Juan Carlos Astudillo Sarmiento es un escritor, fotógrafo, periodista y académico nacido en Cuenca, Ecuador, en 1979. Durante su carrera ha publicado varios libros de poesía, como Los caminos del espejo (1999), con el que ganó una mención de honor del Premio Jorge Carrera Andrade; Del Profundo Albedrío (2003), Espiralia (2013) y El revés del indicio (2022). Por otra parte, su obra fotográfica está recogida en los libros Reflejos y armonía, Parque Nacional Cajas (2014) y Cuenca, paso a paso (2016). También, ha sido incluido en antologías de poesía ecuatoriana producidas en Venezuela, México, El Salvador y España, mientas que su fotografía ha aparecido en revistas especializadas en Argentina, Costa Rica, EE.UU. y España. Su trabajo como periodista e investigador le ha llevado a publicar La voz de Quingeo y La voz de Chobsi (2010), Educación sostenible en Yasuní (2012) y Las voces que cuentan (2020). Además, es director del proyecto Salud a la Esponja de creación literaria y visual (10 números en casi 20 años). En sus libros El tiempo semejante (2020) y El vértigo del nido (2020) explora las posibilidades expresivas de la fotografía y la poesía al crear un diálogo que enfrenta lo lírico con lo visual.
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1
para ser Uno primero restarse y empezar en Cero…
para amar lo necesario, el vacío de cuanto suma sobrando.
(mucho peso en la espalda impide llevarse lo que cada lugar ofrece)
para viajar tranquilo, perder el miedo al regreso…
para cantar en giros se deben respetar los silencios que nos componen.
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Sadhna
una voz me alcanza y cobija la habitación…
reconozco un color afónico
como quien
se acerca al lugar nombrado; sin decirlo
o esperarlo.
para abismar un candil hay que soplar
un vacío azul, sus versiones y corriente.
por eso insisto y respeto la palabra pronunciada antes que salga el sol…
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libertaria…
me llevo un fósforo en remiendo
y un trozo de papel:
¡siempre llueve en la montaña!
me llevo el secreto en una pluma, oscura,
de un peso extraño y cobarde.
¡todas mis aves vuelan al revés!
me llevo la voz maniatada, el desapego,
adiós y escudo bajo el brazo.
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un libro de ensayos de sarduy, una minúscula antología de goytisolo, un manual extenso del temporal de acuario, un pincel lanzado de sancho preso en la venta, un doble disco, extraño, monumental, de merredith monk, una querencia derretida de michaux, una prenda suelta y depresiva junto al reflejo del polvo, su funda y sorbete y, sobre ellos, derramados, un par de lentes bajo el furor helado de la lámpara de hierro y cristal. un teléfono dormido, un mail abortivo, una estela de otros libros, revistas, zapatillas, comentarios, pensamientos, diluciones y un espacio que crece así de grande para cuanto encuentro poblando el espacio vacío que dejó tu luz de vela de cumpleaños, de luciérnaga errante, de bengala en niebla y bosque quieto, encajonado.
el aluminio debería ser tu color, digo, todo reflejo te convence.
¿viste cómo ahora no sabes nada de lo que soy, ni entiendes nada de lo que digo?
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la distancia que dibuja el tiempo
un eco que la esquiva
la esquina en un rincón semejante
un reflejo en que sentimos soledad
la sorpresa y el amparo
el sillón
una mano cauta
lo gris cuando camina
el jazmín
***
¿verdad que te sorprende el mundo
cada día
colgado a tu ventana
y que ríes y acompañas la distancia preguntándote,
a solas,
qué es de mí?
¿que tu voz pulsa un latido
y martilla
el silencio de mi espacio danzando eso que llamas,
ahora,
sequía y voluntad?
¿que encuentras la infancia
y acuarelas cuando rio
y tropiezas un eco
y miras las montañas en donde podría estar?
¿que te abrazas y hundes y te confunden los aromas que asisten al alba?
***
¿viste que te encuentro al fondo de un trigal verde, rectangular, espacioso; de pie sobre el tapial de madera que sostiene el balcón casi a ras de piso, también de madera, desde donde respiras la huerta, el río y la montaña, reclinadas las rodillas, sonriendo cada paso del sueño despeinado que se acerca mientras, a la distancia, observo y sostengo el corazón hinchado de tu nombre mojando la tierra asistiendo el rumor de la Verdad?
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