Maribel Andrés Llamero es una poeta nacida en Salamanca en 1984. Realiza su tesis doctoral en Filología Hispánica en el ámbito del estudio del bilingüismo literario luso-español en la Universidad de Salamanca. Licenciada también en Filología Portuguesa y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, trabaja como profesora asociada de literatura en el departamento de lenguas modernas en la Universidad de Salamanca, al mismo tiempo que imparte clases de lengua y cultura españolas a extranjeros. Como creadora ha representado piezas breves de dramaturgia, ha publicado artículos para El País y ha participado en recitales poéticos y antologías. Ha publicado los libros de poesía La lentitud del liberto (Ed. Maclein y Parker, 2018) y Autobús de Fermoselle (XXXIV Premio Hiperión de poesía, ed. Hiperión, 2019).
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Oda al Centro Comercial
[…] en él el hombre pasa entre bosques de símbolos
que le observan con mirada familiar.Charles Baudelaire
Los nuevos adalides erigieron catedrales
repitiendo hasta la náusea formas —y no espacios—
donde proclamar sus glorias
y alabanzas.
Dentro no existe la noche ni el día,
en los templos del consumo
los hermosos artificios, las imágenes lumínicas
sacuden, convulsionan al creyente
cuyas cuencas vacías entrevén
en peregrinación semanal la tierra prometida;
y se arrodillan y rezan al Saint Laurent,
cuya radiante distinción descienda sobre todos nosotros,
mortales.
Los elegantes lebreles adiestrados
ya reconocen cafeterías
y marcas clonadas por todo el planeta,
y eso les hace sentir
muy bien.
Las grandes cadenas repiten
a lo largo y ancho del globo
una misma música y un idéntico orden
de la vestimenta por tonalidades
que hace experimentar a sus clientes
una estabilidad estética feliz.
Caminemos por las grandes superficies
al amparo de los símbolos del Capital
para sentirnos en casa. Sus signos
son
lo reconocible, lo inmutable,
las raíces familiares.
Bienvenidos, recién nacidos, al hogar. Papá y mamá
son dos multinacionales.
Carabelas aéreas vuelven a atravesar los continentes
pero el Mundo Nuevo es el mismo en todas partes.
No podréis huir ya pequeños lebreles
de vuestra casa paterna
para crecer.
Ya no hay viaje posible
ni escapatoria
para vosotros,
eternos pasajeros
en la tierra
de las copias vacías.
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Iluminación
Los profetas enseñaban:
En sus residuos
los reconoceréis.
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Ocultemos la soledad con un perrito
Algo en la simetría diseñada de ciertas ciudades
expulsa la vida. Porque la perfección
que nos acecha en sus esquinas rechaza
a los tristes y melancólicos,
a los desencontrados de sí.
Ocultemos entonces el dolor y la ansiedad con un perrito,
el alma devastada con Prozac.
Sedientos de gasolina para avanzar
ya podemos decir que somos máquinas.
Por qué sería mejor aceptar la vida,
y su natural vaivén y sus ciclos,
aprender que el sufrimiento es natural y exige a veces,
pararse
en el medio
del camino,
al borde
y aguardar.
Nada más.
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Campos de tierra
Esto es Castilla,
mi cuerpo tan seco,
esta carne prieta y dura como alpaca,
levantada por leves lomas, colinas
modestas, algún apacible remanso.
Esto es Castilla
los ojos oscuros color de barro
la piel y las trenzas recias, pardas.
Vengo de la tierra del pan y del vino
donde otros antes que yo
escondieron la cebada
que no saciaría
el hambre ni la sed.
Soy nieta de emigrantes, carbón humano,
las entrañas unidas con alambre,
mujeres y hombres ceñidos de esparto
y entregados al delito del trabajo
manual. Ellos me levantaron el pecho
con golpes de azada que aún retumban
en el amor áspero y tierno que me puebla
los surcos de las severas costillas.
En frágiles pasos de albarcas me han traído
para que un día yo soltara
las hoces de siega, la esteva del arado
y cantara estos poemas;
me han colmado la boca de trigales,
me han confiado toda la luz,
la digna primavera de la maleza.
Soy de un hogar que se seca y se adhiere
como costra en los codos de la tez morena.
Soy de un hogar compacto hasta la grieta,
donde el roble solo sangra si lo partes.
Ay del agua oculta —dentro siempre dentro—
en nuestro pecho, quién oirá este canto
de labranza que cargo en las espaldas,
quién este ruido de savia entre los huesos.
Esto es Castilla,
y todos los árboles
que me brotan en hilera
señalan que debajo fluye un río.
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La nieta del molinero
muele la tierra muele muele
muele el trigo molinero
muele pan
son sus manos morenas
pan pan pan
muelen
pan trigo pan
guarda la maquila o el dinero
de los que vienen de Gema Jambrina y Moraleja
a Casaseca
muele pan pan pan
muele
el hijo del molinero corre y juega
y me sueña dormido
entre sacos calientes
muele
ochava media ochava y fanega
solo muele por el día
si lo hiciera por la noche
la Guardia Civil
pam
muele muele muele muele
pan pan pan y pan
el trigo en la panera
la cebada en el costal
la piedra para el cuerpo
muele
salvado salvadilla
harina harinilla
muele
sonríe la tolva está lista
la piquera con grano
ya muele muelen
sus manos
Castilla
la tierra
muele
el molino que no conocí
la espalda
el alma
Castilla
muele
muele la tierra
muele
a mi abuelo.
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De los yugos
Esta vida se les va llenando de vacíos.
Se han limpiado tantas veces de sangre
las almas y la boca, han resistido
la cencellada y los sabañones,
el peso de la pala enferrujada que cava
para sus propios difuntos, saben bien
que no hay lumbre para el niño que agoniza.
Esta vida se les va llenando de vacíos.
Me dice mi padre que en estos campos
mudos aprenda a acallar las palabras
porque todo lo que no es silencio, hija,
acaba por ser aullido.
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Far West
Esta planicie sigue siendo el oeste
y en mí siempre cupo el espanto
de los grandes desiertos,
de la soledad de la encina de Castilla.
Jamás laberinto más terrible
que aquel que no conoce muros.
La noche se cierne aquí sobre nosotros
de una sola vez y por entero
y cuando el sol te inunda
—qué hacer si te calcina—
nadie se puede guardar.
Abandonados somos a la llanura.
Que buenos!!! Miraré para comprar sus libros, que descubrimiento!!