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5 poemas de Abraham Guerrero Tenorio

Abraham Guerrero Tenorio es un poeta nacido en Arcos de la Frontera, Cádiz, en 1987. Licenciado en Filología Hispánica, ejerce como profesor de español como lengua extranjera. Ha publicado Los días perros (La isla de Siltolá, 2018). Ganador de la VI Premio UCOpoética, aparece en la antología Nudos (Bandàparte Editores, 2018) y participó en el Festival Internacional de Poesía Cosmopoética. En 2019 ganó el premio MálagaCrea en la modalidad de narrativa con un relato titulado El hombre. Ese mismo año, obtuvo el LXVI Premio Alcaraván de Poesía con la plaquette Tres ataúdes. En diciembre de 2020 ha obtenido el Premio Adonáis de Poesía por su libro Toda la violencia.

***

7 CAJAS

Siete cajas engalanan el hueco,
siete inocentes cajas de cartón
son un pueblo, una familia, una calle,
una forma de cocinar,
una geografía
una arboleda
una relación.

Siete cajas son precariedad laboral,
la nostalgia con olor a cerrado,
se convierten en emblemas
en raíces
en anclas.

Siete cajas siempre empiezan de nuevo.

Y ahí están, otra vez, nuestras siete cajas
con productos de Tiger,
los 150 kg. que pesan nuestras vidas.

***

AHORA ME REGAÑAS

Ahora me regañas porque duermo poco.
Me cuentas que en mitad de la noche suspiro
como si tuviera un toro negro en el pecho
y que  sumo los ciempiés y las arañas colgantes
de los párpados del dormitorio.
Me regañas porque no grito las canciones
en el coche, y me ves cansado con ojos chiquititos
pero tú no sabes qué es la mariposa del insomnio
revoloteando sobre un miedo
tan pulcro
tan de estas paredes
tan resbaladizo
tan poco poético
como es la certidumbre
de este ahora que ya fue en incontables ocasiones.

***

GENERAL RICARDOS

Es sábado, es Madrid, y una placidez incontestable
me remuerde el estómago. Bajo General Ricardos
hacia Marqués de Vadillo, es curioso como un cuerpo
se amolda a las escaleras del metro. Junto a mí
tarjetas, cien tarjetas aprietan las barreras
metálicas, cien tarjetas pobres al unísono chillando
como cien perros maltratados.

Es sábado y Ana me espera
en algún indio,
hablaremos de poesía,
una señora se sienta cerca de mí,
quizás oiga
la velocidad de mi sangre, cien perros tirando de plasma,
y hablaremos de poesía

Ana y yo

pero yo quiero decir

no a la poesía

quiero decir que no me interesa la poesía, que es sábado
y soy feliz y me acurruco en la certeza de que no soy
Machado, ni Baudelaire, ni Blas de Otero ni Villena
ni todos esos poetas que me hablan de cosas tan tristes,
y Ana reirá y me dirá que llevo un tiempo largo pensando
en cosas -yo sabré a qué se refiere con cosas- y beberemos
tragos largos de cerveza y veremos el desfile de los negros,
mascarones lorquianos entre columnas de sangre y de números,
y luego acosaremos la calle interminable, una lengua  con terrazas,
nos arrinconará el aire
y dejaremos la poesía aparcada en las paredes de ese laberinto

llamado Lavapiés.

Es sábado, es Madrid, y subiré de Marqués de Vadillo
a General Ricardos masticando la placidez incontestable
de mis patatas Deluxe, mientras me vuelvo hacia Puerta
de Toledo y veo a cien coches cabalgando la avenida
como cien perros desatados,

y pienso que todas

las ciudades son la misma cuando le tuerces
los ojos a la poesía.

***

B2

Los padres también son más conscientes de la importancia
que tienen los idiomas para el futuro de sus hijos.

EL PAÍS

Aprende una segunda lengua, también nos dijeron,
y pedimos a nuestros padres un esfuerzo más.
Ellos lo comprendían, y alargaban la mano
con billetes rugosos y una sonrisa presa
de hasta cuándo las clases, hasta cuándo crecer,
hasta cuándo el dinero.

Viajamos a Dublín, Londres, Toronto, Malta…
con sustanciosas becas que el gobierno ofrecía
a la futura clase media,
y pusimos en marcha los primeros
how are you?, my name is, nice to meet you.
Bebimos negra la cerveza,
comimos fish and chips,
cogimos autobuses de dos plantas
e hicimos el amor por vez primera
en dormitorios donde no importaba el idioma.

Después llegó la crisis del ladrillo
y nos pidieron nuestros padres un esfuerzo más.
Emigramos a Londres, Berlín, Hamburgo, Zúrich…
fregamos vasos de cerveza negra,
recogimos bandejas de comida basura,
nos montamos en trenes sucios
e hicimos el amor como último remedio.

Y comprendimos, además,
que una segunda lengua es un exilio
irremediable
hacia el silencio.

***

RETRATO DE UNA FAMILIA QUE FUE

La noche se apresura en la ventana
y adormece los cuerpos con sus manos de aceite.

Como todos los días, en el cuarto de arriba,
mi madre, con la cara atravesada
por la luz del televisor
con las manos se frota el tedio de los ojos.

En el salón, mi padre mira el móvil,
mi hermano juega a la consola
y mi hermana coloca los platos y cubiertos
sobre la mesa fría.

En la casa el silencio
no se rompe con nada.

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