Inicio > Poesía > 7 poemas de Manuela Gómez
7 poemas de Manuela Gómez

Manuela Gómez es una poeta nacida en Medellín, Colombia, en 1985. Estudió Periodismo y cursó la maestría de Creación Literaria, en la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona. Ha publicado La vida como era (2017) y La hora de los satélites (2020) En el 2017 obtuvo la beca para la creación en la categoría de poesía, de la Alcaldía de Medellín y en el 2019, el premio del Ministerio para la publicación de una obra inédita.

***

La vida como era

Amanecía muy pronto
y las olas de la noche
dejaban peces globos
regados en la arena.

Yo sé que el agua
se secaba con el viento,
que la sal nos ponía
la piel tostada.

Y que la noche
una y redonda con el mar,
nos enseñó el verdadero
tamaño de los hombres.

Bajo ese cielo los miedos
se contaban rápido,
eran lindos como medusas
cerca de la orilla,
mamá dormía bien
entre las palmas
y todavía no empezaba
a olvidar.

Quiero quedarme ahí
aunque esté lejos,
así conozca
esa ternura
que no extraña
la vida como era.

***

La paloma

La paloma
aparece en la ventana
antes de que el poema ceda.

La luz despierta reflejos
en sus plumas violetas
como un espejo puesto
al sol.

Se pica el cuello
doblando la cabeza,
no parece hecha
de huesos.

Cuando abre del todo
las alas y agita el vuelo,
entra aire hasta mi mesa.

***

Por si acaso

Esperar que con el agua y el calor las zanahorias pierdan su dureza.
Huir de las hormigas que entretejen las paredes,
los bordes ocultos de la mesa,
las palabras negras de los libros de turno.
Abrir la ventana solo un poco y sin hacer ruido.
Recoger los libros del piso y amontonarlos en bloques pequeños.
Preparar las clases de literatura.
Regar las plantas cuando sea de noche.
Dejar una luz del corredor encendida, por si acaso.
Permitir que las cobijas se suspendan un segundo en el aire antes de tocarme.
Inventar el canto de los grillos o escuchar
cómo van las llantas de los carros en la oscuridad,
la quebrada que a veces ruge y a veces canta,
las voces de los otros
que viven
arriba y abajo.
Hago todo eso
para no pensar en la muerte.

***

No pasa
casi nunca

No pasa
casi nunca
pero bailamos,
la música nace
en un rincón
del cuarto
iluminado por
la lámpara pequeña
en la mesa de noche.

El bebé está sentado
en el suelo de madera
me dice con un gesto
que le quite
la ropa,
se da palmaditas
en la panza
se inclina hacia adelante
y hacia atrás
mueve la cabeza
muy rápido
de un lado
al otro.

Su hermano
está sobre la cama
se quita la camisa
igual que el bebé
y sabe cómo hacer
una guitarra
con las manos,
es el cantante
nosotros
su público
y ya suena
la canción
de Los prisioneros,
saltamos con su
la ra laa laa
la ra laa laa.

Me acerco
al papá
de los niños
me pego
a su espalda
después
al pecho
y quiero
dormirme
ahí nada más
sobre la piel.

Pero el día que sigue
o el que le sigue a ese
él y yo
discutimos
en la cocina
bajo las luces
horribles de neón
junto a los platos sucios
en el lavadero
los pies
en las baldosas
heladas
aún sin barrer.

¿Por qué
abro, cierro
la nevera
con rabia
con violencia?
¿Por qué parece
que nunca
hubiéramos sido
felices?
¿Por qué siento
como si fuera
el final de todas
las cosas?

***

Me doy cuenta:

Lavas la ropa manchada
de nuestro bebé
eres tú, no yo,
quien amasa las piernas
del niño mayor cuando le duelen
y no puede dormir.
He notado que nos miras
como si recién
nos descubrieras,
mientras comemos
juntos en la mesa.
Pero a veces pido,
que por favor regrese
uno de esos días
solamente
tú y yo,
bajo el cielo
tendido
azul
pastel

como en las fotos.

***

Juegos

Sobre la cama está todo listo:
De un lado los héroes
al frente los villanos,
el niño levanta el que más le gusta
una pantera con cuerpo de hombre
y hace que hable
que prevenga a los otros
de una posible batalla,
después tose
-el niño tiene gripa-
antes que la realidad
interrumpa demasiado
dice
“en el juego mi tos no existe”.

La mamá admira con qué facilidad
el niño desaparece lo que no conviene.
Y a ella,
cuánto le cuesta ocultar
-a veces-
el miedo
el vacío
la falta de esperanza.

***

Antes

Antes
mi hijo decía luenga
en vez de lengua.
Yo no lo corregí
ni una sola vez.
Amaba el sonidode esa palabra extraña
como recién nacida.
Cuando alguien le enseñó
“Se dice jirafa, no firasa”
de verdad lo lamenté.
Igual con la mariposa
que antes era papiosa.
Sabía que esas palabra
no se quedarían
mucho tiempo
ahí,
en su voz.
¿Para qué apurarse entonces?
Las palabras habituales
están ahora en su sitio.
Excepto,
cuando quiere hablarme
de jaguares y dice
“mamá están en vida de extinción”.
Ya sabemos
no hay que decirle nada,
quizá queden algunos días así
en que la vida se extinga
sin intermediarios.

3.8/5 (42 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios