El fulgor de la tierra ardiendo visto desde la cubierta de un barco. Eran los incendios que asolaron Grecia en agosto de 2007. El olor a tierra quemada y ceniza era más antiguo, quizás de algún viaje en coche con mis padres, como la explicación de que había personas que incendiaban los bosques a propósito. Pirómano es una palabra misteriosa, de dios griego o de demonio. ¿Cómo serán físicamente? ¿Se mezclan con la gente corriente?
No sabemos qué pasa detrás de los muros de las casas vecinas. Incluso lo que pasa en la nuestra puede, a veces, resultarnos extraño. Escuchamos una frase en la calle que explica algo que nos pareció ver hace tiempo; un hombre pescando un atardecer de verano grita de mala manera a los chiquillos que corretean por el muelle que tengan cuidado de no tumbarle las cañas; en el aire malva de otra tarde en otro lugar, otra vez el olor a monte quemado. Así se cosen las historias, colchas imaginarias hechas con retales reales.
Así nació Los buenos vecinos, el relato que da título al conjunto. Elegí ese título para el cuento porque es a la vez literal e irónico: algunos de sus personajes son buenos vecinos (vecinas, en este caso), pero otros no son ni siquiera muy buenos individuos. Como sucede en la vida: nos gusta creer que somos y tenemos buenos vecinos, pero a veces somos malos vecinos dentro de la propia casa. Lo elegí para el conjunto por las correspondencias que existen entre las historias. Niños, animales, fragmentos de geografías que podrían ser la misma, todos ellos conforman un universo común; son, sin duda, vecinos.
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Autor: Clara Pastor. Título: Los buenos vecinos. Editorial: Acantilado. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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