El noir español da la bienvenida a Todos nosotros, una novela policíaca donde el terror psicológico que sufren sus víctimas y la esperanza que domina a los policías para salvarlas hará que el lector quede atrapado en cada una de estas páginas escritas por Javier Menéndez Flores.
Escrita al más puro estilo clásico, la esperanza, la ternura, la violencia física y psicológica y el suspense se pasean por esta obra (Planeta) donde la España de la Transición y la actual sirven de escenario de esta trama donde el escritor y periodista madrileño nos deja claro, según ha dicho a Efe, que para que el bien gane a la maldad «siempre hay que esperar». Y esperar es justo lo que hacen las víctimas de Todos nosotros, unas jóvenes mujeres que luchan por salir de las manos de su captor, un ser deleznable y repugnante que ha nacido buscando en su mente «ese monstruo que todos llevamos dentro», reconoce.
«He tenido que mirar al techo y crear una instancia que acojone, que transmita esa turbiedad que debe sentir la víctima. No quería ser amable, quería ser demoledor. No hay gore, pero sí una violencia psicológica que es implacable, aunque no he descubierto nada: estamos hartos de ver películas y series donde se ven cosas terribles», afirma. Sin embargo, Menéndez resulta en esta obra mucho más efectista que esas producciones audiovisuales a las que se refiere, porque la atmósfera que ha tejido hace que la angustia de las víctimas por salvarse, y la premura y ansiedad de los policías por encontrarlas, cale en el lector como una lluvia fina.
Con la firme propuesta de escribir un «thriller clásico», el escritor ha hecho también con estas más de 500 páginas un homenaje a los policías, colocando la investigación en la España de la Transición y la actual. Dos tiempos en los que la investigación policial es muy distinta, pero en los que se deja ver como un mantra lo fundamental de esta profesión. «Quería escribir una novela de suspense policíaco en la que los investigadores, en vez de tener sofisticados medios técnicos, utilizaran su capacidad deductiva y perspicacia e hicieran de ésta su necesidad», explica.
Por eso Todos nosotros arranca en el Madrid de 1981, en plena Transición, un año en el que desaparece Elena Vicuña, la joven que será la obsesión del joven policía Diego Álamo a lo largo de su trayectoria profesional, una vida con la que el lector recorrerá las calles y lugares más significativos de la capital de España. «La España del 81 estaba en vías de desarrollo, bajo el gobierno de la UCD, y hablamos de los inicios de una Democracia con las patas muy frágiles. Por eso quería transmitir ese espíritu de la España que se vivía y los métodos de esos policías que aún tenían que convivir con los de los policías de antes de la Transición», cuenta.
Esa parte contrasta con la que aborda en el año 2002, con Diego Álamo ya como inspector, pero aún obsesionado por esos crímenes de chicas jóvenes que en sus años de policía raso no pudo resolver. Un nuevo escenario, con nuevos personajes como los policías Sara y Mateo, en el que se vuelven a suceder desapariciones con el mismo perfil, pero con una policía «de primer nivel». Junto a estos, Madrid, se presenta como ese personaje secundario pero fundamental en la que todo pasa con un objetivo. Lo ha hecho así para sacarla de ese abandono al que la ha sometido la novela negra española durante muchos años. «Hay una intencionalidad de reivindicar Madrid como ciudad, no porque yo sea gato. Uno nace donde nace por accidente, y por lo tanto nunca ondearé una bandera. En el género estaba abandonada esta ciudad, no como Barcelona, que ha tenido muy buenos defensores. Madrid es una ciudad sin bandera o con todas las banderas, en las que el apellido y el color no cuenta«, destaca.
Pero Menéndez no solo da voz a los encargados de encontrar a Elena, y a otras chicas desaparecidas, sino también a las víctimas y a sus diabólicos captores, porque en Todos nosotros desgrana con maestría hasta dónde puede llegar la maldad del ser humano, así como la ternura y solidaridad que nace en las personas ante un mal común. Y si hay que destacar otra de las bondades de este libro es el amor por las mujeres que el madrileño (1969) hace destilar en las páginas. Lo hace tanto al abordar el perfil de víctimas, donde pese al dolor siempre sacan fuerza y demuestran cómo la solidaridad y la ternura se abren paso al miedo, como en el perfil de Sara, una mujer que «representa la mujer profesional» que bromea con el hecho de serlo como una herramienta de defensa ante el ambiente masculino que predomina en el cuerpo policial. «La ternura recorre la espina dorsal de la novela, y en los personajes de algunas mujeres se ven cómo ellas sacan lo mejor de los hombres, porque los nombres somos menos sensibles. Pero quiero también desmontar esa idea: los hombres estamos capacitados para amar como las mujeres», afirma en relación al papel de Diego, un hombre con lo mejor de ambos sexos.
Con esta novela ya en las librerías, Menéndez quiere hacer un reconocimiento a la novela negra española, un género que lamenta que muchos crean que es un «sucedáneo del anglosajón». «Creo que en España hay escritores con voz propia que hablan de un contexto distinto», concluye.
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