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8 poemas de Anne Sexton

Anne Gray Harvey, más conocida como Anne Sexton, ​fue una poeta nacida en Newton, Massachusetts, en 1928. Considerada como una de las poetas estadounidenses más laureadas del siglo XX desde sus inicios como escritora, publicó sus primeros poemas en revistas de gran prestigio, como The New Yorker, Harper’s Magazine y Saturday Review, y asistió al taller literario de John Holmes, donde conoció a Maxine Kumin, de quien ya no se separaría hasta el final de sus días y con quien escribió en colaboración cuatro libros infantiles. En otro taller entró en contacto con Sylvia Plath y después dirigió sus propios talleres de escritura en distintas universidades. Figura rodeada de controversia por sus numerosos diagnósticos de enfermedad mental y su posterior suicidio, convirtió la experiencia femenina en el tema central de su obra poética y pasó a ser considerada una de las figuras más destacadas de la poesía confesional. Durante su carrera literaria publicó numerosos poemarios, entre los que destacan Al manicomio y casi de vuelta, Vive o muere (por el que ganó el Premio Pulitzer), Poemas de amor, Transformaciones y El libro de la locura. El 4 de octubre de 1974, Anne Sexton almorzó con Maxine Kumin para revisar las galeradas del manuscrito de The Awful Rowing Toward God (El horrible remar hacia Dios), programado para publicarse en marzo de 1975. Al volver a casa se puso el abrigo de piel de su madre, se quitó sus anillos, se sirvió un vaso con vodka, se encerró en el garaje y encendió el motor de su automóvil, suicidándose por intoxicación por monóxido de carbono. Presentamos una selección de su obra poética con traducciones de Ana Mata Buil, Beatriz Estrada Moreno, Verónica Zondek y Ben Clark.

***

Menstruación a los cuarenta

Pensaba en un hijo.
El seno no es un reloj,
ni una campana que suena,
pero en su undécimo mes de vida
siento el noviembre
del cuerpo como el del calendario.
En dos días es mi cumpleaños
y como siempre la tierra ha dado su cosecha.
Esta vez ando husmeando a la muerte,
la noche hacia la que me inclino,
la noche que quiero.
Así pues –
¡dilo!
Estaba todo el tiempo en el seno.

Pensaba en un hijo…
¡Tú! El nunca alcanzado,
el nunca germinado ni desatado,
tú de los genitales que yo temía,
del rabito y del aliento del cachorro.
¿Te daré mis ojos o los suyos?
¿Serás David o Susana?
(Estos dos nombres escogí y escuché atenta su sonido.)
¿Puedes ser un hombre como tus antepasados –
los músculos de las piernas de Miguel Ángel,
manos de Yugoslavia,
de alguna manera el campesino, eslavo y decidido,
de alguna manera sobreviviente, repleto de vida –
y sería posible incluso
todo esto con los ojos de Susana?

Todo eso sin ti –
dos días se han ido en sangre.
Yo misma moriré sin bautismo,
una tercera hija que les daba igual.
Mi muerte ocurrirá el día de mi santo.
¿Qué tiene de malo el día del santo?
Es solo un ángel del sol.
Mujer,
tejiendo una tela sobre los tuyos,
un veneno fino y enredado.
Escorpión,
mala araña –
¡muere!

Mi muerte desde las muñecas,
dos etiquetas con nombres,
sangre llevada como un ramillete prendido
para florecer,
uno a la izquierda y otro a la derecha –.
Es una habitación cálida,
el lugar de la sangre.
¡Dejad la puerta abierta de par en par!

Dos días para tu muerte
y dos días hasta la mía.

¡Amor! Esa enfermedad roja –
año tras año, David, ¡me volverías loca!
¡David! ¡Susana! ¡David! ¡David!
llena, despeinada, silbando en la noche,
nunca envejeciendo,
siempre esperándote en la puerta…
año tras año,
mi zanahoria, mi repollo,
te habría poseído antes que todas las mujeres,
diciendo tu nombre,
diciéndote el mío.

***

Rezando en un boeing 707

Madre,
cada vez que le hablo a Dios
tú te entrometes.
Sales con tus bla bla blas en bloque,
otra vez con el asunto de las cartas.
Si escribo un poema
tú das un reporte contable.
Si hago el amor
me das las frases más graciosas.
Señora Sarcasmo,
¿por qué no te queda ningún hijo?

Ellos se aguantan sus reverencias.
Ellos se agachan con tu estilo.
Ellos se estrechan las manos –como-estás-tú
en esa misma forma inimitable.
Ellos se saltan la sopa con perejil
como tú nunca pudiste.
Ellos llevan a sus hijos en sus brazos
como tazas de chocolate caliente
como tú nunca pudiste
y todavía, todavía
con tu sonrisa, con tu hoyuelo, te imitábamos
te imitábamos a lo lejos…
el gran pino del verano,
la playa que te bañó de aceite,
el jardín hecho de narices,
la luna atada sobre el mar,
los grandes perros de sangre caliente…
la muñeca que me diste, Mary Gray,
o que tu madre me dio
o que me dio la crida.
Quizás fue ella.
Ella tenía un alma,
y era italiana.

Madre,
cada vez que le hablo a Dios
tú te entrometes.
Arriba en el avión,
bajo las nubes tan pequeñas como cachorros,
el fuego postrado en el sol,
hablé con Dios y le pedí
platicarle mis fracasos y mis éxitos,
le pedí que me hiciera un juicio moral
como lo hace.

Él dice
no has hecho,
no has hecho.

Madre,
tú y Dios
flotan con el mismo vientre
arriba.

***

Vieja

Le tengo miedo a las agujas.
Estoy cansada de las colchonetas y los tubos.
Estoy cansada de los rostros que no conozco
y ahora pienso que la muerte comienza.
La muerte empieza como un sueño,
lleno de objetos y de la risa de mi hermana.
Somos jóvenes y caminamos
y recogemos moras azules
durante todo el camino a Damariscotta.
Oh, Susan, ella lloraba.
manchaste tu cintura nueva.
Dulce sabor –
mi boca está llena
y el dulce azul se acaba
durante todo el camino a Damariscotta.
¿Qué haces? ¡Déjame sola!
¿no ves que estoy soñando?
En un sueño nunca tienes ochenta años.

***

Ama de casa

Algunas mujeres contraen matrimonio con casas.
Es otro tipo de piel; tiene corazón,
boca, hígado y movimientos intestinales.
Los muros son permanentes y rosados.
Vean cómo se sienta sobre sus rodillas el día entero,
limpiándose abnegadamente.
Los hombres entran a la fuerza, succionador como Jonás
dentro de sus madres carnosas.
Una mujer es su madre.
Eso es lo más importante.

***

Sólo una vez

Sólo una vez supe para qué servía la vida.
En Boston, de repente, lo entendí;
caminé junto al río Charles,
observé las luces mimetizándose,
todas de neón, luces estroboscópicas, abriendo
sus bocas como cantantes de ópera;
conté las estrellas, mis pequeñas defensoras,
mis cicatrices de margarita, y comprendí que paseaba mi amor
por la orilla verde noche y lloré
vaciando mi corazón hacia los coches del este y lloré
vaciando mi corazón hacia los coches del oeste y llevé
mi verdad sobre un pequeño puente encorvado
y apresuré mi verdad, su encanto, hacia casa
y atesoré estas constantes hasta el amanecer
sólo para descubrir que se habían ido.

*** 

El toque (The touch) 

Meses permaneció mi mano aislada
en una lata. No había nada allí salvo rejas de metro.
Quizá esté magullada, pensé,
y es por eso que la han encerrado.

Pero cuando miré yacía en silencio.
Se podría medir con esto el tiempo, pensé,
como con un reloj, por sus cinco nudillos
y las finas venas subterráneas.

Allí yacía, como una mujer inconsciente,
alimentada por tubos que no conoce.
La mano se había colapsado,
diminuta paloma salvaje
entrada en reclusión.

Le di la vuelta y la palma era vieja,
con líneas finamente bordadas
y puntadas subiendo por los dedos.
Era gruesa y blanda y ciega en algunos sitios.

Tan solo vulnerable.
Y todo esto es metáfora.
Una mano corriente, sólo que añorando
tocar algo que pueda devolver
el toque.

La perra no lo hará.
Mueve el rabo en la ciénaga mientras busca una rana.
No soy mejor que una lata de comida de perro.

Ella es dueña de su propia hambre.

***

El arte negro

Una mujer que escribe siente demasiado,
¡qué trances y portentos!
Como si los ciclos y los niños y las islas
no fueran suficiente; como si los enlutados y los chismes

y las verduras nunca fueran suficiente.
Ella piensa que puede advertir a las estrellas.
Una escritora es en esencia una espía.
Querido, yo soy esa niña.

Un hombre que escribe sabe demasiado.

¡tales hechizos y fetiches!
Como si las erecciones y los congresos y los productos
no fueran suficiente; como si las máquinas y los galeones
y las guerras no bastaran nunca.
Con muebles usados él hace un árbol.
Un escritor es en esencia un estafador.
Querido, tú eres ese hombre.

Nunca amándonos,
odiando hasta nuestros zapatos y sombreros,
querido, querido mío, nos amamos uno al otro.
Nuestras manos están celestes y suaves.
Nuestros ojos están llenos de confesiones terribles.
Pero cuando nos casamos,
los niños se retiran con asco.
Hay demasiada comida y no queda nadie
que se coma toda la extraña abundancia.

***

Lunes

Debe ser viernes a estas alturas.
Admito que he estado mintiendo.
Los días no se congelan
y decir que la nieve contiene el silencio en su interior
es ignorar las posibilidades de la palabra.
Sólo el árbol contiene en él al silencio;
silencioso como el crucifijo
machacado hace años
como un zapato artesanal.
Alguien una vez
le pidió a un elefante que no se moviera.
Es por eso que los árboles permanecen quietos todo el invierno.
No van a ningún lado.

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Pablo75
Pablo75
3 ddís hace

La traducción diluye la poesía (“Si escribo un poema / tú das un reporte contable.”)

Pablo Betelu
Pablo Betelu
2 ddís hace

Hola, soy Pablo. Espero se encuentren bien. Gracias por estos poemas de Sexton.
Gracias Juan Domingo.

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