Hubert Matiùwàa.
La pandemia se ceba en México, donde no solo no ha terminado la primera ola de contagios, sino que sigue creciendo. El ritmo al que la Covid-19 ha golpeado a los mexicanos ha sido lento pero seguro, obligando poco a poco a replantearse no solo los eventos del verano, sino aquellos pensados para el otoño, e incluso hay instituciones que están considerando ya aquellas citas que se llevarán a cabo dentro de seis y ocho meses. Y ese es el dilema en el que están las ferias del libro. Ya hemos hablado de la FIL de Guadalajara, que está en el aire, pero también ocurre con las de Coahuila e Hidalgo, dos citas importantes para los libreros mexicanos, que directamente se han planteado llevarlas a cabo de forma virtual, para no apagar definitivamente el quehacer de la promoción editorial, porque es indispensable que haya una llama, aunque sea débil, que mantenga esta actividad viva, pues el Gobierno federal, que en estos tan duros y difíciles momentos para el libro en México sería un apoyo indispensable, está a otras cosas y si de sus autoridades dependiera este asunto, ya se habría decidido todo: apaga y vámonos. Qué pena más grande.
FERNANDO SOLANA OLIVARES Y EL ESPÍRITU DE LA COMPLEJIDAD
Escribe Milan Kundera que el espíritu de la novela es el espíritu de la complejidad, y que cada novela dice al lector que las cosas son mas complicadas de lo que cree. Este es el principal valor de la novela de Fernando Solana Olivares (Ciudad de México, 1954), Casa Medusa (Universidad de Guadalajara, 2018), una obra cuya ambición formal sitúa a su autor como uno de los escasos escritores mexicanos que no se conforman con una narrativa complaciente y entretenida, sino que exige a sus lectores una voluntad de conocimiento profundo y les presenta un ego experimental, un narrador, que capta a una serie de personajes arrojados a una territorio casi inédito en la gran literatura mexicana: la provincia de Oaxaca, cuya historia subterránea se cuenta para revelar un mundo apenas dicho que Solana Olivares descubre con sus luces y sombras de forma magistral. Autor de obras como La rueca y el paraíso, El tedio de Hermógenes o Los extraños reinos, Solana Olivares es un escritor que ha ido construyendo con discreción y mucho oficio una obra de gran solvencia literaria que merece ser conocida más allá de las fronteras mexicanas. Palabra de honor.
LA GENTE PIEL
Hubert Matiúwàa es un joven inquieto de la sierra de Guerrero que en su afán por difundir la literatura oral de esa región creó el sello editorial Gusanos de la Memoria, en el cual acaba de publicar, en coedición con el sello Ícaro, el libro de poesía-cuento Gente piel, una preciosa obra editada en inglés, español y Mbo Xtá rídà (lengua autóctona de Hubert) que habla de una especie de seres terroríficos que comían niños, creados en la época colonial para que la gente mè’phàà tuviera miedo de su pasado, de su lengua y de sus rituales. Matiúwàa ha dicho que en su libro quiso contar otra historia, la de la creación a través de la piel, porque sus ancestros, los xtá rídà, dejaron su piel y con ella la capacidad de sentir el mundo, la responsabilidad ética de cuidarnos, cuidar las lenguas, cuidar el lugar donde vivimos, ser piel del mundo, para ellos la palabra xtá (piel), matriz de muchas otras palabras. Y, sobre todo, quiere contar una nueva historia a los niños mè’phàà sobre sus ancestros y contarla a otros niños para que se pongan sin miedo la piel de otros. Tal como su madre hizo con él, protegiéndolo del miedo a través de la literatura, benénfica literatura. Salud.
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