Como tantos otros muchos, los actos de la celebración del centenario del nacimiento de Miguel Delibes, uno de los autores más relevantes de la lengua española del siglo XX, han sido paralizados por la pandemia. Pero esta conmemoración puede pasar al interior de nuestras casas porque ¿quién no tiene en su biblioteca una obra del novelista castellano?
Es el planteamiento que traslada a los lectores la editorial Destino, cuya catálogo ha hecho de Miguel Delibes su «columna vertebral» durante décadas desde que en 1947 el autor se diera a conocer con el Premio Nadal.
El centenario de Delibes iba a conmemorarse con varios actos, entre ellos, el más sobresaliente, la exposición que la Biblioteca Nacional de España tenía previsto inaugurar en marzo, comisariada por el escritor Jesús Marchamalo, que tuvo que ser aplazada por el cierre de esta institución ante el estado de alarma.
Ante esta situación, para rescatar a Delibes de nuestras estanterías de libros y animar a su lectura, la editorial ha difundido en redes sociales los mensajes de Emili Rosales, director de Ediciones Destino, y de cuatro autores contemporáneos: Sergio del Molino, Manuel Vilas, Aroa Moreno y Berna González Harbour. Cada uno de ellos es autor de uno de los prólogos de las ediciones conmemorativas publicadas recientemente de Los santos inocentes, El camino, Cinco horas con Mario y El príncipe destronado, cuatro de sus obras imprescindibles que iban a presentarse en un acto en abril.
En 2020, además del centenario del nacimiento de Miguel Delibes, se conmemoran los diez años de su fallecimiento, y por eso, explica Emili Rosales, no hay que dejar pasar «la gran ocasión» de celebrar a este autor y a su vigente literatura. «Creemos firmemente en la vigencia de su obra y queremos que él también esté presente en vuestras casas y forme parte de las decenas de campañas de lectura activas estos días de confinamiento», considera la editorial.
Manuel Vilas describe Los santos inocentes, este drama rural de los años 60, como una «historia de dominación«: «Es una novela realista, de un realismo esencial, y a la vez una novela ética, pero no es una novela que exponga un credo político o una tesis. Porque en Delibes hay ternura y hay comprensión, y su mundo literario no termina en la denuncia de la injusticia». Pero Vilas destaca también otra cosa de esta novela: «Está escrita» con un amor al español que pocas veces me ha sido dado contemplar como lector. Acaso en Cervantes, acaso en Quevedo, acaso en Borges, o en Rulfo», sostiene. Y asegura que quien crea que esta novela se agota en la representación de la injusticia propia de un país, propia de España, se equivoca. Porque es tan universal como el Guernica de Picasso. Es en su opinión, una cumbre artística y literaria, una obra perfecta.
Treinta años tenía Miguel Delibes cuando publicó El camino, en 1950. Era su tercera novela, después de haber ganado el Nadal en 1947 con La sombra del ciprés es alargada, y de publicar en 1949 uno de sus pocos títulos que pueden considerarse fallidos, Aún es de día, recuerda el escritor Sergio del Molino, que prologa esa obra, que califica de obra maestra: «Lo que nos sigue cautivando de la mirada sobre el pueblo y del pueblo mismo no es que retrate a un grupo de personajes subalternos y empequeñecidos por un destino mediocre que acatan sin rechistar. Lo que nos emociona es la comprensión que se demuestran unos a otros, la forma en la que viven y dejan vivir».
La escritora y periodista Berna González Harbour destaca asimismo la vigencia literaria que mantiene intacta de otra de las obras maestras de Delibes, El príncipe destronado, a pesar de los cambios sociales y políticos vividos en España y de que hace más de cincuenta años que la escribió. Y destaca cómo esta novela ofrece al lector una oportunidad: «la de situarnos ante el espejo de nuestra realidad».
La tambien periodista y escritora Aroa Moreno habla de Cinco horas con Mario, la novela que Delibes publicó en 1966 y con la que, desde la voz más íntima de una mujer, señala, retrató la complejidad de todo un país. «Su país se parece mucho al nuestro. Mario contiene a muchos hombres. Y Carmen a muchas mujeres. Su discurso es el mismo que el de muchas de nuestras madres y abuelas, forzadas a cumplir siempre y puntualmente el rol familiar tras unos barrotes invisibles».
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