El pasado fin de semana quien se levantó a poner una rola donde Lola fue Arturo Pérez-Reverte, no solamente con una canción sino también con un vídeo muy especial. La historia es la siguiente: en 1992 Pérez-Reverte estaba de corresponsal en la guerra de los Balcanes, enviando con frecuencia reportajes en vídeo a Radio Televisión Española. Algunas de las imágenes que los cámaras españoles grabaron no entraron a formar parte de lo emitido en antena, por aquello de no amargar demasiado el almuerzo o la cena de los telespectadores. Según ha contado él mismo en Twitter, «un día de 1992 en Sarajevo, cansados, hartos de que nadie parase aquello, en vez de la crónica habitual para el telediario de TVE envié este resumen de las crónicas anteriores. Por supuesto, nunca lo emitieron». Quien tampoco permitió su emisión, en 2020, fue YouTube, que retiró el vídeo a los pocos minutos, citando primero que «infringía los términos de servicio» y luego «porque infringía la política de YouTube sobre contenido violento o explícito», así que se ha vuelto a subir, esta vez a Facebook, donde aún aguanta. En Twitter, los comentarios enseguida empezaron a ir en contra de YouTube, por lo de censurar algo que tampoco es especialmente gore o gratuito, pero quizá uno de los problemas que tengan las plataformas de vídeo para mantenerlo a la vista es por razones de copyright, al incluir el uso de la canción de otro artista, así que sugerí a Pérez-Reverte volver a subirlo sin música o con otra música sin derechos de autor, y su respuesta fue que sin esa canción el vídeo no tendría sentido.
Yo ya había podido ver el vídeo anteriormente, por gentileza suya, y una de las primeras impresiones que puede dejar a muchos es que «The Bug», el tema pop-rockabilly de Dire Straits que acompaña a las crudas imágenes de la guerra en Bosnia, resulta en comparación un tanto demasiado alegre y saltarín, con su tempo alto y esa guitarra tan fardona de Mark Knopfler. Yo también conocía la canción (los Dáir siempre me han gustado mucho), y al mismo tiempo me parecía que a pesar del ritmo ligero del tema, su letra, fuera aposta o no, tenía bastante que ver con las imágenes. Pérez-Reverte siempre ha dicho que su nivel de inglés es «como el de los indios de las películas de John Ford: yo venir en pájaro de hierro, yo beber agua de fuego», así que siempre me había cabido la duda de si la peculiar coincidencia entre la letra escrita por un escocés pasado por el country más americano y las imágenes de una guerra fratricida en la esquina opuesta de Europa había ocurrido a propósito. Así que cuando este fin de semana Pérez-Reverte hizo el vídeo público, se lo pregunté directamente. Y esto fue lo que me dijo: «La canción la elegí yo. Y claro que conocía la letra. Era un clásico de nuestras carreras a 180 por hora por Sniper Alley para ir a transmitir desde la TV bosnia. La poníamos a todo volumen para no oír los tiros de los francotiradores, porque si los oíamos podíamos perder el control del volante y darnos una hostia. La idea del vídeo fue mía y de Miguel de la Fuente. Yo dirigí el montaje con un montador llamado Walter. Imágenes de Paco Custodio y Miguel de la Fuente, los dos tercios. El otro tercio es de [José Luis] Márquez».
Ahora quedaba todo claro, y por eso el vídeo ha de verse con la música elegida para él. Cualquier persona tiene en su memoria recuerdos íntimamente asociados a un tema musical, un libro, un olor, una imagen, un idioma, y en este caso la canción va unida a esa experiencia que se vivió mientras sonaba. Proviene del último álbum de estudio de Dire Straits, On Every Street, que fue publicado en septiembre de 1991, y es un tema que habla sobre el aprovechar tu tiempo sobre la Tierra y sobre cómo navegar los momentos altos y bajos de la vida: un día todo te sale bien y otro día lo pierdes todo. Un día te toca ser el parabrisas y otro día te toca ser el bicho (bug, de ahí el título de la canción) que se estampa contra él. Vas a conocer momentos buenos y malos, así que carpe diem hasta que toque decir adiós definitivamente.
Toda esta temática queda claro cómo se puede aplicar a la vida humana y a la guerra en general, especialmente a esa de los Balcanes, en plena Europa, donde todo iba aparentemente bien (dictaduras en decadencia aparte) hasta que dejó de ir tan bien: todo puede cambiar en un parpadeo. La canción, sin embargo, está escrita con algo menos tétrico en mente, y contiene varias imágenes de juegos, competiciones y deportes: en el primer verso ya se empieza diciendo que todo esto, o sea, la vida, «es un juego extraño», y luego se habla del acelerador y los frenos, de una remontada a caballo (o a lomos de una moto), y de una bola y un bate (el Louisville Slugger de la letra era primero el apodo de un legendario bateador del siglo XIX y luego el nombre de una marca de bates de béisbol). Todo ello, además, parece estar dicho en el tono de un veterano que se dirige a un novato, al que llama baby, y como podría ser chico o chica pensé en traducirlo como «colega», que suena neutro, pero al final me he inclinado por «chaval», aunque no lo sea, porque es lo que Pérez-Reverte llama a menudo a los jóvenes cachorros (y no tanto).
También es curioso lo de los coches a toda velocidad, en la letra y en la experiencia de Pérez-Reverte, porque el vídeo oficial de la canción cuenta una historia, en cuatro minutos, sobre dos críos (chavales), uno rubio de blanco con pinta de modoso y otro moreno de negro con pinta de chuleta, que de pequeños hacen carreras en triciclos para impresionar a la vecinita rizosa. Quince años más tarde la vecinita se ha transformado en una pelirroja de melena muy abundante, escote muy prominente y vaqueros muy cortos, mientras que los chavales ahora son pilotos rivales de fórmulas americanas (NASCAR o similar). En ambas carreras, el bicho del título interviene contra el prubín del rubio, en plan imponderable del universo o dios borracho que juega a los dados con los planes humanos, para descarrilar el triciclo del niño y el coche del adulto, pero al final la pelirroja lo elige a él, en vez de al moreno triunfador, mientras Mark Knopfler contribuye al tono juguetón, cantando y tocando la guitarra con su camisa decorada con naipes de póker. Oh, qué bonito. Muy distinto resulta ilustrarlo con casas quemadas, gente llorando y sangrando, bombas cayendo, francotiradores apuntando, tumbas abiertas, cascos azules fumando, periodistas filmando u hospitales desbordados.
Al hablar en otro sitio de la música disco y de los snobs musicales ya se ha señalado que los críticos y popes del ramo a veces le cogen ojeriza a ciertos artistas y no hay manera de que los suelten. En el Reino Unido Dire Straits fueron a menudo uno de los sufridores de esta tendencia: su sonido tan pulido (fueron de los primeros en pasarse al CD en los 80) y su pericia musical no casaban bien con quienes querían algo más visceral, menos desarrollado y con menos atención a los arreglos. A pesar de eso, vendieron muy bien en el país, y arrasaron en muchos lugares del resto del mundo, entre ellos Francia y España. Mark Knopfler, el zurdo que toca como un diestro, pellizcando las cuerdas de esa forma tan personal, ha seguido grabando discos en solitario después, a menudo con influencias norteamericanas, pero ya sin grandes éxitos de estadio.
Dieciséis años después del vídeo de Pérez-Reverte y compañeros, la teleserie Generation Kill también tuvo la idea de terminar su historia con un videoclip de imágenes de guerra grabadas sobre el terreno, también acompañadas de música en principio demasiado animada para el tema, esta vez de Johnny Cash. Ya no eran los Balcanes sino Iraq, no era un periodista veterano y harto sino un soldado chulito con ganas de fama, y ya no hacía falta cargar con Betacams al hombro. Pero la idea ahí quedó.
Letra y traducción:
Well, it’s a strange old game, you learn it slow.
One step forward and it’s back to go.
You’re standing on the throttle,
you’re standing on the brakes,
in the groove ‘til you make a mistake.
Sometimes you’re the windshield,
sometimes you’re the bug.
Sometimes it all comes together, baby,
sometimes you’re a fool in love.
Sometimes you’re the Louisville Slugger,
sometimes you’re the ball.
Sometimes it all comes together, baby,
sometimes you’re gonna lose it all.
You gotta know happy, you gotta know glad,
because you’re gonna know lonely
and you’re gonna know bad.
When you’re rippin’ and a-ridin’
and you’re coming on strong,
you start slippin’ and slidin’
and it all goes wrong because
sometimes you’re the windshield,
sometimes you’re the bug.
Sometimes it all comes together, baby,
sometimes you’re a fool in love.
Sometimes you’re the Louisville Slugger, baby,
sometimes you’re the ball.
Sometimes it all comes together, baby,
sometimes you’re gonna lose it all.
One day you got the glory,
one day you got none.
One day you’re a diamond
and then you’re a stone.
Everything can change
in the blink of an eye,
so let the good times roll
before we say goodbye, because
sometimes you’re the windshield,
sometimes you’re the bug.
Sometimes it all comes together baby,
sometimes you’re a fool in love.
Sometimes you’re the Louisville Slugger, baby,
sometimes you’re the ball.
Sometimes it all comes together baby,
sometimes you’re gonna lose it all.
—
Pues es un jueguecito extraño, se aprende despacio.
Un paso hacia adelante y otro atrás para avanzar.
Estás pisando el acelerador,
estás pisando el freno,
en la buena onda, hasta que cometes un error.
A veces eres el parabrisas,
a veces eres el bicho.
A veces todo sale bien, chaval,
a veces eres un tonto enamorado.
A veces eres el bate, chaval,
a veces eres la bola.
A veces todo sale bien, chaval,
a veces lo vas a perder todo.
Has de conocer lo feliz, has de conocer lo alegre,
porque vas a conocer lo solitario
y vas a conocer lo malo.
Cuando estás que la rompes, cabalgando
y remontando a toda mecha,
empiezas a resbalar y a deslizarte,
y todo va mal, porque
a veces eres el parabrisas,
a veces eres el bicho.
A veces todo sale bien, chaval,
a veces eres un tonto enamorado.
A veces eres el bate, chaval,
a veces eres la bola.
A veces todo sale bien, chaval,
a veces lo vas a perder todo.
Un día alcanzas la gloria,
otro día no tienes nada.
Un día eres un diamante
y luego eres una piedra.
Todo puede cambiar
en un parpadeo,
así que disfruta los buenos momentos
antes de que digamos adiós, porque
a veces eres el parabrisas,
a veces eres el bicho.
A veces todo sale bien, colega,
a veces eres un tonto enamorado.
A veces eres el bate,
a veces eres la bola.
A veces todo sale bien, colega,
a veces lo vas a perder todo.
Traducción de Rogorn Moradan
En el bar de Lola, cuando ella está de humor, a veces te deja pedir una canción. Eso sí, te vas tú a la máquina, te la buscas y te la pones tú, y luego te las apañas con los aplausos o los abucheos de la concurrencia. Si algún zendadano se anima, que busque cambio en el bolsillo, pida la siguiente y nos cuente algo sobre ella.
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