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Nací una noche de tormenta

Nací una noche de tormenta

Nací una noche de tormenta. No me pusieron nombre y tampoco se molestaron en hacerme desaparecer. Ésa es la amarga verdad. Mi madre era una prostituta a la que violaron en un cuartucho, en un puerto también sin nombre. Pero nací listo: yo me puse mi propio nombre y busqué quien me educara. No sé quién es mi madre. Desapareció. No sé quién es mi padre; probablemente un marinero de un país lejano que una noche quiso divertirse gratis. Yo soy mi padre y mi madre.

Ahora tengo mi propio barco, soy capitán y en ocasiones sufrago los placeres de toda mi tripulación. Me he convertido en un pirata; he surcado todos los mares, o casi todos, pero eso tiene remedio. Mi afición favorita es meditar, absorto, mirando las cartas de navegación, codiciando nuestra próxima presa y las aguas, misteriosas, de más allá del horizonte. No tengo esposa ni familia. Mi esposa es mi barco y mi familia esta gentuza que yo llamo tripulación y que moriría por mí. Varias veces. Ellos saben que los mataría o los traicionaría sin ningún motivo, por pura crueldad.

Cuando me aburro leo en mi cámara a Shakespeare, a Petrarca o novelas rosa baratas, muy baratas. Cuanto más mejor. Soy virgen, y a mucha honra, porque de niño aprendí que el sexo está rodeado de miserias, y de violencia. He escapado de la horca, por ahora, y no tengo miedo a la muerte. ¿Cómo se lo va a tener un niño que nació entre las sombras asesinas de un puerto, sobre las duras rocas que paran el mar?

"Cuando mato por mis manos no siento nada. Sé que la vida no vale nada, sólo el valor que nosotros le damos, y yo no le doy ninguno"

Mi nombre también es Mar, y no es ni femenino ni masculino; mi madre no quería ni un niño ni una niña, como el Creador no quiere sexo para el mar. El Creador lo quiere fuerte, eterno, en ocasiones sereno y a menudo peligroso. Así soy yo, un hijo de puta integral, el mayor del mundo, pero soy puro. Nadie me ha puesto la mano encima, ni un hombre ni una mujer. El día que me muera o que me maten nada querré llevarme al otro mundo, porque nací sin nada y nada tengo. Sé que mi barco y mis riquezas son un préstamo que tarde o temprano irá al fondo del mar. Donde nada es de nadie. La gente como yo no ama a nadie, y por nadie es amado. Cuando mato por mis manos no siento nada. Sé que la vida no vale nada, sólo el valor que nosotros le damos, y yo no le doy ninguno.

Ahora vamos a zarpar. Me han recortado las barbas y la cabellera. Hace años, muchos, hice que un cirujano me sacara un ojo para parecer más fiero. El hombre, aterrorizado, no me quería cobrar. Cuando pareces fiero tú también te haces fiero. Sólo tengo un amor, y es el horizonte, que me llama por las noches, en voz queda, y a cuyo encuentro acudo cada mañana. Soy un caso único; hay otros que se han parecido a mí, pero ninguno es como yo. Me llamo Mar, yo me puse el nombre, y soy un cabrón que flota día y noche. El día que me vaya al otro barrio muchos brindarán con ron, y tal vez algún privilegiado utilizará mi calavera para orinar sobre ella. Pero yo ya me habré ido, con todo mi historial bien brillante en el zurrón: aquí un cañonazo, aquí un abordaje, una pinchada en el vientre con mi sable, un arcabuzazo… Al disparar eyaculo, ¿saben? Nací de una prostituta y soy virgen. Cuidado conmigo.

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