Más por necesidad que por la saturación anímica de una época convulsa en mi trayectoria como periodista, la novela Está bien así vino a ocupar, o más bien acaparar, tres meses intensos de 2005, año en el que pedí una excedencia, por entonces denominada «permiso sin sueldo», con la única intención de escribir. Dedicarme a escribir es una constante en mi vida que siempre llegó a estar cerca de convertirse en una obsesión, aunque no fue tal, por cuanto las obsesiones terminan por destruir la esperanza y los sueños. Así, mi particular sueño, la aventura de escribir una novela, se tradujo en una maravillosa realidad de once meses. Lo cierto es que me sobraron ocho, pues, como digo, en tres meses terminé Está bien así, con sesiones de plena dedicación de mañana —largas y trabajosas— y de tarde.
No saber qué se va a escribir, es decir, comenzar en blanco, es un vértigo no siempre recomendable, dado que se puede transformar en una losa o rémora que impide comenzar la escritura. No obstante, yo me lo tomé como un maravilloso reto que pude superar tras varios días de estar sentado ante mi viejo portátil, hoy aún en uso pero que solo sirve para escribir, a pesar de sus carencias, como por ejemplo no disponer de internet.
Comencé a escribir no menos de tres páginas por las mañanas y en torno a una, y en muchas ocasiones aún menos, por las tardes. Creo recordar que los fines de semana no escribí ni una sola línea. Eso también me permitía afrontar cada lunes digamos que con fuerzas renovadas.
Algunos amigos, curiosos ellos, me preguntaban cómo iba, aunque pocos se atrevían a preguntar que de qué escribía. Contestaba que bien a lo primero y que cuando se publique lo leerás a lo segundo. Esos meses fueron sencillamente de los mejores de mi vida, una sensación no por ello menos esperada. Me pregunté reiteradas veces que por qué no había hecho esto antes. La respuesta siempre fue fácil: del periodismo podía vivir; de escribir, la estabilidad económica puede tardar años o, casi con toda seguridad en mi caso, nunca.
Empezar a escribir sin rumbo no es lo más aconsejable. Aun así, tras tres o cuatro días sentado frente al portátil encontré la historia. Recobraba momentos y sensaciones similares a otros del pasado, cuando escribí comienzos de otras novelas, que todavía conservo porque tengo la manía de guardar todo lo que escribo, defecto este que solo es tal si el escritor que lo comete acaba obteniendo un verdadero éxito y se ve necesariamente abocado a comprobar la calidad de sus primeros textos, habitualmente inferiores a los que le proporcionaron su consagración. Mi seguridad de que no habrá tal éxito me otorga una completa tranquilidad al respecto: nunca tendré que revisar ni la calidad de mis primeros escritos ni destruirlos. Eso sí, disfruté escribiendo cada minuto.
La contenida euforia de terminar una novela es difícilmente explicable. Sencillamente, en aquellos momentos yo era una persona feliz, o lo que yo entendí siempre por ser feliz. Desde entonces, con mucha mayor seguridad que antes, cuando un amigo o una persona ajena a mí me decía que también querían escribir y que le estaban dando vueltas al asunto, siempre les decía que sólo hay una manera: déjalo todo y escribe.
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Autor: Benito Muñoz. Título: Está bien así. Editorial: Libros.com. Venta: Todostuslibros y Amazon
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