Ilustración: Juan Carlos Viéitez.
No suelo leer literatura LGTB+. Esta sencilla etiqueta por la que tanto se ha luchado a menudo me genera cierta reticencia. (Acotación #1: Soy un maricón acomodado. Disfruto de mis privilegios. Los que me precedieron han hecho todo el trabajo).
No hay que conformarse, hay que llevar el grito desgarrado a la forma y no solo al contenido, atacar la forma, reordenar la forma, deshacer la forma; hay que romper las estructuras.
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Violada, mutilada, quemada; violada, mutilada, quemada; violada, mutilada, quemada.
Hande Kader.
Violada, mutilada, quemada; violada, mutilada, quemada; violada, mutilada, quemada.
22 años.
Violada, mutilada, quemada; violada, mutilada, quemada; violada, mutilada, quemada.
Todas las posibilidades ominosas en las que puede romperse la belleza de un cuerpo.
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Llegué a El suelo que sostiene a Hande (Fundación SGAE, 2018), de Paco Gámez, con esa desconfianza mía ante una obra ganadora del Certamen Internacional Leopoldo Alas Mínguez, premio dedicado exclusivamente al teatro LGTB+.
Esto es otra cosa. Aquí se cuenta la vida y muerte de la activista turca Hande Kader, asesinada en 2016. (Acotación #3: Braulio Ortiz escribe: «Ya no aquel muchacho. / Ya no el ángel sonámbulo / que se echaba / manotadas de tierra hasta la boca: / hoy / una mujer que es hija de los dioses, / una flor crecida en el escándalo.»)
Hay dos elementos que configuran el esqueleto desmembrado de la obra: los golpes, porque, como explica el autor, «cada escena está encabezada por la palabra “golpe”. Como en el mundo real, los golpes no siempre se suceden cronológicamente»; y los vacíos, los blanks, «algo no escuchado, el centro de una diana donde se lanzan las flechas, algo que no se recuerda». Si esta es la historia de una persona que la sociedad ha aniquilado, el molde en el que ingresará tiene que corresponderle. Por eso, Gámez presenta al lector la «ruta para llegar a Hande», a modo de instrucciones para leer su tragedia. La linealidad no es posible, los blanks irrumpen en la narrativa, la fragmentariedad no desordena, reordena, puebla de vacíos, el discurso no puede ser completado, algo no encaja en el canon o, mejor, el canon no se ve predispuesto a encajar objetos periféricos. (Acotación #4: ¿Con qué palabras explicar a mis padres que no estoy hecho para la monogamia?)
Primer golpe: el parto, la definición, el límite del nombre: «COMADRONA.– Jonás, el profeta rebelde. […] Jonás, como el hombre devorado por el pez.» Segundo golpe: el autorreconocimiento: «JONÁS.– Llevo diecisiete años dentro de esta ballena que me ha devorado, pero pronto me vomitará lejos de aquí.» Cuarto golpe: Hande, después de bailar Don’t stop me now, es arrestada por la policía. (Acotación #5: Gámez, qué listo eres, introduces al fotógrafo como personaje, testigo de la imagen que abajo reproduzco). Sexto golpe: la arquitectura fisiológica: Artemis Estrovegetal, Gynecentric Nawal Change, Wendy 2000, Antiandrogenos Alba-XX, Plath 17-Hidroxiprogesterona, Ophelius-82, la re-nominación.
A la desestructuración como metáfora de su vida, Gámez suma otros recursos dramáticos actualizando fórmulas clásicas. El «Coro internacional de ciudadanos plurales», que sirve como personaje coral, una vorágine de voces confusas que discuten entre sí o «por Skype, por videollamada, por Whatsapp, Twitter o cualquier aplicación ‘social’ que esté de moda en el momento de la representación». La irresponsabilidad colectiva, un cúmulo discontinuo que por mucho que reconozca su condena ante la violencia, está lejos del consenso necesario para aceptar la auténtica identidad de Hande. (Acotación #6: Estoy cansado de ver el acoso sistemático que cometen contra Elizabeth Duval —y tantas, tantas, tantas otras no tan visibilizadas— y, aunque jamás coincidamos en el mismo punto espaciotemporal, quiero abrazarla y aplaudir su corona).
Cae el telón. Se enciende la luz. El artificio teatral se termina.
La compañera de Hande vomita un monólogo que hace añicos la cuarta pared: «ISMENE.– ¿Estas tetas me hacen menos que vosotros y esta polla menos que vosotras? ¡Qué paradoja!» Solo la amistad salva el recuerdo de Hande cuando todo se ha vuelto hostil. La amistad es el amor más grande que prevalece. ¿Por qué no hay justicia para su amiga? ¿Realmente le importa a alguien quién mató a Hande Kader? (Acotación #7: Hace tiempo que me deshice de la idea de ser padre. Recuerdo el poema de Ángelo Néstore: la imposibilidad de la paternidad).
ERROR.
La obra de teatro se desmorona. Los técnicos cruzan el escenario. Los acomodadores se disculpan. La luz parpadea. El lectoespectador se inquieta.
Últimos golpes: 10, 11, 12, 13… El último apoyo de Hande ante el acto deplorable es el suelo que sostiene su cuerpo abandonando la vida. «EL SUELO.– Nadie vio nada. / Nadie verá nada. / Nunca veis. / Un grito / ha sido castrado entre risas. / Un grito abismal. / Un grito tan insoportable que las persianas —todas— se han bajado. / Un grito animal de otro mundo. / Ella deja de gritar porque no vale nada. / No crecerán flores del llanto de Hande. / Crecerá silencio.» No existe personaje que pueda contar lo inenarrable. ¿Quién sino un símbolo podría permitir que de su boca saliera un relato ignominioso?
Esto es lo que buscaba. Transformar el sistema desde lo excéntrico y que el teatro se reconfigure. Inmortalizar la memoria, que la T (disimulada entre las siglas del colectivo) crucifique la obra. (Acotación #8: Markel de 24 años habla a Markel de 17 años y le dice: «no tengas miedo»).
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Autor: Paco Gámez. Ilustradora: Esther Gámez. Título: El suelo que sostiene a Hande. Editorial: Fundación SGAE. Venta: Todostuslibros.
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