Reinaldo Arenas fue un poeta, dramaturgo y narrador nacido en Aguas Claras, Cuba, en 1943. Su obra inicial se inscribió en la narrativa del boom latinoamericano y sus últimas producciones fueron un testimonio doloroso y satírico de su vida. Reinaldo Arenas representa como pocos el drama del escritor en lucha contra un sistema político que lo reprimió por partida doble, como intelectual y como homosexual, sufriendo un exilio al que realmente nunca pudo ni supo acomodarse. En 1962, con diecinueve años, apareció su primera y última novela editada en la isla: Celestino antes del alba, ya que el resto de su producción se publicó en el extranjero. En 1980 se trasladó a Miami primero y luego a Nueva York, ciudad en la que se instaló definitivamente y continuó escribiendo hasta que, enfermo de sida, decidió quitarse la vida en 1990, dejando más de veinte libros, que incluyen diez novelas, algunos poemas, relatos breves y obras de teatro. Entre sus publicaciones destacan El mundo alucinante (1965), La vieja Rosa (1980), Otra vez el mar (1982) y Antes que anochezca (1992).
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Las revoluciones no se hacen en las cárceles, si bien es cierto que generalmente allí es donde se engendran.
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Las manos son lo mejor que indica el avance del tiempo.
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No es el muerto quien provoca el estupor, es la sorpresa de ver cómo olvidamos su propia muerte nuestro gran dolor.
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La religión nunca debe olvidarse porque entonces los pecados perderían su gracia.
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No te asombres de mi astucia sino de tu ignorancia que la hace resaltar.
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Creo que mi madre fue siempre fiel a la infidelidad de mi padre y eligió la castidad. La castidad de mi madre era peor que la de una virgen, porque ella había conocido el placer durante unos meses y luego renunció a él para toda la vida.
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Los árboles tienen una vida secreta que sólo les es dado conocer a los que se trepan a ellos.
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La muerte ha sido siempre para mí una compañera tan fiel, que a veces lamento morirme solamente porque entonces tal vez la muerte me abandone.
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Lo bello de la relación sexual está en la espontaneidad de la conquista y del secreto en que se realiza esa conquista.
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Siempre las madres tienen ese encanto secreto de tratarlo a uno como un niño.
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Yo siempre he pensado que a los escritores es mejor leerlos y conocerlos de lejos, pero no conocerlos personalmente porque se pueden sufrir terribles desengaños.
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