Se cumplen 75 años de la primera edición de Arándanos para Sal, una de las obras maestras de Robert McCloskey, figura prominente del álbum estadounidense del siglo XX, considerado leyenda viva en su país hasta su muerte, hace ahora exactamente 20 años. La obra de McCloskey recibió múltiples reconocimientos en los años 40 y 50, entre ellos dos medallas Caldecott (una de ellas, por su popular Abran paso a los patitos), así como varias menciones honoríficas, que fue el galardón que recibió Arándanos para Sal, ratificando el éxito de crítica y público del álbum.
El sencillo argumento de partida (nada extraordinario acontece nunca en la esfera del idilio, el tiempo aparece estancado o limitado a la sucesión estacional y a los acontecimientos cotidianos que tienen lugar en un espacio que sí cobra protagonismo, que se convierte en una presencia fundamental: la casa y su contorno, la región —avatares domésticos, pequeñas celebraciones…—) no necesita demasiada explicación: la pequeña niña Sal y su madre han subido a la Colina Azul para coger arándanos y así poder envasarlos y disponer de ellos durante el invierno. Es la misma idea que ha tenido otra familia, en este caso animal: se trata de mamá Osa y de su pequeño Osito, que por el lado contrario de la colina se disponen a comer todos los arándanos posibles antes de su hibernación.
Sobre este eje de simetría y contraposición, que McClosky ejecuta con un dominio soberbio del paisaje (grandes diagonales de ascensión en un sentido o en otro, magistral control del blanco de la doble página apaisada, del trazo negro y de las masas de sombras), así como un sabio uso de la perspectiva que permite planos y contraplanos majestuosos donde lo pequeño es engrandecido (criaturas monumentales en primer término, altas como los más grandes árboles) y tiene lugar el juego entrañable y sencillo: el zascandileo de la pequeña humana y el osezno alrededor de las madres atareadas, su despiste cómico, que lleva a un intercambio de parejas: Sal y Osito se pierden y siguen por error a la madre equivocada.
La pequeña aventura se resuelve de forma risueña: con el susto mayúsculo de los mayores, frente al candor despreocupado de los pequeños, que ignoran y sobrevuelan cualquier peligro. Ambas madres saldrán corriendo y recuperarán a sus criaturas. Nada trágico podía acontecer en un álbum como este, construido con imágenes de reunión y de ensamblaje de una belleza humanizada (la celebración del juego infantil acontece en medio del esplendor natural del paisaje).
“Osito acabó junto a la mamá de Sal y Sal junto a la mamá del Osito”. Es la sencilla oración simétrica que se lee en una de las memorables dobles páginas del álbum, enmarcando el esplendor completo de la Colina Azul, la tierra donde conviven seres humanos y animales. Es una imagen de integridad, el canto de McCloskey a la tierra natal y a la familia.
Acabado el libro, el lector puede comprobar que todo estaba ya cumplido desde el principio: cubierta y contracubierta del álbum muestran la belleza infantil de sus protagonistas (aquí, Sal; allá, Osito, como dos caras de la misma moneda) mientras que las guardas, en gran panorámica, ofrecen un retrato entrañable de la familia del artista: ya en casa (emotivo y vivaz interior hogareño), mamá embota los arándanos mientras Sal juguetea con las gomas de los tarros de cristal. Al fondo, a través de la ventana, se avistan, muy pequeñas, las grandes masas boscosas de la Colina Azul.
—————————————
Autor: Robert McCloskey. Título: Arándanos para sal. Editorial: Corimbo. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: