Prolongando la intención del volumen titulado Género y conciencia autoral en el cómic español, 1970-2018, publicado dentro de la Colección Grafikalismos, José Manuel Trabado se adentra en otra propuesta igualmente atractiva que radica de nuevo en las relaciones establecidas por el cómic con distintos ámbitos. Si en el primero la interrelación se establecía entre el noveno arte y el propio lector, en este libro indaga en los sutiles márgenes que unen y separan la novela gráfica del álbum ilustrado. Ardua tarea, considerando la complejidad de los lazos que se han ido entretejiendo entre ambas formas de expresión con el paso del tiempo. Encrucijadas gráfico-narrativas aglutina a un grupo de estudiosos bajo la coordinación de Trabado que aborda la cuestión desde diferentes ángulos, ateniéndose tanto a la forma o el contenido como a las intenciones y herramientas expresivas, a la vez que examina una serie de autores y obras a la vez relevantes e ilustrativos al respecto.
La segunda parte se inicia con la mirada de Rubén Varillas a la figura de Raymond Briggs, ese clásico del álbum infantil que ha rebasado dicho ámbito y dicho medio. El texto comienza revisando sus primeros pasos y experimentos hasta llegar a la profesionalidad, hacia principios de los 70. Consolida plenamente su estilo con Father Christmas, Fungus the Bogeyman y The Snowman, donde describe la cotidianidad de Santa Claus, El Hombre del Saco y un muñeco de nieve, personajes donde incorpora elementos de su propia biografía. Con enfoques ya claramente adultos realiza Gentleman Jim y la aclamada Cuando el viento sopla, protagonizadas por seres patéticos, ingenuos o tiernos, hasta desembocar en la novela gráfica Ethel & Ernest, basada en la vida de sus propios padres. En medio quedan obras menos conocidas, como la autoparódica Uncle Wally o The Tin Pot Foreign General and the Old Iron Woman, con un contenido político más explícito. Varillas describe los procesos creativos y las variaciones estilísticas o técnicas, además de comentar sus numerosas adaptaciones a otros medios. A continuación, Cristina Cañamares analiza a Anthony Browne, característico por el afán experimental de sus obras, que se traduce en la inclusión de elementos surrealistas, personajes híbridos, deconstrucciones, paradojas y otras ambigüedades que motivan la participación de un adulto para que el lector infantil interprete sus códigos. Nada es lo que parece en estas fábulas de finales abiertos. La autora recorre sus sucesivas etapas y describe su evolución antes de centrar el estudio en aquellos álbumes temáticamente caracterizados por el cambio. La metamorfosis animal en El libro de los Cerdos, el incremento muscular en la serie de Willy o el paso de la infancia a la madurez en El túnel, como referencias al machismo doméstico, los estereotipos de género y la complementariedad masculino-femenino, respectivamente. Los libros de Browne, marcados por la dualidad, poseen distintos niveles interpretativos, lo que permite disfrutar a la vez al adulto y al niño. En tercer lugar, Carmen Díaz examina el trabajo de Neil Gaiman y Dave McKean en el terreno del álbum infantil. Se centra en tres obras, pero antes intenta delimitar las fronteras entre cómic y álbum ilustrado. El primero yuxtapone imagen y texto, aunque parece que su definición es una labor todavía “en proceso”. El álbum infantil igualmente cuenta con la interacción de imagen y palabra, pero en él resultan además consustanciales la ironía, la experimentación y la interacción del adulto. Díaz introduce un nuevo término para definir las obras a comentar, “textos híbridos”, como juego interactivo que mezcla elementos del cómic, la novela gráfica y el álbum mientras demanda la colaboración intelectual del receptor. Las tres obras elegidas son El día que cambié a mi padre por dos peces de colores, Los lobos de la pared y Cabello loco, en todas los cuales se utiliza el bocadillo, la ilustración y la tipografía de una forma sofisticada y con un extraño sentido del humor, generando libros transgresores y complejos que demandan mayor exigencia al lector que el álbum infantil tradicional.
Seguidamente, José Manuel Trabado se ocupa de Art Spiegelman y Richard McGuire. El primero, siempre amigo de subvertir los códigos, ya usaba en su emblemática Maus los animales antropomórficos y apelaba a la relación padre-hijo. La angustia es una constante en su obra que también se extiende a sus álbumes infantiles, caso de Open me, I’m a dog, que contiene dos niveles de lectura. Afirma que “el universo infantil no es algo situado en un compartimento estanco”, por lo que no extraña el trasvase de discursos que también se encuentra en otras iniciativas como Jack in the Box.
Spiegelman apuesta por la promoción del cómic infantil con el magazine Little Lit, versión para niños de su vanguardista Raw, intención que se prolonga con la creación de Toon Books junto a Françoise Mouly. De esta iniciativa surgirá The Toon Treasury of Classic Children’s Comics, dividida por niveles de dificultad, y Toon Graphics for Visual Readers, donde la imagen sirve como mecanismo de iniciación a la lectura. Su preocupación por la infancia se concreta también en una visión crítica que materializa ensayísticamente a menudo a través del propio cómic. En cuanto al multimedia y experimental Richard McGuire, es otro autor que se mueve entre los dos mundos que examina este libro. Tras detallar la génesis y desarrollo de su célebre Here, Trabado disecciona los complejos mecanismos de sus álbumes ilustrados, donde también obtiene sugestivas ideas a partir de elementos anodinos. The Orange Book intenta integrar al niño en la propia obra; Night Becomes Day y What Goes Around Comes Around observan una circularidad narrativa; y What’s Wrong With This Book? acude a la transversalidad, al relacionarse con otros proyectos del mismo McGuire. Todo lo cual es extensible a la serie de viñetas que publica en The New Yorker e incluso a la instalación The Way There and Back, siempre definido por el minimalismo gráfico y la densidad semántica, con independencia del público al que se dirija. El ensayo de Inés González, por su parte, primero incide en la naturaleza del álbum ilustrado, intentando fijar sus rasgos básicos y desligándolo del ámbito infantil para definir los progresivos niveles de complejidad que puede contener hasta entrelazarse con la novela gráfica, ya que precisamente el mestizaje de temas, géneros y formatos define la obra de Marion Fayolle, amiga de eludir etiquetas, de quien se centra en cinco títulos realizados a partir de 2011. L’homme en pièces contrapone grandes ilustraciones mudas con historietas breves que dan a la cotidianidad giros insólitos y sugieren interpretaciones inquietantes. Nappe comme Neige es una vuelta de tuerca a los abecedarios infantiles, aquí disfrutables por los adultos en base a las atractivas mutaciones gráficas que propone, cargadas de inteligencia, surrealismo y cierto aliento lírico. En Le tableau, con formato de clásico libro infantil, prima la sencillez y la imagen, a modo de lúcida reflexión sobre los límites del arte, que admite más de una lectura. En Los traviesos, en cambio, no existe narratividad ni secuencialidad: es una colección de imágenes en torno al erotismo con originales metáforas visuales que juegan con la percepción. La ternura de las piedras, en fin, es una inclasificable novela gráfica de tintes autobiográficos basada en la enfermedad y muerte de su padre; una figura ambivalente cuya representación requiere un alarde de simbología gráfica con el fin de alcanzar la verdad más profunda y reducir el impacto dramático. La obra de Fayolle supone una constante transgresión de la relación entre formato y forma, es un tipo de poesía visual que fluctúa entre diversos soportes, lenguajes y públicos. Finalmente, Roberto Bartual comienza por recordar la noción de montaje en la consabida relación cine-cómic para distinguir los experimentos con el espacio y el tiempo que supone la fragmentación, pero también los mecanismos que permiten traspasar los límites de la viñeta y la página. En este último apartado se sitúa la obra de Sergio García, siguiendo una tradición representativa que se remonta a la pintura flamenca y renacentista: la de la narrativa continua dentro de un espacio global. Mayoritariamente centrado en el público infantil (con diversos guionistas), ha cultivado el dibujo-trayecto, que se puede ramificar o no en distintas direcciones gráficas y argumentales. En Caperucita Roja y La Bella Durmiente es básicamente lineal, con un formato horizontal y desplegable que contiene sorpresas en el reverso, como catálogos, diagramas de flujo y mapas temáticos. Los tres caminos, en cambio, sigue una narración multilineal, lo que implica mayor complejidad representativa. Los encuentros y desencuentros de tres personajes se interrelacionan, lo que el lector contempla a modo de panóptico mientras García pugna por rebasar los límites de la simple página. Perdidos en NYC, en fin, es menos experimental, optando por explorar a través de distintos temas la poética de la multilinealidad. Es decir, el mundo que configura este tipo de representación y sus límites: en base a sus planteamientos estructurales, a la función del movimiento y al punto de vista del lector.
En definitiva, ocho autores procedentes del ámbito universitario y la mayoría miembros del Grupo de Estudios sobre Cómic y Narración Gráfica (GRECONARA). Entre ellos, doctores, profesores e investigadores en materias como el arte, la filología o la literatura, un arco disciplinar ideal para abordar un tema tan complejo y fascinante como el que desmenuza este libro.
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Autor: José Manuel Trabado Cabado (ed.). Título: Encrucijadas gráfico-narrativas: Novela gráfica y álbum ilustrado. Grupo de Investigación sobre Cómic y Narración Gráfica (GRECONAGRA). Editorial: Ediciones Trea. Venta: Todostuslibros y Amazon
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