Muchas fueron las cuestiones a resolver al plantearme un proyecto como La Mensajera del Bosque, las principales: cómo dar voz a la naturaleza en un thriller tan oscuro, dónde ambientarlo y cómo lograr que un mensaje esperanzador estuviera presente a lo largo de sus páginas, la luz a través de la oscuridad.
Lo cierto es que tardé en decidirme. Cada vez que trataba de avanzar teniendo como fondo ese punto de fantasía me entraba el miedo. Era muy consciente de que, si lo hacía mal, iba a ser un desastre. Pero… ¿y si lograba que la mezcla resultara creíble, es más, y si lograba que el lector «deseara» que esa magia fuera verdad? ¿Qué pasaría si la naturaleza encontrara el modo de mirar directamente al lector, a los ojos, y hablar con él? Hablar a su corazón. Eso quería. Algo que pudiera conmoverlo.
Hubo un momento en que tuve que pararme y tomar una decisión. O lo hacía, o no lo hacía. Sentía que si no tenía el valor de contar la historia tal y como brillaba en mi cabeza y en mi corazón, mejor no escribirla.
Hoy me alegro muchísimo de haber sido valiente, de haber apostado por el riesgo, porque el resultado ha superado con creces mis mejores deseos. A medida que daba vida a Rhina y su historia se enredaba con la de la protagonista, Cris Stoian, a medida que ganaba fuerza, la vida misma irrumpiendo como un tsunami en sus páginas, cambiándolo todo, alterándolo todo, la novela ganaba en intensidad. Desde el momento en que aposté por aceptar lo que mi corazón me pedía, La Mensajera del Bosque se me derramó, trascendiendo todos mis horizontes. Pura magia.
Escoger Madrid también fue un acierto. Necesitaba una ciudad grande para algo tan grande como lo que quería contar, y Madrid, con su intenso tráfico, tremenda, viva, con su tristemente conocida boina de contaminación, era el escenario perfecto. Desde el principio supe que impactaría mucho al lector ver esta ciudad transformada, tan víctima de lo que estaba sucediendo como las víctimas que van apareciendo a lo largo de la trama. Víctima y esperanza al mismo tiempo. Madrid como una oportunidad, la de mirarla y deconstruirla para hacer de sus calles un espacio para «vivir», donde la naturaleza sea una parte más, y no algo constreñido y reducido a porciones encorsetadas.
Madrid me ha ayudado a trasladar esa corriente de esperanza a lo largo de las páginas de esta novela, como una fuerza telúrica, poderosa e inconsciente, cuyo pálpito se siente incluso en las peores escenas, las más inquietantes y lóbregas. No es una casualidad que esa esperanza, la vida misma, se encuentre oculta en su subsuelo, bajo nuestros pies, enterrada bajo toneladas de cemento y asfalto.
Toda la novela está llena de simbolismos, desde los escenarios hasta los personajes, reflejando el daño que una sociedad basada únicamente en el consumismo y la economía está haciendo a nuestro planeta y por ende a la humanidad.
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Autor: Maite R. Ochotorena. Título: La Mensajera del Bosque. Editorial: Planeta. Venta: Todostuslibros y Amazon
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