¿Qué está haciendo Julian Barnes ahora mismo? Por fin ha encontrado La vida en llamas, el ensayo de Anthony Burgess sobre D.H. Lawrence. Lo buscó primero por la «l» de Lawrence y no estaba, después creyó que lo habría colocado en la «b» de Burgess. No lo halló a la primera, por lo que se enfadó. No podía no confundirse. Y ahora que lo empieza a hojear, tras años de haberlo ido postergando, no le acaba de convencer.
Julian Barnes picotea aquí y allá en su inmensa biblioteca del salón que da a un jardín donde hace años desfilaban algunos de los escritores de su generación que más pintaban por entonces (Martin Amis, Ruth Rendell…) en cenas demasiado largas para él. Le cuesta dar con un libro que le atrape. Vive entre escribir novelas, y a un buen ritmo, y leer por capricho. Ha salido adelante, por decir algo. Su mujer, Pat Kavanagh, murió de un tumor cerebral fulminante. Apenas aguantó 37 días. Fue en 2008. Tenía 68 años. Él, 62.
Barnes cumplió este pasado enero 74 y sigue preguntándose “¿qué felicidad hay en el recuerdo de la felicidad?”. Lo escribió en Niveles de vida en 2014, seis años después de que se quedara viudo, y aún no sabe si la memoria de su mujer le acompaña o le desangra. No supo qué hacer cuando se quedó solo. Tenían pensado cruzar Francia en paralelo al Canal du Midi pero que se sepa no se ha decidido. No hizo caso ni entendió la recomendación de un amigo suyo que había perdido a su compañero por culpa del sida: “Puedes hacer lo que quieras”. Barnes es de los que si hacía algo era para compartirlo.
La ausencia de Pat no la tiene resuelta porque las primeras líneas de su reciente novela, La única historia, la abre con un interrogante nada fácil de resolver: “¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos?”. Y añade: “Creo que, en definitiva, esa es la única cuestión”. Para quien no la haya leído adelanto que trata un amor complicado entre un joven y una mujer madura y casada, con la tragedia que viene a continuación.
Ando todavía herido por las 60 páginas de Niveles de vida donde da cuenta de lo difícil que es vivir sin ella. A estas alturas no creo que ni se acuerde de aquel desliz que Pat tuvo con la escritora Jeanette Winterson, tan fugaz como discreto. Hoy vivir 32 años de casados es «rara avis». “La indiferencia de la vida que se limita a continuar hasta que se acaba”, se lee en el libro, que también trata de la diva del teatro Sarah Bernhardt y de dos pioneros de los globos aeroestáticos de finales del XIX, el militar inglés Fred Burnabty y el fotógrafo Nadar; pero todas sus aventuras y desvelos se diluyen en la tercera parte, en la que Barnes, sin dramatismos, abre la ventana de su dolor.
“Ivy Compton-Burnett añoraba a Margaret Jourdian. A un amigo le escribió: Ojalá la hubieras conocido porque así sabrías más cosas de mí. Después de que la nombraran Dame del Imperio Británico escribió: La persona a quien más echo de menos, Margaret Jourdian, murió hace dieciséis años y todavía tengo cosas que decirle… No soy una Dame completa porque ella no lo sabe”.
También cita Julian Barnes Sostiene Pereira, la extraordinaria ficción de Antonio Tabucchi cuyo protagonista, el entrañable periodista, aún habla con su esposa fallecida hace años mirando su fotografía. “Le cuento todas mis cosas, y es como si el retrato me contestase”, dice.
Y aquí se acaba, por ahora, esto; pues todos sabemos que nunca se termina hasta que cae definitivamente el telón. Voy a buscar el libro de Tabucchi, no sé si para consolar a Julian Barnes, a Pereira o a mí mismo.
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Autor: Julian Barnes. Traductor: Jaime Zulaika. Título: La única historia. Editorial: Anagrama. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Foto: undine.von.reinecke
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