No sé qué haríamos sin Hitler. El Führer besó en la boca a Eva Braun en el búnker, delante de todo el mundo, cuando los obuses soviéticos raseaban sobre Berlín y ya estaba todo perdido. La escena matiza al monstruo, pero redondea al personaje. En otra ocasión cercana Eva y Adolf discutieron porque él había sacrificado a su querida perra Blondi para probar las píldoras de cianuro. Escenas de matrimonio. Horas después se casaron por fin, como acto póstumo y porque ella quiso morir con otro apellido. Goebbels ejerció de testigo en la boda allí abajo. Que se sepa, él no la quería a ella. “Es la única mujer con la que me habría casado. A partir de ahora, mi esposa será Alemania”, había dicho Hitler 14 años antes, consternado por la muerte de su sobrina en misteriosas circunstancias tras un romance de bastantes meses. Goering sostiene que allí murió la humanidad que quedaba en el futuro dictador. La historia se cuenta en la novela El ángel de Múnich.
Decía que no sé qué haríamos sin Hitler, y a las pruebas me remito: el Führer sirve para llenar un párrafo de arranque lleno de chismes y culturilla general. La relación entre esfuerzo y resultado que ofrece lo hitleriano es gratificante para cualquiera que se acerque a escribir las fechorías del fracasado pintor, o simplemente quiera utilizarlas para llegar a otra cosa. Hitler es un jamón que siempre te deja seguir cortando. La historia del chivo expiatorio Herschel Grynszpan es otro ejemplo. Pregunté a los culturetas la semana pasada si alguno tenía la impresión de que estábamos siendo demasiado pesados con el tema. Sólo uno dijo estar un poco aburrido (se dice el pecado, pero no el pecador).
Pero el asunto trasciende La Cultureta, por supuesto. No sabemos qué hacer sin Hitler porque no existe un polo negativo más perfecto para afirmar nuestro universo moral. La noche del día. El negro del blanco. El grifo del agua fría. Hitler es un villano cuya maldad no nos ofrece ninguna duda, sólo certeza, y cuyo repudio se asienta en nuestra cultura con la naturalidad con la que evitamos las espinas del pescado. El Holocausto es la decantación de este canon. Con él llenamos programas de radio (porque es inabarcable) y amueblamos nuestro mundo sin necesidad de acudir a los matices. Para algunas cosas no hacen falta. Seguro que Churchill tiene alguna frase sobre eso.
Elogio del libro breve (y réquiem por la sobrina de Hitler)
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: