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Cuando la sombra de la autobiografía sobrevuela sobre la creación literaria

Cuando la sombra de la autobiografía sobrevuela sobre la creación literaria

Cuando un personaje del papel couché salta al mundo de la literatura no lo tiene fácil. Si no presenta un producto de calidad lo despedazan, y si la obra es buena siempre gravita la sospecha de la autoría de un “negro”. Pero éste no es en absoluto el caso de Nadie me contó, de Astrid Gil-Casares, una novela que sorprende por la sinceridad de sus emociones, tan personales e intensas que descarta cualquier atisbo de que un tercero hubiese podido narrarlas.

La autora debuta en el mundo de la literatura con Nadie me contó, de La Esfera de los Libros. Aunque su verdadera pasión desde niña había sido la lectura y el inventarse historias, nunca —hasta la fecha— se había atrevido a escribir un libro: le imponía la responsabilidad literaria.

Comenzó quitándose la espinita proyectando un guión. El resultado fue más que satisfactorio, y llegó a materializarse en la película ¿Qué te juegas? (2019), dirigida por Inés de León e interpretada por Leticia Dolera, Amaia Salamanca y Javier Rey.

Cuando se planteó por fin publicar un libro, disfrutó más si cabe, porque si con el guión se había sentido “especialmente feliz escribiéndolo en soledad”, la novela la vivió como si estableciera un diálogo íntimo con el lector.

¿Qué pasa después de…?

Nadie me contó es la historia de Gaelle. Una mujer arquitecto con un trabajo independiente y reputado conoce a un hombre inteligente, carismático, seductor, poderoso y rico. Tan perfecto que no podía ser real. Porque no lo era. Pero ella sintió que era el hombre de su vida, y lo dejó todo por él.

"Hay comicidad, crudeza, sentimientos y hasta poesía en un totum revolutum perfectamente ensamblado"

Disfrutó de un status de lujo, y de su unión nacerían dos hijos. El problema fue que nadie le había contado qué pasa después del «y comieron perdices». A él se le acabó el amor, y ella siguió enamorada. Él ya no la amaba, pero no la dejaba vivir ni irse de su lado.

Se generó entonces una atmósfera de vacío existencial y comenzaría su anulación como persona, con la subsiguiente erosión psicológica que iría dejando bajo mínimos la autoestima de Gaelle.

El origen de la historia sitúa a la protagonista a la vuelta de unas vacaciones en Baleares, cuando por fin recibe la noticia de su divorcio. Gaelle decide no rendirse y comienza su personal búsqueda de la libertad, la independencia y el amor, y por tanto de la felicidad. Su vida irá tomando un nuevo rumbo que dejamos que el lector vaya desvelando a través de las páginas del libro.

Aunque hay secundarios de relieve, el gran valor de la obra es la presentación de Gaelle, el personaje central de la trama, porque en todo momento la prioridad de la autora fue construírlo desde la profunda voluntad de entender su esencia, el momento en el que vive, y teniendo en cuenta su pasado y su situación emocional.

Otro gran hallazgo es la ambientación: una atmósfera de intensa verosimilitud y absoluta sinceridad. Pese a la dificultad añadida de que las altas esferas son un espacio vedado al gran público, la autora consigue que el lector empatice con la protagonista y vaya viviendo junto a ella y en primera persona el periplo de su liberación y del reencuentro consigo misma. No hay subtramas de relleno. Hay comicidad, crudeza, sentimientos y hasta poesía en un totum revolutum perfectamente ensamblado en un estilo narrativo directo y tremendamente entretenido, que logra que la novela “se lea del tirón”.

¿Un libro polémico?

Cuando Nadie me contó salió a la luz se escribió que sería “un tsunami editorial en el mundo financiero”, por los paralelismos entre el argumento de ficción y la propia vida de la autora. Afortunadamente, para la valoración de la novela en sí misma, la polémica y el morbo se vieron amortiguados por la aparición de la pandemia.

Astrid Gil-Casares Marlier nació en Madrid en 1973, de padre español, miembro de una de las sagas científicas más importantes de España y de una madre francesa “fuerte y valiente”, como la define su propia hija. Astrid habla seis idiomas, estudió Economía y Marketing y antes de casarse con un poderoso empresario español trabajó durante años en banca de inversión en París y Londres. Pero lo dejó todo por amor.

"A lo largo de más trescientas páginas, en un estilo dinámico y fluido la autora va enhebrando los hechos con los sentimientos"

Superando una época difícil, de más de un año de encierro, y un duro y mediático divorcio, Astrid Gil-Casares se volcó en escribir esta novela. «La historia me imponía, me daba miedo, pero ni ha sido terapéutico ni me ha ayudado a cerrar heridas, ha sido un bálsamo de felicidad, de introspección, un privilegio».

Aunque las similitudes son demasiado evidentes con su propia vida, Gil-Casares insiste en que el personaje de Gaelle no es su alter ego. «Está claro que hay fragmentos de la novela y pinceladas inspiradas en mí. No estaba dispuesta a vivir en una jaula de oro sin amor y sin respeto. Por eso me divorcié, pero Gaelle no soy yo».

A lo largo de más trescientas páginas, en un estilo dinámico y fluido la autora va enhebrando los hechos con los sentimientos: conversaciones y encuentros en los que el miedo, la inseguridad, el desprecio, y las dificultades de romper un matrimonio aún estando enamorada, son tan importantes como los propios personajes. Un relato, como hemos comentado, a veces de excesiva crudeza pero que va alternando con sorpresiva agilidad con episodios de comicidad surrealista porque Gaelle ha vivido demasiado tiempo en una burbuja al margen de la cotidianidad.

Foto: Sofía Moro

Entre la autoayuda y la literatura. El destino y Gaelle

No es un libro de autoayuda pseudo-filosófico, pero tal vez a través de la literatura el mensaje llega de forma más práctica, más directa y con menos vericuetos. No esgrime consignas, pero pese a las distancias sociales, por su sinceridad es una historia con la que pueden sentirse identificadas muchas mujeres de la generación de Gaelle, quizás la última de aquellas que se casaban “para toda la vida” y que, cuando sus matrimonios se van por el desagüe y hay otro final inesperado, se sienten desubicadas.

"Nadie me contó también se convierte en una lectura terapéutica contra la alienación marital"

Junto a ello, en la novela y sin exhibirlos como estandarte, aparecen valores eternos, reivindicados en frases y pasajes. Desde el poder de la maternidad a la infinita capacidad de amar a los hijos (la portada es un homenaje a la madre de la autora) y la diferencia entre autoestima y amor propio. También están presentes la solidaridad y la solidez de la amistad entre mujeres, con las que la protagonista se desnuda emocionalmente y que serán su gran soporte, y sobrevolando sobre todo ello el manido término del empoderamiento femenino.  

Pero sobre todo el relato no es un canto a la esperanza, sino a la realidad de las segundas oportunidades. Cuando una trayectoria vital queda amputada, no sólo en el amor sino en todos los órdenes de la vida, está ahí la capacidad de remontar cuando se tiene todo en contra y de recuperar la confianza en uno mismo y en los demás. Solo hay que encontrarla. «Cuando pierdes el miedo empiezas a vivir».

La ruptura de un matrimonio, y más cuando hay hijos, duele mucho. Nadie me contó también se convierte en una lectura terapéutica contra la alienación marital. Mujeres como Gaelle pueden llegar a creer, tras un final traumático, que son culpables de lo sucedido, a justificar las humillaciones de quienes han amado o piensan que siguen amando. Y todo ello puede llevarles al bloqueo y a la cerrazón a compartir nuevos sentimientos, o lo que es lo mismo, a enamorarse. El divorcio deja siempre heridas abiertas, pero el luto es necesario para emprender el nuevo camino. La protagonista peleará por ello con uñas y dientes, sacará fuerzas de flaqueza, y el relato llevará al lector a ver cómo se abre para ella una nueva puerta al amor.

Gaelle irá grabándose físicamente sus heridas del corazón. Desde que se separa, irá jalonando su cuerpo con tatuajes cual cicatrices para no olvidar, porque como ave fénix, de aquel sufrimiento ha surgido una nueva mujer y le ha hecho ser quien ahora es.

Un epílogo… nadie me contó

Al final de la novela hay un epílogo. En él, la autora explica que cuando empiezas una relación te embarcas con ilusión en un proyecto de vida en el que estás dispuesta a darlo todo. Cuando eso desaparece casi por arte de magia llega esa parte dolorosa de la vida que “nadie te contó”. Pero matiza que «nadie me contó» no significa en ningún caso que «tomara un camino equivocado o que me arrepintiera».

Y para comprenderlo, qué mejor que oír las propias palabras de Gael:

«Nunca nadie me contó qué ocurre en los cuentos, en las historias de ficción, cuando la voz del narrador se apaga y a los personajes ya solo les quedan los huesos mordisqueados sobre el plato.

Nadie me contó que esa infancia de la cual guardamos tan pocos recuerdos se empeña en dejar tantas cicatrices.

Nadie me contó que si no te respetas tú nadie te respetará. Nadie me contó que como te amas tú es como te amarán los demás.

Nadie me contó que amar es confiar, en el otro y en ti, dos lados de la misma moneda. Pero, por suerte, había descubierto que el final no contado de la historia podemos escribirlo nosotros, que no hay que conservar ninguna moneda (por valiosa que parezca) y que, más allá del suelo, no hay nada, por lo que levantarse es la única opción posible».

Gaelle

"La renacida Astrid tiene todo el mundo por delante, y en ese nuevo mundo ha demostrado su capacidad para contar historias"

Es más que notorio que desde que escribió Nadie me contó la bellísima y etérea Astrid Gil-Casares ha transmutado en otro ser. La autora se ha tatuado una de las frases más célebres de Winston Churchill en el momento más duro de la Segunda Guerra Mundial: “I have nothing to offer but blood, toil, tears and sweat» (No tengo nada que ofrecer sino sangre, trabajo, lágrimas y sudor). Tal vez Gaelle no sea Astrid, pero ¿y al revés? ¿Ha fagocitado el personaje a la autora? Qui lo sá. Sería la prueba manifiesta de que la catarsis de la Literatura no es mera ficción.

La renacida Astrid tiene todo el mundo por delante, y en ese nuevo mundo ha demostrado su capacidad para contar historias. Quedamos a la espera. «Tenía claro desde el principio qué quería contar. Trasladarlo al papel sin el miedo a la página en blanco me ha hecho pensar que sería un gran privilegio poder, de verdad, vivir de la escritura”.

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Autor: Astrid Gil-Casares. Título: Nadie me contó. Editorial: Esfera de los libros. Venta: Todostuslibros y Amazon

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