber y mi

costumbre

de abrazar hasta olvidarme las esquinas, los

bares y las pistas.

 

hecho hombre y en ahora, te llamara a que

vivas

y

goces con nosotros, si alguien puede gozar

en estos

días.

 

así yo te proclamara. así

yo te creara.

 

con otro nombre te dibujara el mundo:

el que te han puesto

debe dolerte mucho. pesarte a cuchillazos. y a terrores.

 

yo te llamara amigo. es la única palabra

con que

puedo zurcirte los pedazos que

restas: es la única lámpara con las manos

salvadas en esta gran resaca.

 

amigo, en nuestras jorgas fueras; asistieras

al cine; rodaras las aceras; con nosotros

conocieras el

nombre de todas las palabras.

 

pienso que te estoy viendo y estallan las

mañanas del sueño

en media luna: sentado a nuestras mesas;

con nuestros

mismos tragos amasando tus mundos;

gimiendo el

rock. oyendo los ladridos de amor del jazz;

con nuestros mismos gritos

dulcificando

el aire; con nuestros mismos pasos de

veleros cansados

señalando la ruta que el sol debe

seguir, después de cada fiesta.

 

vieras que nuestra música es mejor que los

coros

de tanta virgen loca; de tanto anciano turbio;

de tanto

ángel sin sexo. que nuestro paraíso está aquí

y hundidos

vamos a sorbos largos en él y a trote

rojo como caballos ebrios, mientras la

vida tiene sentido, únicamente, por estas

pequeñeces que te cuento y te

invito:

una canción, un árbol, una mujer, un bar,

una luz en la

selva, una vela en el

agua.

 

si existieras, por la pena

que causas, cuánta falta nos haces.

 

si hubieras, qué bien nos llevaríamos

contigo por

hombres, por solitarios, por abandonados.

 

lo malo es que no existes; yo tengo

esta evidencia y me ahogo gritándote

por la falta

que me haces.

 

lo malo es que no existes y ya ni nosotros

te podemos crear

para que no estés solo.

y lo peor de todo árbol que no

veremos, agua que no tendremos; nube

que no vendrás, es que así te creáramos

no fueras

sino otro de los tantos despojos

enfogatado en el

alma; cada vez que te han creado

te han

muerto; nunca te han dejado niño;

han hecho que te olviden; te matarán de nuevo si es

que vienes. quédate donde estás amigo,

hermano, nadie.

 

a lo mejor tú eres ese sabor que busco desde

antes; desde

siempre, quédate donde estés;

deja que nos hundamos; sálvate

tú siquiera; a lo mejor te amo; sin creer

en ti te amo a lo

mejor, y grito

no quiero que te maten no existente.

 

más vale que no mueras otra vez,

ni que vengas.

 

a-y olvidado en la primera luna.

a-y hijo nuestro que no llegarás nunca.

a-y imposible porque así vinieras solo

nosotros somos los animales que

sobreviven, quédate donde

estés. yo no quiero perderte. no quiero que te

maten. aun cuando te odie a veces, en otras

te amo tanto, carajo.

*****

CÉSAR DÁVILA ANDRADE

César Dávila Andrade, conocido con el sobrenombre de El Fakir por su aspecto físico y su declarado interés por temas místicos, es, probablemente, uno de los mejores poetas que ha dado Ecuador. Nacido en Cuenca en 1918, este lejano descendiente del general José María Córdova (uno de los héroes de la independencia, conocido con el sobrenombre del héroe de Ayacucho) también se dedicó al ensayo y fue el máximo exponente del relato breve ecuatoriano. En su obra se entremezcla lo neorromántico y neosurreal. Procedente de una familia pobre, se trasladó a Quito en 1951 hasta que, como consecuencia de una oferta de trabajo en Venezuela, marchó a Caracas, donde ejerció de periodista y corrector de pruebas hasta su suicidio. Se rebanó la yugular con una cuchilla de afeitar delante del espejo, en el Hotel Real de Caracas que pertenecía al poeta y amigo Juan Liscano, a la edad de 48 años. 

Espacio me has vencido

Espacio, me has vencido. Ya sufro tu distancia.
Tu cercanía pesa sobre mi corazón.
Me abres el vago cofre de los astros perdidos
y hallo en ellos el nombre de todo lo que amé.
Espacio, me has vencido. Tus torrentes oscuros
brillan al ser abiertos por la profundidad,
y mientras se desfloran tus capas ilusorias
conozco que estás hecho de futuro sin fin.
Amo tu infinita soledad simultánea,
tu presencia invisible que huye su propio límite,
tu memoria en esferas de gaseosa constancia,
tu vacío colmado por la ausencia de Dios.

Ahora voy hacia ti, sin mi cadáver.
Llevo mi origen de profunda altura
bajo el que, extraño, padeció mi cuerpo.
Dejo en el fondo de los bellos días
mis sienes con sus rosas de delirio,
mi lengua de escorpiones sumergidos,
mis ojos hechos para ver la nada.
Dejo la puerta en que vivió mi ausencia,
mi voz perdida en un abril de estrellas
y una hoja de amor, sobre mi mesa.

Espacio, me has vencido. Muero en tu eterna vida.
En ti mato mi alma para vivir en todos.
Olvidaré la prisa en tu veloz firmeza
y el olvido, en tu abismo que unifica las cosas.

Adiós claras estatuas de blancos ojos tristes.
Navíos en que el cielo, su alto azul infinito
volcaba dulcemente como sobre azucenas.
Adiós canción antigua en la aldea de junio,
tardes en las que todos, con los ojos cerrados
viajaban silenciosos hacia un país de incienso.
Adiós, Luis Van Beethoven, pecho despedazado
por las anclas del fuego de la música eterna.
Muchachas, las mi amigas. Muchachas extranjeras.
Dulces niñas de Francia. Tiernas mujeres de ámbar.
Os dejo. La distancia me entreabre sus cristales.
Desde el fondo de mi alma me llama una carreta
que baja hasta la sombra de mi memoria en calma.
Allí quedará ella con sus frutos extraños
para que un niño ciego pueda encontrar mis pasos…

Espacio, me has vencido. Muero en tu inmensa vida.
En ti muere mi canto, para que en todos cante.
Espacio, me has vencido…

*****

ILEANA ESPINEL 

Ileana Espinel fue una poeta, periodista y crítica literaria nacida en Guayaquil, Ecuador, en 1933. Perteneciente a la conocida como Generación del 50, fue una de las representantes femeninas más rotundas, sugerentes e innovadoras de la lírica ecuatoriana de la segunda mitad del siglo XX. Fundadora del club poético de Guayaquil junto con Miguel Donoso Pareja y David Ledesma. Fue editora en los periódicos El Universo, El Telégrafo y La Nación. Algunos de sus libros más destacados son La estatua luminosa (1959), Arpa salobre (1996), Diríase que canto (1969), Tan solo trece (1972), Solo la isla (1995) y La canción sin retorno (2018). 

Valium 10

Con un Valium diez puedes cambiarte
lo negro en blanco y lo real en mito,
y pisarte el pretérito infinito
sin un paso que deba torturarte.

Con un Valium 10 tu ser podría
ilusionar al ángel de la angustia
y convertir esa sonrisa mustia
en cascabel de pánica alegría.

Con un Valium 10, tan solo una…
Y lanzarte en cohete hacia la luna
tras una noche insomne como ésta.

¡Ah, pequeña pastilla milagrosa
que levantas mis nervios de su fosa
con un responso de dopada fiesta!

*****

PEDRO GIL 

Pedro Gil fue un poeta y narrador nacido en Manta, Ecuador, en 1971. Perteneció a los talleres literarios dirigidos por Miguel Donoso Pareja. Ejerció los más variados oficios, entre ellos: sepulturero, reportero, terapeuta de alcohólicos y drogadictos y alguna vez, ratero. Fue coordinador del taller literario de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí. Publicó los libros de poesía Paren la guerra que yo no juego (1988), Delirium trémens  (1993), Con unas arrugas en la sangre (1996), He llevado una Vida Feliz (antología poética que incluye: Los Poetas Duros No Lloran, 2001), Sano juicio (2004), 17 puñaladas no son nada (antología personal, 2010), Crónico, Poemas del Psiquiátrico Sagrado Corazón (2012) y Bukowski, te están jodiendo (2015). También es autor del libro de cuentos El príncipe de los canallas (2014). Murió el viernes 21 de enero de 2022 a la edad de 50 años.

Lucky, el indomable

Ah, este Lucky siempre sonriendo

George Kennedy en “Lucky, el indomable”

Mi padre se sentó a beber

y no se levantó hasta la muerte.

Hasta la mañana que -a empujones-

lo llevaron al especialista quien le diagnóstico

cáncer

al esófago y los días contados.

-Prohibida la bebida, Don Gil

-¿Para qué? Si en la tumba no se come ni se bebe.

*

Al atardecer pidió en la fonda del barrio

un caldo de pata

le dijo al fondero que se lo cobrara a Dios

que le debía demasiado.

*

En la noche, aprovechando su estatura

bajó una estrella

que usó como lámpara para buscar

en la bodega de la casa recuerdos

y tablas de madera.

*

Al siguiente día moría

junto a un ataúd para niño.

*

En su sepelio estuvimos solo niños.

Desde los 5 hasta los 80 años.

Niños llorones, niños asesinos, niños débiles,

niños duros, niños diplomáticos, niños borrachines.

Nos quebrantamos ante la tumba de niño

de mi padre.

*

Todos consideran sus vidas dignas

de un libro o una película.

Claro que no toman en cuenta

que hay libros mágicos, reales, mediocres

y hasta impublicables.

¡Mi padre fue un gran libro!

*

Les cuento:

el negro Víctor enterró con sus propias manos

(él mismo hizo los ataúdes de madera)

a sus cinco niños, tres varoncitos y dos mujercitas.

Sus hijos.

Mis hermanos.

*

Paul Newman fue un actor duro.

El Negro Víctor, mi padre, no fue actor,

Fue un duro.

Real.

Bueno.

*

Solo un hombre duro puede reposar en una tumba de niño. 

*****

Efraín Jara Idrovo

Efraín Jara Idrovo fue un poeta nacido en Cuenca, Ecuador, en 1926. Premio Nacional de Literatura “Eugenio Espejo” (1999). Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay (1970-1984 y 2003-2007). Director del Guacamayo y la Serpiente, Revista de la Sección de Literatura de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay. En 1954 decidió establecerse en las Galápagos. Algunos de sus libros más destacados son Carta en soledad inconsolable (1946), Tránsito en la ceniza (1947), Rostro de la ausencia (Cuenca, 1948), Dos poemas (1973), Sollozo por Pedro Jara (Cuenca, 1978), El mundo de las evidencias (Cuenca, 1980), In memoriam (Cuenca, 1980), Alguien dispone de su muerte (Cuenca, 1988), De lo superficial a lo profundo (Quito, 1992), Los rostros de Eros (Cuenca, 1997) y El mundo de las evidencias —obra poética, 1945-1998— (Quito, 1999). Murió el 8 de abril de 2018. 

OPOSICIONES FONOLÓGICAS

posa

pesa

pisa

pasa

¡qué poco te exige la vida!

******

David Ledesma Vásquez 

David Ledesma Vásquez fue un poeta nacido en Guayaquil, Ecuador, en 1934. Durante la década de 1950 formó parte del grupo literario Club 7. Trabajó como locutor de radio y actor de teatro. En 1953 publicó su primer poemario, Cristal. A éste le siguieron Club 7 (1954) escrito junto a los otros cuatro miembros de la agrupación, Gris (1958) que obtuvo el premio del diario de Caracas Lírica Hispánica y la sección «Los días sucios» de la obra colaborativa Triángulo (1960). La noche del miércoles 29 de marzo bebió con unos amigos y en la mañana del jueves 30 de marzo de 1961 se ahorcó en el armario de su cuarto utilizando una corbata amarilla. En el bolsillo de su camisa se encontró un último poema titulado El poema final dedicado a su hija. Tras su muerte se convirtió en un poeta de culto y su obra ganó popularidad. Dejó varios poemarios inéditos con varios nombres tentativos como La risa del ahorcado o La corbata amarilla. En 1962 se publicó póstumamente el poemario Cuaderno de Orfeo, cuya edición estuvo dirigida por Ileana Espinel. En 2018 el Centro de Publicaciones de la PUCE publicó su obra poética completa y en España la editorial Pre-Textos publicó una antología.

El poema final

(Texto encontrado dentro de su camisa

la noche de su muerte)

 

De pronto,

como cortado o incompleto,

como un silencio nada más,

desciendo,

como una sequedad en la garganta,

como una pausa en que vacila el aire.

Amor mío… Amor mío…

¿Qué cosa puedo darte?

Tú me has dado tan sólo tu presencia,

tu sonrisa y a veces tu aliento,

una proximidad y nada más.

Yo te regalo un muerto. Cuídalo bien.

Es tuyo.

Solamente recuérdalo,

cierta fecha de octubre,

porque donde tú naces yo termino.

Y mientras tú me pienses, viviré.

De pronto

toda la vida se hace un punto,

se hace un grito,

se hace la más perfecta y dulce música.

Perdóname si sola, si desnuda,

si limpia te he dejado;

torno a la soledad. Allí he vivido.

Perdóname, tú, madre.

No me entienden.

Si un ruido horrible suena en la cabeza,

si una cosa sin nombre nos agobia,

si algo estalla de pronto… ¿Qué ha de hacerse?

 

El prudente tal vez buscará un médico,

el ocioso tal vez dejará estarse las venas en su sitio,

pero el que es todo corazón y siente

por el pellejo igual que las arterias,

¿qué ha de hacer, me pregunto?

Si de pronto

uno repugna ante uno mismo.

Si cada corazón

cada pulgada

de íntimo dolor pesa y resuena

como pasos andando adentro,

como trompadas…

Amor mío, perdóname… Lo sé,

ahora puedo amarte. Nada más.

Puedo decir que estoy en ti, que vivo

libre, sin huesos,

como un aire vivio,

como algo que sí puedes amar.

¡Ah! Lo demás. Ya lo demás no importa…

Simplemente no se es.

No quedan huecos.

Apenas un momento de silencio

y nada más.

La rueda sigue andando.

 

El molino no deja de moler.

Ni nadie pierde su trabajo

a causa de un tornillo que se rompe.

¿Lloran? No sé.

Yo no he querido el llanto.

Adoro las inmensas bocas frescas

que se abre al impulso de la risa.

Y la música adoro. Y la alegría.

Y las cosas más limpias de los seres:

por ejemplo los besos, los adioses,

la mano que se pone sobre el hombro,

los niños y los perros indefensos.

Pero de pronto es necesario irse.

 

De pronto, es necesario ser no-ser,

abrise una ventana,

o acabarse

sencillamente

como podremos hoy, mañana o el domingo,

tú, yo o fulano

hacer paréntesis,

borrarse del paisaje, hacerse humo.

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Mercedes
Mercedes
8 meses hace

Una selección amplia. He extrañado algunos nombres, especialmente el de Jorge Carrera Andrade, un poeta mayor de la literatura ecuatoriana.

Peter Monteros
Peter Monteros
2 meses hace
Responder a  Mercedes

Esta lista señala a siete poetas ecuatorianos cuya obra podría ser considerada como influyente en las generaciones actuales de poetas de Ecuador, e incluye a un tal Rubén Astudillo, a una tal Ileana Espinel, y a un tal David Ledesma a quienes estoy seguro de que en Ecuador nadie los conoce o conoce su obra; y, por lo contrario, deja a un lado a verdaderos pesos pesados de la poesía ecuatoriana como son: Medardo Ángel Silva, Jorge Carrera Andrade, Alfredo Jaramillo Andrade y Jaime Galarza Zabala.