Está amaneciendo. Cada amanecer es distinto, como cada día es distinto, como lo es cada verano, cada año. Llevo viniendo, si no me equivoco mucho, 43 años a Puentedeume, en la provincia de La Coruña, en Galicia, España, al Noroeste de la Península Ibérica. El año que nací se hundió un petrolero, Urquiola, hubo marea negra, y mi familia veraneó en Sanjenjo. Amo esta tierra. Aquí he aprendido bastante de lo que sé; aquí he vivido mucho, con intensidad, he disfrutado mucho. Algunos de mis mejores días en la Tierra los he pasado aquí.
Han dicho que va a hacer mal tiempo. Mal tiempo según para qué. Para leer y escribir, las nubes y las lluvias son maravillosas. Además, ayer estaba todo cubierto de niebla, una niebla hermosa, baja, que se pegaba a los montes del río Eume, también bajos, y hoy parece que amanece mucho más claro. Aquí son clásicos los días con mañanas lluviosas o nubladas y tardes muy buenas, soleadas. A veces los días son radiantes, desde la mañana a la noche. Pero ya digo que esto del mal tiempo y del buen tiempo es algo relativo, y que lo mismo se puede decir de la suerte y de todo en la vida. De repente lo que era malo parece que no fue tan malo, porque se tornó bueno, y en ocasiones ocurre al revés.
Sí, amo esta tierra y me gusta escribir sobre ella. En realidad me gusta vivirla, y escribir, como leer, es otra forma de vivir. Es vivir.
No sólo amanece el día, por supuesto: amanece la tierra y amanece la gente. Veo al hombre con la caña en la mano, que va a pescar, quizá en el puente, el puente de piedra de Puentedeume, quizá en el mar, en su bote.
Veo al conductor del camión que ha echado combustible en la gasolinera y ahora limpia con una escoba enjabonada el parabrisas de su camión.
Miro cómo los coches atraviesan la rotonda que se ve desde mi casa. Coches variados, algunos muy caros, otros más modestos.
Una luz fuerte, hoy muy amarilla, como un incendio que no es un incendio, asoma por el horizonte, por los altos de los montes. Aquí los amaneceres son bellísimos, y ahora que contemplo éste pienso en la energía, en lo que le debemos al Sol, que tanto nos da, aunque también pueda ser peligroso.
Pienso que hoy, o esta tarde, va a hacer bueno, y que es posible que se equivoquen los pronósticos. Creo que es mucho más fácil ser pesimista que optimista, y que tiene mucho más mérito ser optimista. En el fondo los optimistas somos menos, bastantes menos; por eso nos comprenden tan mal. Pero lo importante son los resultados.
Hace poco, en el monte de enfrente, al otro lado del río, todavía se podían distinguir las farolas. Aún no las habían apagado después de su esfuerzo nocturno. Supongo que esto es automático, que estará programado.
Aquí, en este pueblo, imagino que en los pueblos en general, se ve todo más claro, más transparente. Miguel Delibes decía que en las ciudades pequeñas, como la suya, Valladolid, se podían ver las vidas empezar, desarrollarse y acabar, y que eso era muy bueno para un novelista. Yo en Puentedeume veo la vida delante de mí, puedo contemplarla y tocarla, también contarla, escribirla. Es inmediata y hermosa.
Y se ven cosas, por supuesto, que en la ciudad no se ven, como un coche de la policía, o una ambulancia, con sus luces azules, muy intensas, pasar por el monte, allá a lo lejos, donde a menudo se pega la niebla, por la carretera, como si el paisaje fuera de juguete, una maqueta, cuando en verdad es real, magníficamente real. Y precioso. Grandioso.
Éste ha sido un verano distinto, nunca podremos olvidarlo. El Coronavirus ha golpeado fuerte en nuestras vidas y creo que los que no podemos hacer nada por combatirlo, pero tenemos fe, debemos rezar por el fin de esta situación y por todas las víctimas. En la vida siempre se puede hacer algo, y no sólo rezar. Cada uno puede encontrar qué puede hacer para ayudar a los demás ante esto que nos está ocurriendo, y ante otras cosas que siempre están ocurriendo.
Yo he tenido la suerte de pasar unos días en un pequeño paraíso, el paraíso de mi infancia y de toda mi vida, Puentedeume. Ha sido, para mí, y es extraño, un verano bastante tranquilo, con mascarilla puesta, eso sí. Pero siempre he tenido un amigo cerca, un familiar cerca, o un libro cerca. Siempre he sido de algún modo feliz.
Emotivo, natural y placentero.
Sin duda un deleite para el lector.
Muchísimas gracias.
Puentedeume???!!! Sanjenjo???!!! Hace daño a la vista, al oído y a la historia.Actualicemos nuestro Nomenclátor personal!!!