Ángelo Néstore ganó, poniendo a buen seguro el grito en el cielo al visibilizar como nadie antes la voz del oprimido en el panorama poético español, con Actos impuros (2017) el XXXII Premio de Poesía Hiperión. Había publicado, sin embargo, muy poco antes otro poemario que tampoco carecía de interés entonces para sus lectoras y lectores y que, por supuesto, no carece de interés tampoco hoy para la honda comprensión de su poética global: Adán o nada (Bandaàparte Editores, 2017). Ahora, en 2020, tras haber vencido el pasado año por mayoría el XX Premio de Poesía Emilio Prados, nos sorprende con la publicación en Pre-Textos de Hágase mi voluntad, libro, sin duda, de inusual belleza, ya que, cuanto más hermosos nos parecen sus versos, estos más nos incomodan, avergüenzan y, en suma, duelen.
Guardamos un mundo ideal dentro,
en nuestros huesos, pero tan lejano.
La tumba es el modelo de familia definitivo.
Deberíamos meter todos la cabeza en un nicho
hasta que deje de dolernos el mundo (p. 13).
Esta rara concepción del thánatos urde su íntimo origen, a mi juicio, en dos circunstancias coyunturales de la biografía de Néstore: por un lado, la temprana ausencia paterna a raíz de su fallecimiento, dejándole, en calidad de herencia, tan solo sus viejas camisas, tal y como en no pocas ocasiones ha reiterado a priori y tal y como en estos instantes vuelve a recordar para poner punto final al nuevo libro con De por qué me pongo tus camisas usadas:
La ropa que tú has usado
me define más que las flores aterciopeladas de mis camisas (p. 62);
por otro lado, su anhelo profundo y llorado de ser madre —que no padre, ojo—, el cual se expresaba de forma magistral en Actos impuros con imágenes de veras estremecedoras, tales como la de su propia madre tragándose en un avión rumbo a España los dientes y encogiéndose para convertirse, con ternura, en su soñada hija.
Pese a todo, en Hágase mi voluntad la muerte va adoptando distintas máscaras, va mostrándose a través de diferentes rostros espejantes. Es para esta sociedad que, por desgracia, nos ha tocado vivir, uno de los rostros más importantes el de cada una de las mujeres maltratadas, violadas y asesinadas un día tras otro, atrocidad en la que el sujeto lírico se reconoce, por el mero hecho de haber nacido en Italia blanco y varón, cómplice y culpable absoluto y, por ende, acarrea esa roca, cual Sísifo, sufridamente sobre sus espaldas hasta reconocerse miembro de la estirpe de los opresores, de los privilegiados, y de ahí la acertada variación del paternóster vigente en el título:
Compro el periódico, lo guardo,
llevo el cuerpo torturado
de cuatro mujeres en la mochila (p. 23).
No obstante, no todo el mundo resulta tan empático y solidario hoy por hoy; baste citar el escalofriante ejemplo del adolescente que, frente a su ordenador, se masturba píxel a píxel con las secuencias de la inhumana violación perpetrada por esa asquerosa e inmunda y mal llamada “manada”:
El niño adolescente que abre Porntube en una ventana de incógnito
no está pensando en la muerte,
pulsa el ratón con insistencia
para que se cargue el vídeo, y espera (p. 24).
Si la primera parte, quizá, se focaliza en una muerte colectiva, la que provoca la lacra machista para ser más precisos, la segunda parte, titulada oportunamente Lo inhabitable, se vuelca en la muerte individual, esto es, en la fantasía morbosa de la muerte propia. El motivo se abre, justamente, con una apelación materna que pugna por confesar, de algún modo, la crisis de identidad aguda que corroe a quien escribe:
Mamá, mira, este fregadero es un cementerio barato
de miseria ahogada por el bien de los que mandan:
por eso no soporto la idea de vivir bajo un techo
que no es el tuyo […] (pp. 51-52).
Dicha crisis se materializa, a todas luces, en dos frentes muy claros: de una parte, el conflicto que brota de la diatriba entre el hombre y la mujer, entre lo masculino y lo femenino, todo lo cual empuja a Ángelo Néstore, persona y nada más, a rebelarse y a luchar contra la asunción del género y contra las mil y una construcciones estereotipadas y nocivas que, en consecuencia, nos acechan por doquier:
Yo soy hombre porque tú me nombras.
Si tuviera un cuchillo, sin embargo,
partiría mi cuerpo en dos como un pescado
y cogería tu mano para llevarte
a los lugares más fríos y más íntimos de mi interior (p. 41);
de otra parte, existe la batalla personal y legal entre ser de nacionalidad italiana o ser de nacionalidad española, entre pertenecer a una o a otra tierra, entre poseer una u otra identidad, vicisitud que cristaliza en Tú es un altro, un poema brutal que se escribe, casi fuera del control creativo, en ambas lenguas para romper, con ello, en pedazos la careta que cubre al yo lírico dentro y fuera del texto:
Sientes tuttavia il peso del poema que cuelga de tus puños,
e il latte cresce nel bicchiere, se desborda
y se cuela en la comisura de tus labios.
La riqueza sabe a lecha fresca a trent’anni,
protege la blancura de tus dientes,
fugace ti suggerisce un verso,
te cuida sin pedirte nada a cambio (p. 53).
Por último, cabe destacar aquí un último rostro de la muerte, el de esa muerte que se vaticina y se proyecta desde la infancia. Paradigmático resulta, por tanto, en esta obra el caso del niño jugando y escarbando en la tierra húmeda sin saber que, en realidad, está acariciando, según los versos del poema Parque, con sus dedos el lecho de su tumba. Sirve esta escena, con todo, de crudo antecedente de una de las imágenes más directas e impactantes de este Hágase mi voluntad, dado que el sujeto lírico se entrega con premura a la muerte con la intención de moldearla, consignándose a sí mismo la funesta tarea de preparar cada noche su fosa:
Por eso, he empezado a cavar un hoyo en el jardín
del tamaño de un ser humano como yo.
Por las noches salgo a escondidas por la ventana,
y allí me encojo y me tumbo,
dejo que la tierra abra su mano sobre mí,
solo para hacerme un poco a la idea.
Y un día tras otro me despierto y observo
la altura de los árboles y su temblor,
cómo crece la distancia con el cielo (p. 58).
La verdad es que muchos son los movimientos que desencadena, cual terremoto, este poemario: de oprimido a opresor, y de opresor a oprimido; de hombre a mujer, y de mujer a hombre; de pasivo a activo, y de activo a pasivo; de italiano a español, y de español a italiano; de vivo a muerto, y de muerto a otra vez y ya para siempre vivo. Sí, todos los procesos posibles y acto seguido todos sus contrarios tienen cabida, en fin, en los versos limpios e hirientes de Ángelo Néstore, los cuales, maravillosamente, son capaces de mezclar, con delicada perfección, la crueldad y la hermosura, ofreciendo al público una extraña poesía que, desde luego, puede gustar o desagradar al catarla, pero que, sin remedio, no dejará indiferente a nadie después de su envolvente lectura:
La muchacha no quiere, pero sostiene entre los dedos
su polla que pesa como las flores
que pacientes aguantamos.
El lirio roza mi nariz y me entrega su fragancia (p. 20).
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Autor: Ángelo Néstore. Título: Hágase mi voluntad. Editorial: Pre-Textos. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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