Feeding the Rat, que literalmente traducido sería Alimentando a la rata, es el título original de este libro que puede ser un buen manual para principiantes de la escalada o jóvenes que estén pensando en escalar, no solo por la filosofía que describe sino por la terminología utilizada —fisurero, jumar, reunión, químicos, pitón, hacer un largo, solo integral, etc.—.
La admiración que sintió el autor Al Alvarez por su amigo Mo Anthoine —escalador a finales de los años 60 hasta los 80—, sirve de nexo de unión para mostrar al público en general que la escalada, y por extensión el montañismo, se llega a convertir en una forma de vivir, una afición que nutre las vidas de aquellos que lo viven como una pasión, su leitmotiv. Escaladores, alpinistas que buscan medios de vida compatibles con su única pasión, la montaña, que les sirve como vía de escape en sus vidas.
Mo no llegó a ser un escalador mediático, ni siquiera famoso, pero su amateurismo fue la esencia para disfrutar de sus escaladas y sentirse libre a la hora de decidir si seguir hacia arriba o descender. Depender de ti mismo te permite tomar decisiones con absoluta libertad.
La vida de estos montañeros —término genérico para describir a quienes viven por y para el alpinismo o la escalada— suele encontrar una ascensión que les hace romper con formas de vida anteriores. Los menos acaban viviendo de escalar. Patrocinadores o responsables de expediciones que en ocasiones “presionan” para ejecutar ascensiones imposibles que acaban en catástrofe. “Las expediciones deberían ser experiencias gratas”, decía Mo (*).
(*) Durante mi estancia en el campo base del K2 (Pakistán) viví, en el verano de 2008, los prolegómenos de la mayor catástrofe acontecida en esta montaña.
Repito mucho “vivir” o “vidas” porque sin las montañas se sienten muertos y, paradójicamente, cuando éstas les quitan la vida, su gente siempre dice de forma reiterada del montañero fallecido que “está donde quería estar», que «la montaña era su vida”.
El autor describe cómo la pasión por la montaña es un pasatiempo y no un deporte que se alimenta de grados en la dificultad de las vías, no exento de peligro, accidentes y situaciones extremas que a algunos escaladores les hace sobrepasar sus límites, a veces y por desgracia, por última vez en su vida. Porque, como bien explica el autor, la meta no es la cima, sino el regreso a la base, o campo base si hablamos de alpinismo.
Pero tampoco pasa por alto otras situaciones de ingratitud. Por ejemplo, después de haber hecho un rescate, momentos que solo conocen quienes han estado allí y de los que, yo diría héroes o rescatadores, no suelen hablar, por tratarse de personas humildes, aunque técnicamente muy buenas y muy fuertes físicamente, siempre dispuestas a ayudar, incluso arriesgando sus propias vidas, dicen: “Solo hemos echado una mano. Era nuestra obligación. Seguro que si nosotros hubiéramos estado en apuros también nos habrían ayudado…”. Sin embargo, esta última afirmación, por desgracia, no es cierta.
El libro tiene capítulos dedicados al mimo que se debería tener a la hora de escoger el equipamiento deportivo, esencial en la escalada. Mo y su amigo Joe Brown crearon la empresa Snowdon Mouldings, con la que diseñaron y sacaron al mercado los cascos JB, el piolet Curver, la tienda Limper, el Mini-Dome, los guantes SM. Como decía Mo: “El diseño consiste esencialmente en proponer soluciones simples para problemas básicos”, es decir, piolets a los que se les rompía el mango, tiendas de campaña imposibles de montar en altura o con mal tiempo, cascos poco seguros, guantes que evitaran las congelaciones, etc.
La filosofía de este escalador se resume en una idea, la de “explorar en los sitios verdes de los mapas”. Placer por la aventura, riesgo controlado, llegar al límite físico pero siempre disfrutando del trayecto y de la compañía. En algún capítulo expone las vicisitudes que conlleva preparar una expedición a un ochomil: permisos, porteadores, equipo humano y técnico, víveres, reparto de tareas y responsabilidades, etc. El libro tiene otros capítulos más propios de una guía de vías de escalada, donde el autor se recrea en algunos pasos difíciles de sus escaladas con Mo.
En esencia, nos ofrece una lectura rápida y amena, que entre líneas deja al descubierto no solo su admiración de amigo, sino toda una filosofía de vida que Mo aplicó de forma coherente, tanto a sus escaladas como a su vida personal. Vivir por y para la escalada pero no “de la escalada” y hacerlo con la gente que quieres, porque no concebía nada más triste que morirse sin saber quién eres o de lo que eres capaz. A los 50 años un tumor cerebral se lo llevó, pero disfrutó de lo que tenía a mano y se divirtió mientras pudo.
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Autor: Al Alvarez. Traductor: Juan Nadalini. Título: Alimentar a la bestia. Editorial: Libros del Asteroide. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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