Llora el mundo, en plena crisis social, buscándose a sí mismo para asistir al renacimiento de las poetas que nunca debieron desaparecer. Perdimos de vista parte de nuestra historia, la que escribieron las mujeres en las letras hispánicas (englobando a las lenguas que se expandían por el territorio español, y a las autoras de América que comenzaban a escribir en castellano tras la colonización española), y ahora vuelven para quedarse los poemas que nunca se debieron alejar. Han sido quinientos años de espera inmerecida, quinientos años que comienzan a terminar.
En este libro se respiran poemas que se abren de brazos hacia la tierra y el cielo, poemas que son micromundos dentro del mundo que se imponía a las mujeres.
En este volumen recogemos las coordenadas a las que hemos podido acceder, desde la lejanía de la memoria, después de tantos años de ostracismo al que fueron condenadas las mujeres, poetas ninguneadas en su época y ahí quietecitas y calladas hasta ahora que nos proponemos revolver la historia de las letras, y apretamos la mandíbula de tanta vergüenza por formar parte de la sociedad del olvido.
Pasear por la historia es una forma de recuperar y de encontrar sentido al presente que se posa en nuestras manos; cerrar los ojos para dejarse invadir por el entusiasmo de ver renacer a las primeras poetas de habla española, primeras mujeres de las que tengamos constancia, primeros olvidos de muchos.
Revisar la historia
El siglo XVI comienza tras la invasión española de América, viviendo un momento de esplendor político que no alcanzó el equilibrio económico (a pesar de las riquezas que llegaban de América, manchadas de sangre) y que sufrió un estancamiento filosófico debido al poder de la Iglesia, que asfixió a la sociedad, imponiéndole su ideología.
La situación de las mujeres durante el siglo XVI, en España, se vio directamente determinada por su subordinación respecto a los hombres, una supeditación que encontró justificación tanto en teorías religiosas y morales como científicas y legales, y que fue la causante de su situación social. Su existencia estuvo limitada al ámbito doméstico. Eran educadas para asumir responsabilidades familiares, para casarse con alguien de su mismo nivel económico; esto garantizaría el orden social. No tenían acceso a la cultura si no eran damas que pertenecieran a la nobleza o si no eran hijas de Dios. Por ello tantos poemas eran de temática religiosa u homenajes a figuras importantes para el alto estamento. Estamos ante una sociedad muy jerarquizada, con rígidas barreras de género y unas pautas de conducta establecidas.
El siglo XVI (el Siglo de Oro se sitúa entre los años 1492 —invasión de América— y 1681 —muerte de Calderón de la Barca—) aporta, en España, grandes figuras de las letras como Garcilaso de la Vega, Miguel de Cervantes, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Lope de Vega o Luis de Góngora.
La historia ha sido especialmente cruel con la situación de la mujer, que ha sido ninguneada durante siglos y a la que no se le permitía desarrollarse como persona independiente, ni realizar cualquier actividad intelectual, ya que el hombre se suponía a sí mismo como un ser superior, y las decisiones, filosofías e ideologías estaban destinadas exclusivamente a los hombres de clase alta o clérigos.
Formas
Fondos espirituales, lírica amorosa, naturaleza, cancioneros y nuevos ritmos italianos componen las estructuras poéticas que se fueron implantando durante el siglo renacentista que trajo el soneto como principal aportación poética, que llegó a España introducido por Garcilaso de la Vega y Juan Boscán.
Herencia
Las poetas del siglo XVI apenas dejaron huella cultural, ya que el tiempo las borró de la historia casi al completo. Recuperar parte de esta historia es el compromiso de esta publicación, que dispone a las poetas de forma cronológica. De muchas poetas desconocemos su fecha de nacimiento o fallecimiento, y las hemos ordenado según datos —con amplio margen de error— a los que hemos tenido acceso.
Tantos datos perdidos y tantos poemas recuperados de libros centenarios muestran la necesidad de esta publicación que reaviva una parte de nuestra cultura en peligro de extinción.
Nuestras poetas nunca dejaron de existir. Fuimos nosotros los que miramos hacia otro lado, permitiendo algunos reconocimientos puntuales, pero ignorando las creaciones poéticas escritas por mujeres durante el siglo XVI.
Este libro no es un abrazo, es el oxígeno y la vergüenza, es amor por el pasado, es la mano y la memoria, es la historia que perdimos. Este libro es la necesidad de lo que no quisimos. Este libro es la obligación de querernos y cuidarnos para entender de dónde venimos, de dónde nos fuimos, los versos que quemamos, las derrotas que no asumimos. Este libro no es un libro, es nuestra vida, que dejamos durmiendo demasiados siglos.
5 POEMAS DE POÉTICAS. ANTOLOGÍA DE MUJERES DEL SIGLO XVI
Luisa Sigea
Tarancón (Cuenca), 1522 – Burgos, 1560.
Fue una de las mentes más brillantes del Renacimiento; tenía gran dominio del latín, griego, hebreo, árabe y caldeo, y hablaba nueve idiomas. Trabajaba como escritora de la corte y era humanista, poeta e historiadora.
De su obra destaca Syntra, escrito en latín e impreso en 1566 en la ciudad de París.
Un fin, una esperanza,
un como, un cuando
Octavas, declarando: «habui menses vacuos et
noctes laboriosas, et numeravi mihi» (Job).
Un fin, una esperanza, un como o cuando;
tras sí traen mi derecho verdadero;
los meses y los años voy pasando
en vano, y paso yo tras lo que espero;
estoy fuera de mí, y estoy mirando
si excede la natura lo que quiero;
y así las tristes noches velo y cuento,
mas no puedo contar lo que más siento.
En vano se me pasa cualquier punto,
mas no pierdo yo punto en el sentirlo;
con mi sentido hablo y le pregunto
si puede haber razón para sufrirlo;
respóndeme: sí puede, aunque difunto;
lo que entiendo de aquel no sé decirlo,
pues no falta razón ni buena suerte,
pero falta en el mundo conocerte.
En esto no hay respuesta, ni se alcanza
razón para dejar de fatigarme,
y pues tan mal responde mi esperanza
justo es que yo responda con callarme;
fortuna contra mí enristró la lanza
y el medio me huyó para estorbarme
el poder llegar yo al fin que espero,
y así me hace seguir lo que no quiero.
Por sola esta ocasión atrás me quedo,
y estando tan propincuo el descontento,
las tristes noches cuento, y nunca puedo
hallar cuento en el mal que en ella cuento;
ya de mí propia en esto tengo miedo
por lo que me amenaza el pensamiento;
mas pase así la vida, y pase presto,
pues no puede haber fin mi presupuesto.
*****
Isabel de Castro y Andrade. Condesa de Altamira
Puentedeume (La Coruña), 1528 – 1582.
Hay poca información, y contradictoria, acerca de su vida más allá de su árbol genealógico.
A día de hoy conservamos muy pocas composiciones de su abundante obra poética. Toda ella está escrita en castellano, a excepción de un soneto que se ha convertido en obra de culto de la literatura gallega de los Siglos Oscuros (denominados así por la escasa creación en lengua gallega).
Soneto a don Alonso de Ercilla
Aracana naçaon, máis venturosa,
máis que quantas hoge ha de gloria dina,
pois na prosperidade e na ruína
sempre envexadas estás, nunca envexosa.
Se enresta o ilustre Afonso a temerosa
lança, se arranca a espada que fulmina,
creio que xulgareis que determina
só o conquistar a terra belicosa.
Faraa, mais não temais essa mao forte,
que, se vos tira a liberdade e a vida,
ela vos pagará ben largamente.
Que, a troco dúa breve e honrada morte,
co seu divino estilo, esclarecida
deixará vossa fama eternamente.
*****
Leonor de Ovando
Santo Domingo (República Dominicana), 1548 – 1611.
Es reconocida como una de las primeras poetas de Santo Domingo.
Fue religiosa profesa en el Monasterio de Regina, de la Isla Española.
De la misma señora al mismo
en respuesta de otro suyo
Pecho que tal concepto ha producido,
la lengua que lo ha manifestado,
la mano que escribió, me han declarado
que el dedo divinal os ha movido.
¿Cómo pudiera un hombre no encendido
en el divino fuego, ni abrasado,
hacer aquel soneto celebrado
digno de ser en almas esculpido?
Al tiempo que lo vi quedé admirada,
pensando si era cosa por ventura
en el sacro colegio fabricada.
La pura santidad allí encerrada,
el énfasis, primor de la escritura,
me hizo pensar cosa no pensada.*
*****
Catalina de Zúñiga. Condesa de Andrade
Tordesillas (Valladolid), 1555 – Madrid, 1628.
Poeta de familia noble, que destacaba por su sabiduría, de la que no tenemos referencias literarias.
El género de pregunta-respuesta procede de un medio cortesano en el que la poesía era un juego y un signo de distinción.
Respuesta a la pregunta
de don Juan de Borja
El diligente deseo
podría ser de placer
por el dulce devaneo;
mas la fineza de él, creo
que está puesta en padecer,
porque aunque poder cumplirle
en servicio del amado
es el bien más estimado,
lo que cuesta diferirle
hace el mérito doblado.
Mayor deudo con lo feo,
no siendo el negro color,
sin saber si es lo mejor,
yo diría, a ley de creo,
que de azul el resplandor.
Subir un hombre vencido
podrá cuando la Victoria
guste de echar en olvido
al que ayer favorecido
hoy borre de la memoria.
Mas pensar que el ser amado
con el que ama tiene igual,
eso está averiguado,
por ser caso reservado
para gente de caudal.
Para amado, ¿quién no basta?
Para amar, ¿hay bueno alguno?
A no llamarme importuno
jurara que de esta casta
no ha quedado ninguno.
*****
Hipólita de Narváez
Antequera (Málaga), finales del siglo XVI y comienzos del XVII.
Únicamente se conocen los cuatro sonetos recogidos en la antología Primera parte de las flores de poetas ilustres de España (1605), de Pedro Espinosa, en la que aparece junto a dos mujeres, Cristobalina Fernández de Alarcón y Luciana de Narváez.
Perteneció al grupo poético que se desarrolló en el entorno de la Cátedra de Gramática de Antequera a finales del siglo XVI y comienzos del XVII.
II
Se fue mi sol, y vino la tormenta
(que yo no espero de su ausencia menos),
y el cielo turquesado sus serenos
ojos cubrió, obligado de la afrenta.
Un acento tristísimo revienta
entre los vientos, de tinieblas llenos;
tiemblan las nubes con los roncos truenos,
arden los campos, el temor se aumenta.
Salió mi Sol y de dorados jaspes
vistió su oriente, y de esmeraldas finas
los altos montes y las llanas tierras;
bordó las vagas nubes de giraspes,
sudaron rubias mieles las encinas
y blanca leche las azules sierras.
Autor: AA.VV. Título: Poéticas: Antología de mujeres del siglo XVI. Editorial: Ya Lo Dijo Casimiro Parker. Autoras del libro: Florencia Pinar (1470-1530). Santa Teresa de Jesús (1515-1582). Francisca de Aragón (1521-1606). Luisa Sigea (1522-1560). Isabel de Castro y Andrade (1528-1582). Leonor de Ovando (1548 – 1611). Sor María de San José (1548-1603). Catalina de Zúñiga (1555-1628). Isabel de Vega (mediados del siglo XVI). Leonor de Iciz (segunda mitad del siglo XVI). Luisa de Carvajal y Mendoza (1566-1614). Juana de Arteaga (siglo XVI). Sor María de la Antigua (1566-1617). Hipólita de Narváez (finales del siglo XVI). Anónima (finales del siglo XVI). Venta: Amazon
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