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Página de diario

Para Pilar Garrido Clemente. 

 

Sábado, 28 de junio de 2014

La vida es un río, un río corrido de palabras, en mi caso de muchas palabras. A veces voy más rápido que el río —¿es esto malo?—, a veces voy más lento que el río —¿es esto malo?—, a veces voy con el río, que es lo que más me gusta. Y con el río, conmigo, siempre vienen, van las palabras. Van muchas más cosas, pero también las palabras: ¿explicándolo todo?

"No sé si las palabras cuentan y explican mi vida; no estoy seguro de lo que hacen las palabras con ella"

No creo, desconfío de ello. No sé si las palabras cuentan y explican mi vida; no estoy seguro de lo que hacen las palabras con ella, pero que algo importante hacen, eso seguro. Las palabras sirven, al menos en mi caso, para que cuando vuelvo a ellas después de mucho tiempo, éstas me digan algo maravilloso. Algo distinto, nuevo, revelador. Las palabras, los libros, los artículos, los poemas, etc. son cofres de vida; cuando los abres, quiero decir cuando los abro, me encuentro el que fui y lo que fue conmigo en aquel tiempo, también los que fueron conmigo entonces.

La vida va demasiado rápido, lo sabemos todos; demasiado rápido como para apreciarla en todo lo que vale. Esto si la miramos con cierta distancia y buen ánimo, porque no siempre la vida es positiva. Cuando pasa el tiempo sus contornos se difuminan, se queda un poco quieta y podemos juzgarla mejor. ¿Juzgarla? No sé si la palabra es exacta. A mí me gusta mucho recordar, y para ello la escritura es magnífica: la escritura puede sublimar el recuerdo. Puede que la escritura sea un recordar revolucionario, y al mismo tiempo sereno, una especie de foto de algo siempre en movimiento, la vida, aunque en mi opinión la escritura también está en movimiento.

"La vida, como la escritura, tiene muchas dimensiones. El buen lector, me da la impresión, sabe que el texto consiste en muchos textos"

La vida, como la escritura, tiene muchas dimensiones. El buen lector, me da la impresión, sabe que el texto consiste en muchos textos, y que los más interesantes son los que el escritor está escribiendo en él, en el lector, cuando lee el texto que tiene delante, físicamente digamos. Pero hay gente, como yo, que tiene necesidad de escribir sus propios textos, y de darlos a conocer, y de entablar un diálogo con otras personas sobre ellos. Ahora pienso mucho que la literatura es un caos muy ordenado y muy coherente, y que todos escribimos entre todos, o, mejor, tal vez, que los textos se escriben con otros textos, y que unos textos escriben a otros. Por lo tanto unas personas escriben en otras personas, hasta el infinito.

En fin, es probable que lo que digo lo haya dicho otro antes que yo, o muchos. Después de todo, ¿a quién puede interesarle las reflexiones vitales, literarias, metaliterarias —hermosa palabra—, de un joven e inseguro escritor sobre su oficio, sobre la vida?

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