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El legado de Francisco González Ledesma

El legado de Francisco González Ledesma

La novela negra como heredera de la tradición americana y Méndez, el legado de Francisco González Ledesma. Discurso de entrada de Paco Gómez Escribano en la Academia de Novela Negra Espacio Manuel de Pedrolo.

Señores académicos:

Estimados maestros, queridos compañeros y tiernos discípulos, que alguno ya tengo (dentro de poco empiezan a hacerme homenajes y a darme premios a la trayectoria y entonces, verdaderamente entonces, estaré jodido), ante todo no quiero aburriros. Es para mí un honor venir hoy aquí a la Academia de Novela Negra Espacio Manuel de Pedrolo y pronunciar mi discurso de entrada a la misma. Doble honor es ser invitado a ocupar la silla A de Francisco González Ledesma que, como es sabido, fue fundador de esta institución de libertad llamada Academia de Novela Negra y apellidada muy justamente Manuel de Pedrolo y que, como pocos saben, contó con la inestimable ayuda de Marsé en su fundación, que dicen que no hacía novela negra (hay que joderse) y que no quiso figurar en los papeles ni quiso mérito alguno, cediendo su parte al bueno de Paco, maestro de maestros.

"Y si ocupo el lugar de un grande no es menos honor y placer ser apadrinado por otro ilustre no menos grande, Carlos Pérez Merinero, que después responderá a estas letras que yo estoy aquí juntando con más o menos tino"

El alumbramiento de este espacio allá por el 2000 supuso un faro para el mundo negrocriminal que alumbró a escritores, críticos y lectores. Hasta entonces, no existían apenas ensayos o guías sobre el género y la peña estaba más perdida que un pulpo en un garaje, seamos sinceros. Y las que existían, pongamos como ejemplo las obras de Coma, Vázquez de Parga o Loureiro, estaban descatalogadas (algo a lo que esta Academia ya ha puesto remedio por iniciativa del presidente Julián Ibáñez, aquí presente) y eran muy difíciles de encontrar, por no mencionar que sus estudios llegaban hasta ciertas fechas hoy ya obsoletas a lo que, por cierto, pusieron remedio Jordi Canal i Artigas y Àlex Martín Escribà, en su brillante ensayo titulado A quemarropa. Después vendrían más, promocionados por esta institución que hoy me acoge, algunos de los cuales llevan mi firma.

Y si ocupo (imposible sustituir) el lugar de un grande no es menos honor y placer ser apadrinado por otro ilustre no menos grande, Carlos Pérez Merinero, que después responderá a estas letras que yo estoy aquí juntando con más o menos tino. Es un placer también ver por aquí a otros ilustres de los que me declaro aquí heredero literario como Juan Madrid, Andreu Martín, Luis Gutiérrez Maluenda, José Luis Muñoz o José Luis Caballero, aunque mis novelas también son deudoras de Mario Lacruz, Miguel Agustí, Mariano Sánchez Soler, Jaume Fuster, Manuel Quinto, Paco Ignacio Taibo II, Jaume Ribera o Fernando Martínez Laínez, cómo no, de unos más que de otros, lógicamente, algunos también hoy aquí presentes. Aunque ¿qué habríamos hecho ellos y yo sin Daly, Hammett, Chandler, Burnett, Thompson, Himes, Goodis, Mosley, Algren, Sallis, Charym, Lehane, McBain, Block, etcétera, etcétera? ¿Qué habríamos hecho sin aquellas tres novelas protagonizadas por Fabio Montale, escritas magistralmente por Izzo? ¿Qué habríamos hecho sin La Ley Seca y la Gran Depresión? ¿Qué habríamos hecho sin Francia, sí, sin la Serie Noir de Gallimard?

"Un animal como periodista y un titán como escritor. Por eso decía antes que eso de sustituirlo en la Academia es imposible, otra cosa es ocupar el sillón que fue suyo que, vuelvo a decir, es un honor"

Es un placer también ver por aquí a compañeros que empezaron antes y después que yo y compañeros de generación como Alexis Ravelo, David Lorente, Jon Arretxe, Javier Abasolo, Pablo Rivero, Esther García Llovet, Carlos Salem, Jon Aramendia, Manuel Barea, Gabi Oca Fidalgo, Alberto Valle, Diego Ameixeiras, Claudio Cerdán, Kiko Amat, Jordi Ledesma, Pedro de Paz, Carlos Augusto Casas o Xosé Tarrío, entre otros, algunos ocupando sus sillones y otros esperando hacerlo a corto plazo, sin duda.

Pero hablemos de Méndez y del legado de Ledesma. El padre literario de Méndez (que es para no perderse ninguna de las entregas) con solo 21 años gana el Premio Internacional de novela con Sombras viejas y la censura franquista prohíbe su publicación tildando al autor de rojo y pornógrafo (qué habrían dicho de mi padrino Merinero). Este revés (que no hay mal que por bien no venga) le lanza a una carrera de producción de historietas en Bruguera y de novelas del Oeste con el hoy mítico pseudónimo de Silver Kane, a ejercer la abogacía y posteriormente el periodismo en el Correo Catalán y en la Vanguardia. Un animal como periodista y un titán como escritor. Por eso decía antes que eso de sustituirlo en la Academia es imposible, otra cosa es ocupar el sillón que fue suyo que, vuelvo a decir, es un honor.

Tengo que dejarme cosas porque esto no es una enciclopedia, es solo un discurso de ingreso, y porque tengo que dedicar unas palabras a Méndez, su personaje fetiche de las diez entregas más un libro de relatos, cuya historia en forma de pasado cierra de manera brillante su hija Victoria González con Llámame Méndez. Además, en novela negra presumimos de ir al grano, de ser concisos, de prescindir de adjetivos y de dejarnos de hostias.

" Ledesma consiguió con Méndez escalar las más altas cotas de experimentación de realismo social, para el que la novela negra es la herramienta ideal de desarrollo"

Méndez, transitando paisajes urbanos de Barcelona (a la que muchos amamos, entre otras cosas, gracias a Méndez), sobre todo del barrio chino, desde 1983 con Expediente Barcelona» hasta 2013 con Peores maneras de morir, pasando por Las calles de nuestros padres (1984), Crónica sentimental en rojo (1984, Premio Planeta), La Dama de Cachemira (1986, Premio Mystère), Historia de Dios en una esquina (1991), El pecado o algo parecido (2002, Premio Hammett), Cinco mujeres y media (2005, Premio Mystère), Méndez (2006, libro de relatos), Una novela de barrio (2007, Premio RBA), No hay que morir dos veces (2009) y Peores maneras de morir (2013). Méndez, ese policía nacional transportado a la democracia desde el franquismo, cínico, descreído y malhumorado, pero que deja ver su ternura con ciertos personajes, los que él quiere, mostrando compasión con ciertos delitos y delincuentes menores, aunque implacable con pederastas y violadores. Méndez, que es policía, sí, pero como si no lo fuera, porque le pasa lo mismo que Ataúd Johnson y Sepulturero Jones, lo mismo que a los policías del Distrito 87 de McBain: está enfermo de melancolía, no le gusta lo que ve en el presente y mira con un desdén agudo el futuro, mezcla que marida bien, demasiado bien, con el prototípico personaje hardboiled de las novelas negras clásicas americanas, pero tan bien escritas como solo sabía hacerlo mi tocayo, que empleaba una prosa exquisita sin florituras y lograba que los callejones oscuros, los prostíbulos y los bares de mala muerte rebosaran poesía. Ledesma consiguió con Méndez escalar las más altas cotas de experimentación de realismo social, para el que la novela negra es la herramienta ideal de desarrollo.

A Ledesma, el camaleón, que también es Silver Kane, Taylor Nummy, Silvia Valdemar, Rosa Alcázar, Fernando Robles o Enrique Moriel (que es el nombre del protagonista masculino de Sombras viejas), le debemos tanto que nunca vamos a poder pagárselo. Él no nos lo reclamó en vida porque otra de sus virtudes era ser humilde y modesto. Nunca se hablará bastante de Paco como el gran escritor que fue ni se le harán los suficientes homenajes.

Señores académicos:

Agradezco a la Academia el ingreso en la institución, la gran generosidad con la que ha hablado siempre de mis novelas y, sobre todo, que me haya puesto entre el sillón A de Francisco González Ledesma y el padrinazgo de otro gigante como es Carlos Pérez Merinero.

***

Contestación al discurso de entrada de Paco Gómez Escribano en la Academia de Novela Negra Espacio Manuel de Pedrolo.

Por D. Carlos Pérez Merinero.

Colegas (ni queridos ni estimados, más bien tolerados y a unos más que a otros):

Lo de académicos no termina de convencerme y lo de señores, sabiendo lo que muchos de los que estáis ahí sentados habéis ido diciendo u haciendo por ahí, qué queréis que os diga… Así que prescindiré de formulismos e iré al grano. A mí se me propuso en su día entrar en esto y acepté, pero como sabéis no es que participe mucho ni en actos ni en estudios ni en reuniones ni en nada. Yo donde mejor estoy es en mi casa, escribiendo, leyendo y echando mi cabezadita después de comer. Es la primera vez que acojo a alguien, la primera vez que apadrino a un neófito, y si lo he hecho es porque me lo ha pedido él y porque las cosas que escribe me gustan. Así que ¿por qué no me iba a prestar a darle la bienvenida?

La novela negra en este país no ha existido hasta que se murió Franco, eso lo sabemos todos, aunque pocos lo admitan. Quitando un par de excepciones, claro, que siempre las hay, aquí había censura y por nada del mundo iban a permitir cierto tipo de literatura. Porque sí, colegas, la novela negra es literatura, luego os cuento por qué.

"Y los que han ido viniendo después, igual, dale molino, venga policías nacionales, picoletos y maderos de las distintas autonomías e investigaciones copiadas de las series americanas. Rollos patateros"

Además, la mayoría de los que empezaron a publicar en la transición contaban historias de policías y detectives, sus investigaciones y un sinfín de gilipolleces que a mí siempre me importaron un bledo. Porque, a ver, ¿a mí qué me importa quién ha matado a este o al otro? Y los que han ido viniendo después, igual, dale molino, venga policías nacionales, picoletos y maderos de las distintas autonomías e investigaciones copiadas de las series americanas. Rollos patateros. A mí lo que me ha gustado siempre es otra cosa. Me gustaban Thompson y Cain y me parecía más interesante el punto de vista del asesino. Nunca he tenido problema en ponerme en la piel de un asesino y matar gente, cuanta más mejor. Lo que más me gustaba era la primera persona y ser como un actor. Asesino de nueve a dos, luego comida y cabezadita, y de cinco o a ocho a matar más gente. A mí me ha influido la calle, cosas de mi infancia como la calle Rompechines en donde estaban las putas y los chavales con trece años iban a doctorarse o pagaban a niños de seis para que los masturbaran. O cuando decían que algunas chicas se iban a servir a Rota y todos sabíamos que no se iban a servir a Rota.

Lo que me llamó la atención es que ya desde que publiqué Días de guardar las críticas fueron muy sonadas, y no precisamente por parte de los críticos, sino de los compañeros, no de todos, pero sí de algunos que hoy se sientan aquí, que iban de comunistas y resultaron ser unos meapilas, unos gilipollas. Por eso cada vez que leo o veo alguna entrevista en donde se dice que los escritores de novela negra se llevan bien me descojono. Y no hablo solo de los de mi generación, porque me consta que la cosa sigue no igual, sino peor, por la sencilla razón de que, si antes escribíamos cuatro gatos, ahora escriben tropecientos mil.

"Desde luego un yonqui o un atracador de Canillejas no tiene que hablar como una señorita de Valladolid que ha estudiado en las monjas, que luego a lo mejor es muy puta, no lo sé, pero que hablará como una señorita, vamos, digo yo"

Paco Gómez Escribano, al que le doy la bienvenida con gusto prestándome a este cachondeo a lo Max Aub, y soy sincero, podría haber vivido de esto si llega a nacer antes o si fuera francés o americano. El tío escribe muy bien, no habla de maderos ni de picoletos ni de investigaciones coñazo, y sus personajes son muy creíbles. Por si fuera poco, ha creado una especie de estilo propio, aunque yo creo que todo está ya inventado. Da voz a los que pocas veces o nunca tienen voz, y además utiliza el lenguaje propio con el que hablan esos personajes. Esto, que algunos inútiles que no tienen ni puta idea tildan de subliteratura y por tanto la desprecian, es realmente hacer literatura. ¿O es que Paco no tiene que comerse el coco para armar las frases, para elaborar diálogos o para inventar situaciones? ¿Y qué es esto sino literatura? Desde luego un yonqui o un atracador de Canillejas no tiene que hablar como una señorita de Valladolid que ha estudiado en las monjas, que luego a lo mejor es muy puta, no lo sé, pero que hablará como una señorita, vamos, digo yo. Por eso les digo a los catedráticos de pitiminí, a los miembros inútiles de jurados de premios que además están pactados de antemano y a algunos comisarios que invitan a sus festivales a gente que lo más parecido que han visto a una novela negra es la serie de Cuéntame cómo pasó, o como coño se llame, a todos ellos: que os den.

Me parece a mí que Paco escribe lo que le da la gana, como hago yo. Por eso es probable que no llegue muy alto en el mundo este del mercadeo de las grandes editoriales. Ahora bien, saldrá en los libros. No en los de ahora ni en vida, no, en los libros que se publiquen en el futuro y cuando la palme y esté más tieso que la mojama. Además, escribe artículos y poemas que están bien, a mí me gustan, a pesar de que a veces se pone un poco pesado con los orígenes de la novela negra, pero es que se ve que le gusta escarbar y estudiar, hozar en los lodazales históricos. Bueno, cada uno tenemos nuestras cosas. A mí me importa un pito si el primero fue Hammett o cualquier otro, ¿qué más me da a mí?

Colegas (ni queridos ni estimados, más bien tolerados y a unos más que a otros):

Doy la bienvenida a este nuevo miembro a esto que más que una academia parece una cofradía. Bueno, él verá dónde se mete. Conmigo puedes contar, Paco. De lo contrario no estaría aquí dándote mis bendiciones. De todos los candidatos postulantes, y muchos de ellos pretenden que esta institución les dé cobijo más por boato que por vocación, más por presumir que por trabajar, el comité no ha podido hacer mejor elección, por el tipo de literatura que Paco ofrece en cada entrega novelesca, poema o artículo.

Lo dicho, bienvenido. Y bienhallado. Y no te vayas al lado oscuro. Tú ya me entiendes, colega.

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