Foto: Daniel M. Sáez Rivera Eduardo Martínez Rico (Madrid, 1976) es doctor en Filología Hispánica y un prolífico escritor tanto en ensayo como en novela. Aunque se ha adentrado en varios géneros novelísticos, destaca la atención que ha depositado en el histórico. Tres de sus obras se centran en un personaje de la Historia: Cid Campeador, Fernando el Católico: El destino del rey y Carlos V: El viaje del emperador.
De todos los géneros novelísticos, quizá sea el histórico el que conlleva una mayor elaboración y documentación previa. No es fácil escribir una novela histórica. Profundizamos en ello con Eduardo:
—¿Crees que estamos viviendo un renovado interés por el género histórico?
—Creo que el interés de los lectores por el género de la novela histórica es antiguo. Seguramente ha tenido momentos álgidos, pero no creo que se pueda considerar una moda. Es un género literario, o un subgénero si consideramos la novela como el género principal. De todos modos, sí creo que éste es un momento de particular interés por la novela histórica. Son libros que se venden muy bien, yo diría que dentro de lo literario es de lo que más se vende. Y lo comprendo perfectamente. Eso no significa que desestime otros géneros y que yo mismo cultive muchas otras modalidades de literatura.
—¿Qué aporta este género en la actualidad?
—Aporta literatura, narración, Historia e historias; aporta diversión, entretenimiento y bastante aprendizaje, aunque el lector tenga que comprender que lo que lee en una novela histórica no es Historia rigurosa, sino más bien un juego con la Historia. En alguna entrevista he dicho que yo utilizaba la Historia para contar una historia, es decir, una historia personal, artística, o eso es lo pretendido, pero en mi caso pensando en el lector, en que lea bien la novela y la disfrute. Los libros de Historia, que yo valoro tanto, suelen ser duros de leer. La novela histórica suele ser mucho más asequible. La narración es mágica. Siempre hemos necesitado oír historias. ¿Qué historias hay más interesantes, más grandes, en principio, que las basadas en la propia Historia? Alguna vez me he encontrado pensando, o diciendo, que la Historia es la mayor novela, la mejor novela. Seguramente esta idea no es muy original, pero tiene mucho de cierto. El novelista histórico utiliza ese material maravilloso, riquísimo, lo acota según sus intereses y objetivos, y trabaja con él para hacer su relato. Primero es lector de la Historia, lector cuidadoso y esforzado, investigador y yo diría que estudioso de la Historia, y esto el lector lo valora mucho. Hay un trabajo previo muy importante.
—Como escritor de novela histórica, ¿qué consideras fundamental en la elaboración de tus obras?
—Considero importante muchos elementos del trabajo literario, pero en primer lugar, y como ya he sugerido, considero fundamental la documentación. Tenemos el tema, tenemos un personaje, una época… entonces hay que conocer ese terreno acotado. La novela histórica juega, recrea, sobre un material dado, que es la Historia. El novelista histórico, antes de ponerse a escribir, a mi modo de ver —o eso es lo que hago yo—, se documenta todo lo que puede sobre esa parcela de la Historia, y a veces sobre otras, porque todo está relacionado, y el escritor, o este escritor que soy yo, se mueve en gran medida impulsado por su curiosidad, también por su afán de saber, de conocer. Considero que antes de ponerse a escribir una novela histórica hay que saber sobre el tema elegido, cuanto más mejor, esquivando el peligro, eso sí, a la hora de escribir su libro, de convertirlo en un trabajo académico, sin menospreciar los trabajos académicos, por supuesto.
—¿Tienes alguna obra o autor “de cabecera” dentro del género histórico?
—Un autor “de cabecera” no tengo, pero es cierto que hay una serie de autores y de libros a los que vuelvo siempre que escribo una novela histórica. Hay algunos que se van añadiendo a esa nómina, y en otros me fijo que no me había fijado antes. Suelen ser grandes novelas históricas, maestros de la novela histórica, o maestros de la literatura en general. Cito algunos nombres: Walter Scott, Alejandro Dumas, Robert Louis Stevenson, Pío Baroja, Thornton Wilder, Taylor Caldwell, Margarite Yourcenar, Umberto Eco, Miguel Delibes, Valerio Massimo Manfredi, Arturo Pérez-Reverte… A veces también acudo a mis novelas históricas anteriores, para refrescar el camino que recorrí en ellas, porque ellas mismas, al igual que los grandes maestros, también me pueden ayudar, y de hecho lo hacen. Entre otras cosas, me dan ánimos y energías.
—¿Por qué elegiste a los personajes que protagonizan tus novelas históricas: el Cid Campeador, Carlos V o Fernando el Católico?
—El Cid es un personaje que me gustaba desde niño, pero fue durante la carrera, en primero, que un profesor de Literatura Medieval me dijo que yo tenía que escribir una novela histórica sobre el Cid. Se llama Amancio Labandeira. Me veía capaz de hacerlo, algo que ahora me parece increíble. Pero la escribí, como el que cumple una misión o cierra un círculo. Tardé muchos años, llenos de placer, de aventura, pero también de esfuerzo y de no saber a ciencia cierta si iba a culminar mi labor, lo mismo que me ocurrió por cierto, tiempo después, con Carlos V. Para mí hacer una novela histórica es en gran parte un viaje incierto, un viaje a lo desconocido. Del Cid en la carrera ya escribí un cuento, al igual que de Fernando el Católico —de Isabel la Católica— escribí otro en el colegio. En mi vida a menudo avanzo basándome en lo anterior, en proyectos u obras anteriores. En la literatura, pero no sólo en la literatura. Un día leí un libro, La mirada del poder, de Pedro González-Trevijano, sobre grandes personajes históricos, y ahí conocí con mayor profundidad la figura de Fernando el Católico. Me pareció muy atractiva y poco explotada literariamente. Quise escribir una novela sobre ella, y a los pocos años la hice. Carlos V era un personaje que me gustaba también desde niño. Cuando estábamos inmersos en la gran crisis económica del 2008, en momentos muy malos, muy vacíos, si se puede utilizar la expresión, se me ocurrió empezar una novela sobre él. Tardé casi cinco años, pero conseguí hacerlo. El escritor escribe todo tipo de textos, pero al final son esos mismos textos los que van escribiendo, y acompañando, la vida del escritor. Y me parece que también la vida de los lectores.
—¿Cómo evoluciona tu visión o tu relación con estos personajes a medida que profundizas en ellos?
—Es un conocimiento progresivo. Voy conociendo a mis personajes como voy conociendo a una persona, a un ser humano. En realidad es como conocer a un amigo, y no todo lo que averiguas es bueno. Igual pasa con las personas que puedes tener más cerca en tu entorno. Yo voy realizando pequeños descubrimientos; es posible que no sean muy novedosos, pero para mí son importantes, y se reflejarán luego en las novelas. Para mí hay un momento decisivo, y es cuando tengo la sensación de que comprendo al personaje, de que lo conozco como persona, y que lo entiendo como tal. Éste es un grado de conocimiento muy alto para mí, y creo que luego es lo que me permite meterme después en la piel de los personajes, en su propia mente. Por eso me gusta tanto el recurso literario del estilo indirecto libre. Es una forma de narrar que me permite introducirme en los personajes sin abandonar la voz del narrador. Se fusionan ambas voces.
—¿En qué etapa o personaje te gustaría profundizar en un futuro?
—Ahora estoy escribiendo una novela de la que no me gustaría hablar aquí, si me disculpan. Pero puedo decir que me interesa mucho un personaje de la antigua Roma. No sé si llegaré a escribir alguna vez esa novela, pero me interesa mucho. Me gusta Roma, pero en este caso me interesa más el personaje concreto. Últimamente observo que bastantes escritores españoles están escribiendo sobre la conquista de América. Me parece un gran tema y muy necesario el hacer novela histórica con él. Creo que los lectores lo demandan y les interesa mucho, y que los españoles estamos en una posición idónea para profundizar en esta época de la Historia de España y realizar grandes obras. Nuestra Historia es sumamente rica e interesante, y a los lectores les apetece mucho conocerla, ahondar en ella. Otros países tienen Historias muy interesantes y apasionantes, y es posible que yo escriba sobre ellas en el futuro, pero lo cierto es que la nuestra ya ofrece un campo espléndido al novelista. En este sentido hace falta talento y trabajo, y yo diría que también afición, gusto, ánimo, mucha tenacidad, porque en mi experiencia éstas son novelas que requieren muchísimo esfuerzo. Pueden constituir un largo viaje por el desierto, en el sentido de que nadie te garantiza que culmines dicho viaje. Mucho menos el éxito. Como contrapartida hay que decir que existe un público muy numeroso de novela histórica, un público que recibe este tipo de novela con gran generosidad, y yo diría que con avidez. Considero que es un justo premio a todo el trabajo y tiempo que conlleva escribir una novela histórica.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: