Cuando Benito Mussolini llegó a Roma, en octubre de 1922, llamado por el Rey Víctor Manuel III para formar gobierno, hizo un alto en el camino en el Hotel Savoia. Allí pensó en hacer una entrada triunfal a caballo en la capital, pero una vez descartada la idea decidió enfundarse un traje de chaqueta negro, una camisa negra y un sombrero del mismo color. A su llegada al Palacio del Quirinal, saludó al rey con un firme: “Señor, disculpe mi atuendo. Vengo del campo de batalla”.
A pesar de haber dormido en un cómodo coche cama, haber hecho parada en uno de los hoteles más lujosos del país y de que el grueso de sus famosos “camisas negras” aún no había llegado a la ciudad, Mussolini sabía que tenía que crear el canon fascista, la leyenda de su llegada al poder como un “acto de insurrección”, aunque su gran logro hubiera sido haberlo hecho en el marco de la constitución. En Cómo mueren las democracias, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, profesores de la Universidad de Harvard, analizan la construcción del imaginario común a todos los autócratas, el proceso por el que alguien —nunca solo— se hace con el poder de toda una nación, un “negocio” en el que la manipulación rompe todas las reglas democráticas del juego.
Al abrir las páginas de este libro podría parecer que uno está leyendo La conjura contra América, de Philip Roth, pero lo tristemente cierto es que estamos ante un ensayo. Tan real como la historia. Una búsqueda concienzuda de los elementos comunes a los ascensos al poder de Adolf Hitler, Alberto Fujimori o Augusto Pinochet, entre otros. En este sentido, los autores desarrollan la obra en torno a cuatro señales para identificar a una persona autoritaria. Y es aquí cuando más miedo da continuar con la lectura. El rechazo a las reglas democráticas, la negación de la legitimidad de los oponentes, el aliento a la violencia y la voluntad de restringir libertades civiles de los opositores políticos, ideológicos o sociales. Cuatro raíces de las que nacen numerosas ramas.
Con un cierto norteamericacentrismo, Levitsky y Ziblatt analizan y comparan ejemplos de manifestaciones de algunas de esas cuatro señales en nuestra historia reciente e incluso en la actualidad. Y tomando al Presidente Donald Trump como ejemplo recurrente nos alertan acerca de la importancia de cuidar un bien tan preciado como sensible: nuestras democracias.
En esta labor, una de las grandes conclusiones que nos deja la obra es que tan importante reconocer esas posibles amenazas como apreciar a los defensores que anteponen el valor democrático a sus intereses. Uno de ellos pudo ser el senador de Wyoming Joseph O’Mahoney, quien también aparece en la obra. En 1937 el presidente Franklin Roosevelt, tras su exitosa reelección y con mayoría en ambas cámaras, quiso ampliar el Tribunal Supremo con miembros afines a sus ideas. El senador O’Mahoney, tan cercano al presidente que se había sentado al lado de Eleanor Roosevelt en la cena de inauguración de mandato, se opuso a la idea y escribió una carta a un amigo: “Todo este embrollo huele a Maquiavelo… ¡y Maquiavelo apesta!”. Busquemos a los O’Mahoney que se encuentren a nuestro alrededor. Según este libro, es muy probable que les vayamos a necesitar.
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Autores: Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. Traductora: Gemma Deza Guil. Título: Cómo mueren las democracias. Editorial: Ariel. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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