Foto: Daniel Mordzinski
Un día José Saramago le dijo en su casa a su editor, Juan Cruz, mientras miraba sobre el mar hacia esa montaña de Fuerteventura donde una escultura recuerda a Unamuno: «Me quitarán lo que quieran, pero nadie me podrá quitar el aire de Lanzarote». La isla lleva diez años echando de menos a «su Nobel».
El 18 de junio de 2020 se cumple el décimo aniversario de la muerte del escritor José Saramago, el primer Premio Nobel de las letras lusas, una efeméride que sirve de pretexto a la Agencia Efe para explorar sus archivos y recorrer diez momentos importantes del escritor portugués en la isla de los volcanes.
LLEGADA A LANZAROTE
En 1991, Saramago publicó El Evangelio según Jesucristo, libro que levantó una enorme polvareda en Portugal, hasta el punto de que el Gobierno de su país decidió vetarlo y no presentarlo al Premio Literario Europeo de ese año. El veto de su patria a su libro molestó al escritor, que acabó mudándose a Lanzarote en 1993. Se instaló en Tías, donde construyó su vivienda, destinada a convertirse en un lugar de estudio y escritura, pero también un lugar simbólico de lo que es una isla. «A Casa», terminaría llamándola.
Sin embargo, explica a Efe su amigo Juan Cruz, la casa «no fue una isla, sino una especie de sol que alumbró una época importantísima de una Lanzarote siempre amenazada por su belleza y en la que querían construir».
MANRIQUE Y SARAMAGO
César Manrique falleció en 1992; poco después, llegó Saramago a Lanzarote. Ambos compartirían el ideario ambiental y la necesidad de proteger una isla sobre la que no dejaba de planear el fantasma de la especulación. Ambos se sumaron, y a veces encabezaron, a protestas de los colectivos ecologistas.
El escritor portugués advirtió sobre las dificultades que tiene la tierra para vivir en tiempos de especulación, y en una conferencia organizada por la Asociación Achitacande en el 2000 lamentó que se estuviera asistiendo a «la segunda muerte de César Manrique, la de su espíritu», al ver cómo el mensaje del creador de los Jameos del Agua pasaba al trastero. «La idea de César no sólo era una idea de presente sino de futuro», recordaba.
ENSAYO SOBRE LA CEGUERA
El 20 de junio de 1996, Saramago reunía a un grupo de periodistas en la sala El Almacén, un templo de advocación cultural creado por Manrique en Arrecife, para hacer la presentación de la novela Ensayo sobre la ceguera, publicada en 1995. El texto, escrito en Lanzarote, supone un golpe en la conciencia del lector y la consagración de Saramago como uno de los grandes novelistas del siglo XX.
El escritor aseguraba a la prensa en El Almacén que «la ceguera representa la pérdida de la razón, y ese es el gran problema en la actualidad. Muchos de los conflictos y de los errores que existen en la actualidad dejarían de existir si el hombre usara la razón teniendo en cuenta los derechos del otro y la vida del otro».
GUERRA DE IRAK
El 15 de febrero de 2003, el escritor se puso al frente de una manifestación en Lanzarote contra la guerra de Irak, con camiseta blanca y pegatina de «No a la guerra», y leyó un manifiesto. El entonces secretario general del PSOE en Lanzarote, Carlos Espino, destacó a la prensa que el escritor había «puesto voz al sentimiento de Lanzarote contra la guerra». Un mes después leería otro manifiesto, el de la multitudinaria concentración de Madrid.
CUADERNOS DE LANZAROTE
La producción literaria de Saramago durante sus primeros años en Lanzarote es frenética. Publica Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres, La caverna y Cuadernos de Lanzarote, un conjunto de cinco diarios escritos entre 1995 y 2001. Esta última obra, repleta de reflexiones y vivencias en Lanzarote, convierte a la isla en un paisaje literario, ya que tal y como cuenta Juan Cruz, resulta «imposible que un escritor no se relacione, sobre todo si su raíz de escritura es poética, con el territorio en el que está habitando». «Los cuadernos le dieron paz porque contar lo que está ocurriendo pacifica», defiende el periodista canario, y apostilla: «Él no hubiera escrito lo mismo en otro lugar».
En 2018, se publicó El cuaderno del año del Nobel, su último diario, escrito en 1998, después de que su mujer, Pilar del Río, encontrara el texto en el disco duro del ordenador que usaba el escritor para trabajar.
PREMIO NOBEL
El 8 de octubre de 1998, Saramago escribió unas escuetas notas en su diario: «Aeropuerto de Frankfurt. Premio Nobel. La azafata. Teresa Cruz. Entrevistas». Ese día, a punto de subir a un avión de regreso a Lanzarote tras participar en la Feria del Libro de Fráncfort (Alemania), se enteró por su editor portugués de que la Academia Sueca le había concedido el Nobel de Literatura. Dos días más tarde, escribió en el diario a su regreso a Lanzarote: A Casa estaba llena de flores. Dos meses después, el 7 de diciembre, pronunció en Estocolmo su discurso de ingreso a la Academia, un texto que debió escribir en su casa de Tías y que comienza así: «El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir», en alusión a su abuelo materno Jerónimo Melrinho.
FUENTES Y VARGAS LLOSA
El autor de Caín definió su vivienda de Tías como «una casa hecha de libros». En ella, recibió las visitas de Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Susan Sontag o Günter Grass, que viajaron a Lanzarote atraídos por el imán de Manrique y del propio Saramago. Todos ellos, comenta el que fuera su editor en los noventa, «se llevaron la paz de Saramago, un hombre que trasmitía paz y también la sensación de que muchas veces un hombre es una isla y Saramago era una isla en una isla».
PREMIO CANARIAS
El escritor luso recibió el Premio Canarias en 2001 en la modalidad internacional. En su discurso, hoy de plena actualidad, pedía «comprensión» y «generosidad» con los inmigrantes que llegaban entonces a las islas y respeto para aquellos que «viven, y sueñan un futuro que no sea sol, cemento y despojos de un inmenso y grotesco parque de atracciones sin dignidad».
CARTA A AMINATU HAIDAR
«Si estuviera en Lanzarote, estaría contigo. Y no porque sea también un militante separatista, como te ha definido el embajador de Marruecos, sino precisamente por todo lo contrario: creo que el planeta es de todos, y todos tenemos derecho a nuestro espacio para poder vivir en armonía», comenzaba la carta que Saramago envió a Aminatu Haidar. La activista saharaui protagonizó en noviembre de 2009 una huelga de hambre de 32 días en el aeropuerto de Lanzarote, un gesto que puso en alerta a las diplomacias marroquí y española. El motivo era la negativa de Marruecos a dejarla entrar en el Sahara por haber escrito en la ficha de entrada que era saharaui y no marroquí. Días después de escribir la carta, el autor de El viaje del elefante regresó a Lanzarote y visitó a la activista en el aeropuerto, donde manifestó que el gesto de Aminatu «ha despertado la conciencia internacional».
ADIÓS AL ESCRITOR
El 18 de junio de 2010 falleció a los 87 años en su casa de Tías. Su cuerpo viajó a Lisboa para ser incinerado y sus cenizas fueron depositadas tanto en su pueblo natal, Azinhaga, como en su casa de Tías junto a un olivo, cuya rama es el símbolo universal de la paz. Desde 2013, una escultura de acero de cinco metros, que simboliza a un olivo, da la bienvenida a quienes se acercan a la rotonda de acceso a A Casa. En ella se lee una frase del Nobel: «Lanzarote no es mi tierra, pero es tierra mía».
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