El polémico relato de Rachel Cusk Despojos (2012 su edición en Reino Unido) llega a Libros del Asteroide después de su trilogía, publicada en castellano por el mismo sello, que también se situaba muy cerca del yo y de la autoficción: A contraluz (2016), Tránsito (2017) y Prestigio (2018).
Si bien es propuesto como un libro de no ficción, no resulta delirante decir que Despojos se lee como una novela. El subtítulo Sobre el matrimonio y la separación anuncia de qué va a tratar, pero el tratamiento que le da la autora, desafiando al feminismo y a instituciones como la familia y la Iglesia, es lo que desató la polémica en el país de residencia de Cusk.
Está dividida en ocho partes, y la primera se titula “Rastrojos”, un título que, como el título total, nos vuelve a la idea de los residuos. Quizá por eso este primer capítulo es un repaso a la figura de la madre y del padre. Un repaso a los roles al interior del hogar, de la familia, y una comparación (casi siempre inevitable) entre la maternidad de la madre y la maternidad del yo, la maternidad de una misma, que es el resultado del sitio donde nos han criado, de los valores que hemos mamado. ¿Pero cuál es ese sitio? El del destierro.
Rachel Cusk habla de divorcio pero habla de patria. El territorio es un territorio minado de valores masculinos transmitidos por el padre pero también por la madre. Y el cuerpo es entonces la patria abandonada, el país natal que quedó atrás y cuyo pasaporte ya ni sirve, porque “mi nacionalidad adoptiva era la de mi padre” y porque “en ese mundo de feminidad en el que tenía derecho a reclamar mi ciudadanía, yo era una extranjera”.
Con esta educación de base y con una serie de decisiones tomadas al interior de su matrimonio, Cusk llega a la idea de travestismo. Cuando nacen sus hijas deciden que el padre se quedará en casa haciendo las tareas domésticas y de crianza y ella saldrá a trabajar, pero el tiro sale por la culata y ella acaba siendo ambas cosas (hombre y mujer) mientras que él solo una. En el acuerdo heroico en el que ella renuncia a la exclusividad del derecho maternal y él renuncia al trabajo, ella pierde algo esencial: pierde el prestigio de ser la madre que cuida a las crías y pierde su feminidad. Pero cómo… “¿Y tú te llamas feminista?”, le pregunta el marido.
Atravesada por la metáfora de un dolor de muelas y su posterior y necesaria extracción, el relato cuenta lo que se pudre de a poco, lo que duele y es síntoma, hasta la intervención brutal, urgente y sangrienta para llegar a un nuevo estado en el que se curó parcialmente algo pero lo que queda es un hueco. Dos opciones: o las demás piezas se adaptan a esa ausencia y la compensan en parte, o la prótesis, pero para esta última se tienen que dar una serie de recursos y hasta la voluntad. “Hay un hueco aquí, una marca, como una huella en la arena o un rastro, un hoyo masculino con la forma de mi marido. Intento vagamente encajar a Rupert en ese hueco. Me lo imagino arreglando los desagües, los pomos de las puertas, echando un vistazo al lavavajillas para ver qué le pasa. Los hombres son protectores o depredadores, no recuerdo bien cuál de las dos cosas”.
El último capítulo, en un giro novelesco, cambia el narrador y aparece un nuevo personaje. No por nada se llama “Trenes”. Es el alejamiento del yo. Es un viaje no solo hacia otras patrias y otros idiomas, sino también hacia otro tiempo, no importa cuál. Será porque el exilio (como la familia) no es lineal y porque en el retorno está lo residual.
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Autora: Rachel Cusk. Título: Despojos. Editorial: Libros del Asteroide. Venta: Todostuslibros y Amazon
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