Daniel Mordzinski me escribe un correo en el que me dice: “A Sepúlveda le dieron el premio Eduardo Lourenço en Portugal y viajé a acompañarlo”, y en esa foto que envía se ve a Lucho al lado de Eduardo Lourenço recibiendo el premio; de hecho, lo sostiene en el cuenco que forma con la palma de su mano derecha mientras mira a la cámara con esa media sonrisa tan característica, y el mismo tupé negro a medio peinar. Está exactamente igual que cuando le conocí, hace ya 30 años, cuando le llamé por teléfono a Hamburgo, en donde vivía su largo exilio, para comunicarle que un jurado formado por José Manuel Caballero Bonald, José María Guelbenzu y Manuel de Lope había decidido concederle el premio de novela Tigre Juan, por Un viejo que leía novelas de amor. Habernos hecho amigos ha supuesto para mí disfrutar también de la amistad de los suyos: José Manuel Fajardo, Santiago Gamboa y Daniel Mordzinski, con los que he mantenido el tipo en encuentros gastronómicos en Gijón, en Madrid y en París.
El Premio Eduardo Lourenço es un galardón que se otorga a personalidades o instituciones que hayan tenido una intervención relevante en el ámbito de la cultura, la ciudadanía y la cooperación ibérica. El Centro de Estudios Ibéricos reconoce así la labor del escritor chileno, Luis Sepúlveda en la difusión de la lengua y la cultura hispana.
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