¿Quién escribió la Biblia? ¿Qué hay de cierto en ella? ¿Cómo se inventa una religión? ¿Existe realmente un Dios omnipotente? A través de estas páginas, Juan Eslava Galán, con su característico estilo desenfadado y cercano, nos responde a todas estas cuestiones y nos propone un sorprendente recorrido por el libro más vendido, traducido y estudiado, a la vez que controvertido, de la Historia: la Biblia.
Comenzando por el dios Yahvé, considerado como el verdadero inventor del universo, hasta la llegada de Moisés a la «Tierra Prometida» tras un arduo camino, nos adentraremos en la sabiduría del Rey Salomón, en los entresijos de los profetas, en los pecados de Adán y Eva, en las disputas fraternales de Caín y Abel y en muchas otras bendiciones, traiciones y sorpresas que se esconden tras los protagonistas del Antiguo Testamento.
Zenda adelanta las primeras páginas de La Biblia contada para escépticos, de Juan Eslava Galán, editada por Booket.
Proemio
Giacomo Contarini, un amigo descendiente de una ilustre familia veneciana que se enorgullece de contar entre sus ancestros con varios dogos de la República, me obsequió la pasada Navidad con un recorrido completo por su palacio, desde los caballetes de los tejados hasta los húmedos cimientos. Después de admirar salones espléndidos y rutilantes estancias, en las que se acumulaban las obras de arte atesoradas por los Contarini a lo largo de muchas generaciones, llegamos a la planta baja, al nivel del Gran Canal, y tras atravesar una sala revestida de pórfido cuyos frescos representaban el rapto de las sabinas, un derroche de tetas y nalgas acarreado por musculosos pollancones, Giacomo me dedicó una sonrisa cómplice y, abriendo una puerta disimulada en un trampantojo del muro, me precedió por unos gastados peldaños de granito que gentilmente iba alumbrando con una potente linterna.
—Ahora verás los cimientos que sostienen el edificio —me informó con el tono de quien sabe que su interlocutor se va a sorprender.
Pulsó un interruptor y se encendieron unos focos. Ante mis ojos se extendía, hasta donde alcanzaban los potentes chorros de luz, una lámina de barro nauseabundo de la que emergían a intervalos regulares filas de troncos renegridos que sostenían otros troncos horizontales sobre los que se apoyaban los muros del palacio.
—¿Son estos los cimientos? —Le expresé mi sorpresa.
—Sobre estos viejos troncos se levanta no solo el palacio Contarini sino toda Venecia —asintió Giacomo.
Al pensar en la civilización occidental me viene a la memoria el fundamento de Venecia. Aquella opulencia y aquella belleza se apoyan solo en palafitos de troncos desbastados, una base de apariencia sorprendentemente frágil. Como Venecia, la civilización occidental se apoya sobre un libro, un robusto y único pilar que hasta nuestros días se mantuvo a salvo de toda indagación crítica porque se consideraba la palabra de Dios revelada a los hombres y era peligroso cuestionarlo.
La Biblia es uno de los pilares, si no el más importante, que sostiene la civilización occidental. Los educados en la tradición católica, entre los que me cuento, tenemos un conocimiento muy superficial de la Biblia, por eso no está de más indagar sobre ella a la luz de la ciencia moderna, o sea de la crítica histórica, de la confrontación de textos y de la arqueología.
Primera parte
El libro más influyente de la Historia
CAPÍTULO 1
El libro de Eli
En el futuro apocalíptico retratado en la película El libro de Eli (2010) acompañamos a un guerrero solitario en la misión de proteger un objeto misterioso que lleva en la mochila. La Humanidad lo ha perdido todo después de un cataclismo nuclear, climático o vírico, pero, para que la vida civilizada pueda reconstruirse y alborear en un posible futuro de esperanza y hermandad, es imprescindible que ese objeto se salve.
Lo han adivinado: el objeto no es otro que un ejemplar de la Biblia milagrosamente escapado de la hecatombe.
Un cálculo fácil: Europa ocupa apenas el 2 por ciento de las tierras del mundo. Una minucia, sí, pero ha influido decisivamente en la Historia de la Humanidad. Y ese libro, la Biblia, base del cristianismo, ha determinado el destino de Europa.
Por lo tanto la Biblia ha influido poderosamente, para bien y para mal, en el destino de la Humanidad.
A pesar de que ha perdido fuelle en esta época de descreimiento, todavía es un libro respetado: más de 3.000 millones de personas lo consideran sagrado. Los libros contenidos en la Biblia son la guía y el fundamento de las tres religiones monoteístas (judía, cristiana, musulmana) con sus correspondientes sectas.
¿Puede imaginarse el lector un elemento más influyente en la Historia? La verdad es que no. La Biblia es, en última instancia, la fuente que justifica la existencia de Yahvé, Dios o Alá para las tres religiones.
En las encuestas realizadas en países de tradición cristiana —especialmente protestante, me temo—, cuando se le pregunta a un ciudadano normal y corriente qué objeto se llevaría a una isla desierta donde tuviera que pasar el resto de su vida, la respuesta más frecuente es «la Biblia».
La Biblia es, con diferencia, el libro más divulgado, el más traducido, el más impreso, el más vendido y el más estudiado de la Historia.
La Biblia ha inspirado al menos la mitad de las obras de arte que la Humanidad ha producido en los dos últimos milenios (templos, esculturas, pinturas, música y creaciones literarias, especialmente poéticas). En fin, que la Biblia y sus subproductos son esenciales para comprender la cultura occidental. Pensemos que la poesía de san Juan de la Cruz, el Cristo de Velázquez, la Capilla Sixtina, casi toda la obra de Bach y el Mesías de Haendel no existirían sin el impulso creador estimulado, en última instancia, por la Biblia.
La Biblia, este libro prodigioso, es como la levadura que fermenta la masa. O como la minúscula espora que se deposita sobre los alimentos y produce un moho que los recubre. No la critico, cuidado. El moho puede estropear algunos alimentos, pero también puede ser beneficioso para otros: ahí tenemos el Penicillium roqueforti que madura el delicioso queso stilton o no digamos el Penicillium chrysogenum del que se deriva la penicilina, tan beneficiosa para la Humanidad.
Dicho de otro modo: la Biblia ha causado beneficios (por ejemplo, las hermanitas de la caridad que atienden a los ancianos) pero también ha inspirado estropicios (las hermanas Magdalenas irlandesas, que explotaban y torturaban a las pobres muchachas confiadas a su cuidado).
Se comprende que la Biblia no es culpable del mal uso que se haga de ella, pero si no hubiera sido por los fanatismos religiosos inspirados por ella la Historia de la Humanidad quizá habría sido menos cruenta.
La Biblia es la fuente remota de la que bebe la cultura occidental. Somos lo que somos por ella, así que no estará de más visitarla e informarnos un poco mejor de lo que contiene.
Los lectores de mi generación, los que cursaron la escuela primaria sin más libro que aquella compendiosa Enciclopedia Álvarez, recordarán que antiguamente existía una asignatura, la Historia Sagrada, que nos contaba la Biblia. Hoy los talentosos pedagogos que diseñan los nuevos planes de estudios han decidido que la Biblia es un cuento chino y que no hay por qué enseñarla. En lo de cuento chino, extremando el juicio, a lo mejor llevan razón; en despreciarla, y prescindir de ella, no tanto. Al suprimir la Biblia causan un grave perjuicio a las nuevas generaciones de ciudadanos que ignoran una de las bases de su cultura. Eso se manifiesta, por ejemplo, en que no tienen ni idea de las representaciones artísticas que ven en iglesias o museos. Antes veías a un anciano que se disponía a degollar a un jovencito sobre una pila de palos y lo identificabas rápidamente: el sacrificio de Isaac por Abraham. Y te traía a la memoria una serie de connotaciones culturales. Ahora llegan los escolares y alguno que levanta la vista del móvil acierta a ver el cuadro y comenta: «¡Mirad, troncos, un navajero viejo atracando a un niño!».En España y países católicos en general no es raro que haya una biblia en casa, pero se lee poco o directamente nada. La Iglesia católica nunca ha promocionado su lectura. Para evitar interpretaciones heréticas ha preferido que su personal autorizado (los sacerdotes) intermedien entre el texto y los fieles.
La cultura los persigue, pero ellos son más rápidos.
Por el contrario, en los países protestantes la Biblia se lee mucho. Incluso existen sectas que la tienen como lectura de cabecera, y su reiteración en hogares creyentes y en sesiones parroquiales hace que incluso personas apartadas de la religión puedan citar de memoria largos pasajes del Libro Santo. ¿Recuerdan a Jules Winfield, el gánster negro interpretado por el actor Samuel L. Jackson en la película de Quentin Tarantino Pulp Fiction? En un par de ocasiones, antes de vaciar el cargador de su Star B sobre la aterrorizada víctima, ahueca la voz para que suene como si fuera un sermón y recita:
El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del valle de la oscuridad, pues él es el auténtico guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos. Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos. Y tú sabrás que mi nombre es Yahvé, cuando caiga mi venganza sobre ti.
O la oración del francotirador Daniel Jackson, interpretado por Barry Pepper en Salvar al soldado Ryan (1998), cada vez que ajusta su mira telescópica sobre su siguiente víctima: Dios mío, confío en ti. No permitas que me avergüence. Líbrame de las manos de mis enemigos (Sal. 25, 2).
Y en la escena final, antes de que Daniel se enfrente a su propia muerte: Bendito el Señor, mi roca, que adiestra mis manos para la guerra y mis dedos para la batalla. Mi amor y mi baluarte, mi ciudadela y mi libertador, mi escudo, en él me cobijo (Sal. 144, 1-2).
Unas citas bíblicas que, espigadas entre otras muchas, se han convertido en sendos iconos cinematográficos.
Es costumbre usar abreviaturas para referirse a las citas bíblicas de manera que el lector pueda comprobar la fidelidad del texto. Son las siguientes, que corresponden a los distintos libros del Antiguo Testamento:
En fin, hermano lector, la Biblia está viva, nos habita y nos inspira incluso a los agnósticos que reducimos su alcance al de un influyente libro histórico y no acertamos a comprender que en el siglo XXI, cuando la ciencia ha avanzado tanto, todavía existan personas supuestamente informadas que se declaran creacionistas o que consagren sus días a escudriñar hasta el absurdo los posibles mensajes del Libro, esas comunidades judías que dedican la vida al estudio de la Torá o Pentateuco y, embebidas por él, dejan de trabajar y hasta de asearse y obedecen fielmente sus cientos de normas hasta extremos que a nosotros nos parecen quizá ridículos.
La religión monoteísta y por lo tanto intolerante con el resto de las creencias no es algo que pertenezca al pasado: está bien presente en esos atentados islamistas radicales que nos sirven cada día las noticias y los telediarios.
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Autor: Juan Eslava Galán. Título: La Biblia contada para escépticos. Editorial: Booket. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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