El suplemento Ñ de Clarín recuerda al poeta francés Yves Bonnefoy, fallecido recientemente. Crítico literario, ensayista y prosista, destacó como traductor de Shakespeare. Eterno candidato al Nobel. Publicó más de un centenar de obras, traducidas a 30 idiomas.
¿Por qué es necesario pensar en la poesía? Esa fue la pregunta que se había propuesto responder Yves Bonnefoy en la Feria de Guadalajara, cuando en 2013 recibió el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. El mayor poeta francés de la segunda mitad del siglo XX, que murió el viernes pasado a los 93 años, rescataba aquel día la necesidad de la poesía en el mundo contemporáneo. “Porque la existencia, esta vida humana que nace y debe morir, que es finitud, que se topa con el azar, es antes que nada una relación con el tiempo”, señalaba Bonnefoy, para volver a preguntarse: “¿Y cómo acceder a la comprensión del tiempo sino escuchando los ritmos, esa memoria del tiempo, actuando sobre las palabras de la lengua?”. Que haya en la poesía una relación específica y fundamental con el tiempo, respondió por fin Bonnefoy, es lo que hace que ella sea “el acercamiento más directo con la verdad de la vida”. Hijo de un obrero ferroviario y una maestra de escuela, Bonnefoy se crió en Tours, primero estudió matemáticas y luego, en París, influenciado por Gaston Bachelard y Jean Hippolite, se dedicó al estudio de la filosofía y la ciencia. No sólo hay poesía en los poemas, entendía Bonnefoy. También puede encontrarse en textos de Shakespeare o Cervantes. El traductor Silvio Mattoni, justamente, se enteró de la muerte del poeta poco después de haber terminado la traducción de un nuevo volumen de ensayos: La vacilación de Hamlet y la decisión de Shakespeare , que en agosto publicará El Cuenco de Plata. Esta editorial, en marzo, adquirió los derechos de otro de los libros del francés, Notre besoin de Rimbaud , que también será traducido por Mattoni, para quien Bonnefoy fue un ensayista deslumbrante y un poeta inigualable. Ivonne Bordelois y Alejandra Pizarnik hicieron una traducción temprana de poemas de Bonnefoy en 1967, publicados por Carmina, pero sería leído aquí a través de las traducciones que hizo Arturo Carrera para Pre-Textos. Bonnefoy solía recordar el día que fue, junto al historiador y crítico Jean Starobinski, a despedir a Borges, internado en un Hospital de Ginebra. Cuando se estaban yendo, Borges se incorporó en la cama y, como pudo, empezó a gritarles: “ N’oubliez pas Verlaine, n’oubliez pas Verlaine!” (¡No se olviden de Verlaine!). Mientras Bonnefoy y Starobinski se alejaban de la habitación, todavía retumbaba la voz de Borges en los pasillos del lugar. Por la palabra –entendió Bonnefoy sobre la poesía– comenzamos a existir de nuevo. Así será.
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