Una gran cantidad de perros de mar acechan con grave peligro a los buceadores que buscan esponjas. […] Con los perros de mar, la lucha es terrible. (Plinio el viejo).
En 2016, la editorial Taschen publicó Sharks, una recopilación de las espectaculares fotografías obtenidas por Michael Muller durante diez años de inmersiones. A continuación conversamos con él sobre su experiencia fotografiando tiburones por todo el planeta.
—Apreciado señor Michael Muller, su primera cámara fue una acuática y su primer disparo fue precisamente de un tiburón. ¿Su deseo de ser fotógrafo arranca en la infancia?
—Sí, me mudé a Arabia Saudí a la edad de 9 años y viví allí durante cuatro años mientras crecía. Viajamos a 55 países en esos cuatro años. Mis padres sentían un gran amor por la fotografía, y así fue como me introduje en ella. Aquel primer disparo, en el que fotografié a un tiburón, y ver la impresión que causó en mis jóvenes amigos aquella imagen, plantó en mí la semilla para enamorarme de la fotografía.
—La fotografía de naturaleza salvaje es muy diferente a la del mundo pop o las celebridades de Hollywood, en el que ha trabajado más de treinta años. ¿Por qué decidió adentrarse en el mar para fotografiar tiburones?
—La primera fotografía nace en realidad de un enorme miedo a los tiburones. Toda mi vida había estado marcada por la película Tiburón (Jaws), mientras crecía en el norte de California surfeando, después de regresar de Arabia Saudí. Así que hace unos dieciséis años decidí ir a fotografiar un gran tiburón blanco por primera vez. Aquella mañana en la jaula fui el primero en salir al agua. Eran las 6 a.m. y al cabo de cinco minutos un gran blanco se acercó y nadó a mi lado. Nos miramos a los ojos y mi vida cambió en ese momento. Nueve meses después estaba en mi primera gran expedición a las Galápagos para fotografiar la campaña IWC Watches Aqua-Timer. Tuvimos a la Fundación Charles Darwin y miembros de la UNESCO con nosotros en ese viaje, al que acudí siendo aún muy ingenuo. Lo que aprendí tras aquello fue que los tiburones matan a un promedio de cinco seres humanos al año en todo el mundo, ¡y nosotros estábamos matando cerca de cien millones de tiburones cada año! Sí, estamos hablando de entre 80-100 millones de especies sacrificadas. Supe que la mitad de la Gran Barrera de Coral, el arrecife más grande nuestro planeta, había desaparecido, estaba muerta (ahora mismo un 60% de la misma está extinto). Conocí todos los demás problemas a los que se enfrentan nuestros océanos. Tengo tres hijas, y recuerdo que una noche durante aquella travesía estaba en la parte superior del barco, y me dije: «¡No creo que mis hijas puedan ver esto en 10 años, tal y como vamos!». Así que tomé la decisión de hacer todo lo posible para ayudar a crear conciencia, cambiar las percepciones de la gente y recaudar tanto dinero como pudiera para ayudar a proteger a los tiburones. Durante aquella experiencia también soñaba con hacer algún día un libro. Lo que empezó en una jaula ¡tardó solo diez años en hacerse realidad!
—¿Qué siente estando tan cerca de un tiburón? ¿Siente miedo, o lo ha sentido en alguna ocasión?
—No he sentido miedo desde ese viaje a las Galápagos. Cuando estuve por primera vez alrededor de varios tiburones fuera de la jaula me di cuenta rápidamente de que realmente no tenía nada que temer. Comencé a aprender sus comportamientos y cómo interactuar con estos animales gracias a personas que tenían mucha más experiencia que yo y que me enseñaron. No tengo miedo, pero siento un enorme respeto por ellos, y soy consciente de lo que son capaces de hacer.
—¿Es cierto lo que dicen sobre sus ojos, esa mirada sin vida?
—¡No! Todo lo contrario. Hay algunas fotos en mi libro Sharks que muestran el iris que tienen, los ojos casi humanos que tienen. En los últimos años se han mejorado los sensores de la cámara para revelar lo que uno puede presenciar en persona cuando bucea con ellos. Lo que cambió mi vida fue ver que estos animales no son ninguna máquina de matar carentes de alma; son por el contrario increíblemente inteligentes.
—Ha obtenido la primera imagen de un tiburón blanco en un salto nocturno. ¿Cómo consiguió realizar esa impactante fotografía?
—Inventé las luces estroboscópicas impermeables más potentes que hay, de 1400 vatios, por las que recibí cuatro patentes. Quería capturar con mis luces a los tiburones en Sudáfrica, también conocidos como Air Jaws, que saltan del agua cuando capturan a las focas que cazan. Viajé allí y construí unos brazos largos de 40 pies para sostener las luces que estaban montadas en la parte trasera del bote. En seguida me di cuenta de que durante las horas del día las luces no me daban el efecto que buscaba y necesitaba que fuera más oscuro, de modo que pregunté a los científicos si sabían de la existencia de tiburones que saltaran por la noche, a lo que todos dijeron: «¡No tenemos ni idea, nunca lo hemos visto!». Así que cambié el plan y pasamos cinco días saliendo a las cuatro de la madrugada, remolcando el señuelo, tratando de hacer que un tiburón se abriera paso en medio de la noche. El último día fui bendecido con un tiburón que rompió el señuelo, pero me emocioné tanto que presioné el botón demasiado rápido y solo capturé la cabeza que salía del agua. Un Gran Blanco nunca rompe dos veces con un señuelo, nunca. Este tiburón en particular, 15 segundos después, lo hizo de nuevo. Esperé una décima de segundo más, presioné el botón y capturé un salto nocturno completo. ¡Fue la primera imagen documentada de tiburón blanco saltando por la noche! El New York Times publicó la historia. Tengo que admitir que fue uno de mis momentos más memorables.
—¿Cómo se protege para evitar ataques, y cómo se comporta para mantener la tranquilidad cuando está nadando cerca de un tiburón?
—¡Lo más importante es que no actúes como una presa! No muestres miedo, tienes que mantenerte firme y empujarlos a veces cuando vienen a buscar los peces que les estamos dando de comer. Sin los peces, no se acercarían a nosotros, ya que la mayoría de los tiburones evitan a los humanos siempre que pueden. Los tiburones blancos son la única diferencia, no tienen miedo de los humanos, pero en su mayor parte tampoco están interesados en nosotros y tenemos que juntarnos con ellos también para que se nos acerquen. Si un tiburón blanco viene a emboscarme cuando buceo fuera de la protección de una jaula, solo hay una opción… Debo dar la vuelta y comenzar a nadar directamente hacia esas 2,5 toneladas de músculo y dientes que vienen hacia mí a 40 kilómetros por hora. Cuando hago eso, el tiburón me ve como una amenaza potencial y se aparta, porque no hay nada en el océano que nade hacia él, excepto las ballenas orca; las demás especies nadan para alejarse de él. Es difícil de comprender, pero lo he estado haciendo durante seis años cientos de veces y todavía conservo todas mis extremidades.
—¿En qué mares ha disfrutado más?
—Amo todos los océanos, todos son muy variados, pero si tuviera que elegir uno, probablemente diría que los océanos de África, por su diversidad.
—¿Es más difícil fotografiar un rostro de una celebridad que un tiburón, en cuya naturaleza no está el ser dócil o confiado?
—Sí, al cien por cien. La gente puede hablar. La gente es insegura. La gente desconfía. Pero a pesar de todo, mi experiencia con la mayoría de las personas a las que fotografío es increíble, y la razón es porque me acerco a todas ellas con respeto y amabilidad.
—Ha cambiado el escenario de tierra firme por el fondo marino, pero me parece captar en todas sus fotografías la misma esencia, la parte más auténtica, e incluso salvaje, que compartimos humanos y animales. ¿Estoy en lo cierto?
—Sí, diría que es una observación precisa. Siempre trato de mostrar una verdad, un lado que quizás no hayas visto, la esencia cruda de mis sujetos retratados. También me gusta el enfoque cinematográfico y el uso de elementos como la lluvia, el agua, el humo, la suciedad, pero al final del día, la fotografía para mí tiene mucho que ver con la iluminación. La iluminación es lo que hace o deshace una toma.
—¿Qué efecto busca crear con el uso de la luz?
—Siempre busco un look que nunca antes había visto o hecho, empujando los límites, elevando el listón conmigo mismo. La iluminación lo es todo en la fotografía, y siempre hay algo nuevo que probar y aprender si estás dispuesto a mirar. No quiero volverme complaciente con mi arte: en el momento en que sucede eso siento que mueres como artista. Llevo 35 años en la fotografía y sigo igual de emocionado. Me encanta cuando pruebo una nueva técnica de iluminación o abordo un nuevo tema con una iluminación que no se usa tradicionalmente.
—Hay una imagen espectacular en su obra en la que se ven centenares de tiburones martillo nadando en grupo en perfecta armonía. ¿Qué ha podido deducir observando su comportamiento? ¿Cree que cada especie tiene su personalidad?
—Esa es una foto de un grupo de tiburones martillo festoneados que se encuentran en las Islas Galápagos y Cocos, desde donde migran y adonde regresan después. Los tiburones martillo gigantes que también están en mi libro son solitarios y pueden crecer hasta cinco metros de largo, mientras que los festoneados miden entre dos y tres metros. En cuanto a las personalidades, sí, definitivamente tienen comportamientos diferentes: algunos son tímidos, otros son un poco más agresivos… Los machos se comportan de forma diferente a las hembras, que suelen ser mucho más curiosas y geniales al interactuar con ellos. Así que, al igual que las personas, vienen en todas las formas, tamaños y actitudes.
—¿En qué se diferencia el tiempo en la fotografía submarina respecto a la fotografía en tierra firme?
—Cuando estoy bajo el agua es el momento más puro en que he estado en mi vida. Eso es lo que me atrajo del buceo, pero no me di cuenta hasta hace unos cinco años. La gente me preguntaba constantemente: «¿Por qué buceas con grandes tiburones blancos? ¿Eres un adicto a la adrenalina?». Y yo les decía que no, pero no podía explicar por qué me gustaba tanto. Cuando me di cuenta hace cinco años de que estaba realmente viviendo en el momento presente, me dije a mí mismo: «¡Quiero esto en tierra! No quiero tener que nadar con un tiburón para ser yo el momento». Y eso me llevó a la atención plena y la meditación, lo que me ha permitido experimentar una sensación similar aquí mismo, en tierra. Así que el mayor miedo de mi vida me ha llevado a enfrentarme a todos esos pequeños miedos que interfieren en mi vida diaria y me impiden estar realmente presente. Ha sido uno de los mayores regalos de mi vida.
—¿Ha pensado fotografiar el longevo tiburón de Groenlandia que se encuentra en las profundidades abisales por encima del Círculo Polar Ártico?
—Sí, pero todavía no he viajado allí. Fui al Ártico y tengo otra expedición allí en enero para fotografiar orcas, el principal depredador en el mar que nunca ha atacado a un humano en la naturaleza. ¡Nunca! ¡Esperamos que el covid no nos lleve a cancelar la expedición, ya que no he podido bucear en siete meses, y todos tenemos ganas de sumergirnos!
—¿Va a seguir peleando para preservar el futuro de estos perfectos depredadores?
—La gente solo protege lo que ama, y así lo he podido comprobar a lo largo de mi experiencia. Siempre lucharé por aquellos sin voz humana o animal, hasta mi último aliento. ¡Creo que mi propósito aquí es ayudar a todas las criaturas de Dios de la forma que pueda!
—¿Qué encuentra sobre sí mismo ahí abajo, en las profundidades?
—Que no tengo control sobre nada excepto por mis respuestas y mis acciones. Eso es lo que encuentro.
—¿Qué vamos a necesitar nosotros para proteger este planeta?
—Todos debemos despertar y comenzar a asumir la responsabilidad de nuestras propias decisiones y comenzar a hacer cambios en los comportamientos para revertir esta crisis climática. Es como un elefante en una habitación: todos saben que está ahí, pero muy pocas personas están tomando medidas serias para abordarlo. Le estamos dejando un planeta roto a cada niño que viene. ¿Se lo merecen?
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