La conquista española de América fue pródiga en personajes épicos, singulares, desde el propio Colón hasta Hernán Cortes, pasando por Francisco Pizarro, Valdivia, Núñez de Balboa o el mismísimo fray Bartolomé. Luego abundaron en el continente personalidades igualmente singulares, heroicos unos, sobredimensionados otros, novelescos muchos: Bolívar, el Ché, Villa, Zapata, San Martín, Sucre… Pero de entre todos los personajes que pulularon siglos atrás por aquellas tierras me quedo con uno, no por desconocido del gran público menos apasionante, menos glorioso y legendario: Gonzalo Pizarro, el primer rebelde de América, el rey del Perú.
Cuando Espasa me sugirió escribir sobre la conquista del Perú, la primera figura que se puso sobre la mesa fue la de Francisca Pizarro, la primera mestiza, hija del conquistador y de la princesa inca Quispe Sisa, después llamada Inés Huaylas. Fue el momento entonces de zambullirme en la historia, en las fuentes, en las crónicas contemporáneas, y fue entonces cuando descubrí la grandeza de la monumental empresa de la conquista del Tahuantinsuyo, y fue entonces también cuando surgió mi fascinación por el mundo inca.
Poco a poco nos fuimos dando cuenta de que la figura de Francisca Pizarro, apenas una niña cuando la conquista concluye (no tenía ni ocho años cuando su padre es asesinado por Diego de Almagro “El mozo” y su hueste), no daba para una novela, por más que su figura no carezca en absoluto de encanto y de poder de seducción. Y fue entonces cuando me encontré con un dato apasionante: su tío Gonzalo Pizarro, después de rebelarse contra el rey Carlos y su virrey Blasco Núñez de Vela, solicita dispensa al papa para poder casarse con su sobrina. Se unirían así las dos sangres, la de los conquistadores y la de los emperadores incas, pues Francisca era nieta del último gran rey de aquellas tierras, Huayna Cápac. Y conseguiría así Gonzalo legitimidad para alcanzar un sueño que dicen habitó en su dorada cabeza: coronarse rey del Perú.
Paulatinamente, la figura de Gonzalo Pizarro se fue engrandeciendo, agigantando ante mis ojos. Garcilaso de la Vega, El Inca, nos lo describe: “Gentilhombre de cuerpo, de muy buen rostro, de próspera salud, gran sufridor de trabajos, lindo hombre de a caballo, de ambas sillas, fue la mejor lanza que ha pasado al Nuevo Mundo”. Supe entonces, cuando me adentré en su historia y conocí sus peripecias, oscurecidas porque la figura de su hermano Francisco ha eclipsado a la de todos cuantos le acompañaron en la colosal aventura, que ahí estaba el personaje de mi novela: galante y apuesto, guerrero simpar, ambicioso y concupiscente, gobernador de Quito, explorador del Amazonas, buscador del País de la Canela, perseguidor del sueño de El Dorado, el capitán rebelde que se puso al frente de los encomenderos en contra de las Leyes Nuevas del rey Carlos y derrotó a su virrey y a sus ejércitos, hasta entonces invictos en el Tahuantinsuyo.
Así nació El rey del Perú. Pero en esa novela faltaba la voz de los incas, el reflejo de su civilización, más amable que la de otros pueblos conquistados, sus dioses, sus costumbres, su forma de vida, sus grandezas y sus miserias. Pergeñé la figura de Nayaraq, una noble joven inca adornada de dos dones que para ella, más que regalos, eran maldiciones: el don de lenguas y la capacidad de prever la muerte de personas cercanas a ella. Este segundo don marcará su vida, y gracias al primero conocerá a Gonzalo, cuando el rey Huáscar la manda como intérprete con una embajada hasta el campamento de los viracochas, como los incas llamaban a los españoles. Y es entonces cuando todo se desencadena.
Toledo, Trujillo, Sevilla, el Cuzco, la Ciudad de los Reyes, Quito, Cajamarca, Machu Picchu… serán escenarios de la novela, en los que el lector, si se sumerge en ella, regresará a un tiempo deslumbrante, será parte de una epopeya única, amará y odiará, contemplará desde las colinas las guerras entre los españoles y los incas, será testigo del amor de dos personas tan distintas como iguales, con los que se forjará una nueva civilización y una nueva raza.
Ojalá, si lo haces, si te decides a abrir las páginas de El rey del Perú, disfrutes tan sólo la mitad de lo que yo he disfrutado escribiéndola.
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Autor: Juan Pedro Cosano. Título: El rey del Perú. Editorial: Espasa. Venta: Todostuslibros
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