Un viaje escapista en la más absurda soledad para no afrontar una etapa que Patti Smith preferiría sentenciar al olvido. Así es la tercera autobiografía de la poeta, El año del mono.
“Al contemplar mi imagen en la superficie gris mercurio de la tostadora, me fijé en que parecía joven y vieja al mismo tiempo.”
En El año del mono (Lumen, 2020), su tercera autobiografía, Smith zigzaguea en un road trip somnoliento por todo Estados Unidos, desde Santa Cruz a San Francisco, con pequeñas escalas en su querida Manhattan. El libro comienza con un año nuevo demoledoramente solitario en el motel Dream Inn de Santa Cruz. “Había una sensación de que todos se habían ido”, escribe la primera noche del 2016 tras verse atormentada por el que será el primer sueño inquietante de muchos. Un insomnio pérfido la perseguirá acompasado por el tic-tac de un reloj que anuncia la llegada de amenazadores cambios: “la hiperrealidad de un alud de lodo polarizante preelectoral, una avalancha de toxicidad infiltrándose», entre otros desastres naturales y políticos para la artista de Chicago. La inquietud paralizante la palia una vez más en su pluma de alma vagabunda. Rimbaud, Voltaire, Roberto Bolaño o Allen Ginsberg conviven en el hogar en sus libros y la curan. Es obsesiva y mitómana con todos sus héroes, recurre a las mismas musas de su cajón las veces que haga falta. Nunca le ha debido nada a nadie, sin más irreverencia que la naturalidad.
El año del mono podría sugerir el tono sugestivo y curioso típico de la literatura beat que caracteriza las obras de la lírica escritora. En el premiado con el National Book Award Éramos unos niños (Lumen, 2016) nos permitió infiltramos en la catártica intimidad que compartía en el Chelsea Hotel junto a amante y amigo, el fotógrafo Robert Mapplethorpe. Al poco tiempo gestó Mtrain (Lumen, 2016), su personal oda a la intimidad de un café solo y a lo poético de lo cotidiano. Sin embargo, el lector habitual de Smith puede no estar habituado a esta Smith: El año del mono es la primera vez que la leemos oscura, casi lóbrega y por encima de todo, desolada.
No sólo el cambio climático al compás otras tensiones sociales logran descomponerla; la enfermedad de dos de sus grandes íntimos, el escritor Sam Shepard y el productor Sandy Pearlman, es la excusa para viajar a lo más hondo de la entelequia. Cuestión de supervivencia. Patti se acerca a su septuagésimo cumpleaños y si la rabia no la ha inspirado antes, no va a hacerlo ahora. “Si deseamos algo debería ser la encarnación del amor”, predica cual auténtica figura chamánica que es.
Ella busca su propio universo en el que el espacio para cargadores de teléfonos móviles está igual de vetado que la intolerancia. El mensaje urgente que quiere transmitirnos Smith es que hay que luchar por mantener viva la conexión humana. La violencia, la tecnología sobrante y los vicios del ego sólo tienen nombre cuando consiguen apoderarse de nosotros.
Aunque el libro arranca en el 2016, parece que las cualidades premonitorias de la espiritual artista son más certeras de lo que ella misma profesa. El aura oscura que ella presiente y anuncia que “algo malo está por venir” culmina con la devastadora covid. Este giro de guion paralizante ha llevado a la escritora a reeditar el libro en Estados Unidos —donde se publicó en septiembre del 2019— con ocho inquietantes epílogos extra. No tenía sentido para ella seguir hablando de los terrores de una etapa pasada cuando el presente lo vislumbra de forma más terrorífica.
Su «Epílogo de un epílogo» culmina con un atisbo luminoso: “Todavía existe camino para una armoniosa sociedad que comprende el valor de las pequeñas cosas, dispuesta por el destino para guiarla cuando cruza senderos cubiertos de obstáculos impredecibles.”
Con su exquisito lenguaje, Smith crea su obra más íntima, que fascina y perturba a la vez, como una Murakami que no se toma a sí misma tan en serio, pero consigue el mismo —y quizás más auténtico— efecto hipnotizante.
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Autor: Patti Smith. Título: El año del mono. Editorial: Lumen. Venta: Todostuslibros y Amazon
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